Abelardo Martín M.
Diciembre 24, 2024
Llegamos a la Nochebuena, aunque la época convulsa por la que transita el mundo impide que esta vez la víspera de la Navidad sea una noche de paz y amor; no, al menos, para todos.
Tal vez en la actualidad las imágenes focalizadas más tristes e impactantes son las del atropellamiento de una multitud perpetrado por un hombre desquiciado a bordo de un automóvil en un mercado navideño instalado en la ciudad de Magdeburgo, en Alemania, con un saldo hasta el momento de cinco muertos y más de 200 lesionados, varias decenas de ellos de gravedad.
Por desgracia no se trata de un acontecimiento inédito. A lo largo de una década, en Alemania y Francia se ha vuelto una negra tradición los ataques en estos mercados de la temporada decembrina, utilizando vehículos, o armas y explosivos, la mayoría realizados por extremistas islámicos, aunque el de ahora no parece ser el caso.
Tampoco se reduce a estos hechos de fanáticos la furia y violencia que se vive en el planeta. Persisten y se eternizan guerras como la invasión rusa a Ucrania, o la que tiene lugar en el Medio Oriente, conflictos que han llevado a la Corte Penal Internacional de La Haya a librar órdenes de aprehensión contra los líderes de Rusia, Israel y el grupo islámico Hamas, las que por supuesto difícilmente se cumplirán.
En nuestro continente todavía no hay guerra, pero ya desde ahora la próxima llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos causa tensión e incertidumbre. En el caso de México, las amenazas de deportación de connacionales indocumentados; el proyecto anunciado de declarar organizaciones terroristas a los cárteles de la droga, lo que daría pauta para intervenciones militares norteamericanas en territorio nacional, y la intención también publicitada de imponer aranceles a las importaciones provenientes de nuestro país, configuran un escenario de gran rispidez en la inevitable relación entre ambas naciones.
A cada una de estas balandronadas, la presidenta Chaudia Sheinbaum ha respondido puntualmente con gran dignidad y prudencia, pero sin mostrar sumisión ni caer en las provocaciones. Sin embargo, las grandes batallas en este frente apenas están por darse.
Internamente, tampoco vivimos un escenario de paz. La violencia heredada continúa y la criminalidad está lejos de ser controlada. No en balde una promesa positiva expresada el fin de semana por nuestra mandataria desde Sinaloa, un lugar emblemático en este sentido, es construir la paz y la seguridad que el país requiere.
No bastará, desde luego, con buenas intenciones. Pero las acciones que ya se ven irán dando resultados y generando una tendencia en beneficio de la población.
En Guerrero, un estado muy lastimado por la actividad delictiva, este enfoque de pacificación es particularmente relevante. Es de resaltar la instrumentación de la estrategia llamada Guerrero por la Paz, a la que ya nos hemos referido, y en ese marco la conclusión expresada por la subsecretaria de Desarrollo Democrático de la Secretaría de Gobernación, Rocío Bárcena Molina, quien al dar a conocer los resultados de la consulta aplicada en hogares de Acapulco y Chilpancingo sobre las demandas principales de la ciudadanía, dijo que éstas son agua y paz, pero “para que haya paz tiene que haber justicia social y servicios”.
Atravesamos, pues, tiempos complejos y de grandes retos. Y así llegamos, decíamos, a la víspera de la Navidad, época que siempre concita la reflexión, el reencuentro y el enriquecimiento espiritual. Son también momentos propicios para el renacimiento personal, familiar y comunitario, en que la oscuridad reinante puede ser el preámbulo de etapas más luminosas y promisorias.
Esperemos que así sea, y en ese contexto es que deseamos a nuestros lectores una feliz Navidad, y gratas fiestas de fin de año. Nos leemos en 2025.