Abelardo Martín M.
Abril 18, 2023
En la historia de las relaciones entre Estados Unidos y México existe la exigencia de un trabajo diplomático constante, pero sobre todo efectivo si se tiene en cuenta la gran cantidad de temas incluidos en la agenda entre las dos naciones. Durante las discusiones para lograr el acuerdo de libre comercio se tenían detectados cerca de 300 temas incluidos en los asuntos que debían tenerse en cuenta.
Como nunca antes entre ambos países hay un trato cercano, de trabajo intenso, de constantes visitas recíprocas de funcionarios de alto nivel. Es notable la cantidad de miembros de alto nivel del gobierno del presidente Biden que han visitado y sostenido encuentros en todos los niveles con sus pares mexicanos, empezando desde el presidente López Obrador, complementario al papel protagónico relevante que ha tenido el embajador Ken Salazar.
Para el vecino del norte la cercanía con México es cada vez más relevante y necesaria ante el reacomodo sorprendente, agitado, incontenible de los liderazgos mundiales, en especial el papel de China y sus aliados, incluido Rusia, en el nuevo orden mundial.
Estados Unidos debió reconocer su abandono (o egoísmo) en su trato hacia los países de América Latina. En este contexto no es sorprendente que un país como Brasil, con su presidente Lula Da Silva, haya tenido un amplio despliegue informativo acerca de sus encuentros con el presidente chino Xi Jinping. La diplomacia adquiere hoy oportunidades y riesgos en un ambiente de crisis y en una competencia que va más allá de las guerras tradicionales, en especial el papel que podrá jugar la llamada “inteligencia artificial” o los combates bacteriológicos, tan amenazantes como reales.
Estados Unidos no podría, como ocurrió en la década de los 80 y 90s del siglo pasado, utilizar el narcotráfico o los derechos humanos como herramientas de presión al gobierno mexicano. Hoy está en la agenda bilateral el tema de la seguridad, en el que ambos países están involucrados a partir del combate conjunto, coordinado y acordado cada quien en su territorio, en la lucha contra narcotraficantes, pero también contra las bandas de crimen organizado, que incluye los delitos contra los migrantes en toda la región.
Encabezada por el canciller, Marcelo Ebrard y la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, tuvo lugar un encuentro de alto nivel en Washington, D.C., la capital estadunidense, acerca de dos problemas graves: armas y fentanilo. Asistieron también los secretarios de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval; de Marina, José Rafael Ojeda; de Salud, Jorge Alcocer; el fiscal general, Alejandro Gertz; el titular de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), Alejandro Svarch; el titular del INM, Audomaro Martínez; el jefe de la Unidad para América del Norte de la cancillería, Roberto Velasco, y el embajador de México en Estados Unidos, Esteban Moctezuma.
Esta sola lista muestra la relevancia del encuentro, del que versiones periodísticas se refirieron a la profundización de diferencias, aunque lo relevante es el nivel del diálogo constante y los compromisos que asumen ambos gobiernos. Los temas de seguridad, narcotráfico y derechos humanos involucran a ambos países y no sólo a México, como ocurrió a finales del siglo pasado en donde estos temas se utilizaron como arma de presión constante hacia los gobiernos mexicanos.
La temporada de Pascua, que en términos religiosos equivale a esperanza, transcurre en un ambiente electoral predominante, no sólo por las campañas para elegir gobernantes en los estados de Coahuila y México, sino también por los intereses, también electorales, que vive el gobierno de Biden.
México transita en un revuelto escenario en que las disputas rumbo a la sucesión presidencial determinan movimientos y estrategias dentro del gobierno, y asimismo en las estructuras de los partidos políticos y los movimientos sociales. Luego de la aprobación legislativa del llamado Plan B, para modificar la estructura del Instituto Nacional Electoral, el cual ahora fue impugnado ante la Suprema Corte y por lo pronto suspendido en sus efectos, el fracaso del intento de acotar el alcance del Tribunal Electoral mostró por un lado las intenciones de las dirigencias partidarias de sacudirse el yugo de una autoridad que actualmente las limita, y simultáneamente, las dificultades que tienen en sus propias bases para llevar a cabo sus planes.
Entretanto, como en ningún otro momento en la historia reciente, dos campañas electorales en sendas entidades del país funcionan como laboratorios políticos, cuyos resultados en las urnas arrojarán algunas luces para el año siguiente, el 2024.
Este domingo tuvo lugar en Coahuila el primero de los debates entre los candidatos a la gubernatura del estado, y a fines de esta semana se llevará a cabo el mismo ejercicio en el estado de México, entre las dos mujeres que buscan el cargo. Para las elecciones estatales falta aún mes y medio, periodo que parece muy corto, pero en el que pueden ocurrir muchas cosas.
Y otros procesos acontecerán en el país, tanto en la economía, en que los expertos vaticinan la ralentización del ritmo de crecimiento que en los últimos meses se ha observado en el aparato productivo, lo cual generará necesarios ajustes en las cifras de empleo e ingreso de la población, como en los temas de seguridad, ahora que el gobierno norteamericano ha actualizado sus planes de combate a las bandas que generan la violencia y son responsables de la invasión de opiáceos sintéticos a su territorio.
Todo ello al volver de las vacaciones de Semana Santa y de la Pascua, periodo que siempre se vuelve un tiempo de evasión para la realidad a la que tarde o temprano retornamos.
A propósito del periodo vacacional y en el ámbito local, en Guerrero, como es costumbre, tuvimos buenos resultados en el renglón turístico. Las cifras oficiales hablan de más de 630 mil turistas en los pasados días, aunque la ocupación estuvo lejos de llegar al cupo total, y apenas se situó por encima de los 70 puntos porcentuales.
No ayuda a ello la persistencia de los hechos de criminalidad, el más reciente de los cuales tuvo lugar en Acapulco apenas el fin de semana pasado, cuando fue asesinado a tiros el dirigente de transportistas Omar Reyes Campos, quien según informan las notas periodísticas publicadas, fue ultimado mientras pegaba en unidades de transporte propaganda a favor de la jefa del Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Ojalá que sólo sea una coincidencia y no haya una correlación política en lo acontecido, lo cual sería aún más grave.
Otros hechos de violencia en el puerto se acumularon en estos días: un mesero fue asesinado en un lugar de playa, y en dos bares de la costera fueron heridos de bala diez personas, entre ellas una mujer.
Para completar el cuadro, el periodista Bertín Chino González fue privado de la libertad en una comunidad del municipio de San Luis Acatlán, por haber denunciado que viveros de beneficiarios del programa “Sembrando Vida” se encuentran en el abandono. Horas después lo liberaron, a cambio de que bajara de las redes su video y se comprometiera a no informar nada de esa comunidad hasta obtener la autorización de la autoridad.
Lamentables hechos que no son buenos augurios para el futuro de la entidad.