EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Una visita al museo del caballero Adams

Federico Vite

Julio 02, 2019

The salmon of doubt (Macmillan, Nueva York, 2002, 277 páginas), de Douglas Adams, originalmente fue pensado como la aventura más ambiciosa de Dirk Gently, (protagonista de Dirk Gently, agencia de investigaciones holísticas e iras celestiales: Una investigación de Dirk Gently). Adams describe a su detective como un hombre gordo que usa un viejo y pesado traje café claro, camisa roja a cuadros con corbata verde a rayas, abrigo de piel largo, sombrero rojo y lentes metálicos (Dirk Gently no es el nombre verdadero del personaje; Adams refiere en el primer libro que es un seudónimo de Svlad Cjelli).
Para resolver sus casos recurre a la física cuántica antes de usar el viejo método que implica el análisis de las huellas dactilares. En la primera investigación (Dirk Gently’s Holistic Detective Agency) a Dirk le encargan la búsqueda de un gato perdido, así que el detective acaba siendo amigo de dos fantasmas y de un Monje Eléctrico que viene de otra dimensión; descubre un terrible secreto cuya resolución permitirá la supervivencia de la humanidad. También analiza la aterradora razón por la que un experto en computadoras tuvo un sofá en la escalera de su casa durante semanas. ¿Qué sucedió con el gato? Todo un tema, un caos digno de Schrödinger.
Ya entrados en detalles, diré que en Iras celestiales Dirk desarrolla un sistema de trabajo basado en la interconexión de todas las cosas. (¿No les parece algo similar a lo que ocurre en la serie Dark?) En este caso, la inexplicable explosión que devasta una terminal del aeropuerto de Heathrow tiene relación con el misterioso cliente que acude a Dirk para que le proteja de una molesta entidad de dos metros de altura, con grandes ojos verdes, peludo y de aspecto caprino. El verdadero asunto es que Thor, el Dios del Trueno, está en Londres para dirimir una terrible disputa con su padre Odín, dios supremo del Valhalla, quien ha decidido vender su alma inmortal a un abogado y a una agente de publicidad (¿No les recuerda un poco a los Avengers?). Mientras se desarrolla la batalla entre los dioses, todo Londres padece las furias divinas. Y lo más asombroso es que Dirk termina en el gran salón del Valhalla, donde se celebra un sorprendente convite. Ahí comprende el detective holístico los múltiples misterios del universo y la broma adquiere resonancias cósmicas.
En The salmon of doubt Dirk trabaja a regañadientes en la búsqueda de la mitad de un gato que obviamente no aparece por ningún lado. Recibe grandes cantidades de dinero de un cliente desconocido y con afán de seguir a alguien (porque debe hacerlo para respaldar su trabajo) vuela a Estados Unidos. Visita a Kate Schechter (quien apareció por primera vez en Iras celestiales) y le cuenta que estaba aburrido jugando con su teléfono cuando se dio cuenta que había respondido llamadas hechas desde su número telefónico. Algo raro, como si él tuviera pensamientos que no conociera y tuviera que llamarse por teléfono para contárselos.
Adams falleció antes de culminar El salmon of doubt, pero aún en una obra inacabada hay lecciones importantes que aprender. Al visitar los cimientos de este libro encuentro el método con el que trabajaba el autor, siempre abogando por el suspenso, siempre en la línea del sketch, en la parodia a los detectives. Noto un proyecto que aglutina las ideas de Kurt Vonnegut, Lewis Carroll, Richard Dawkins y Steven Pinker.
Sobre la trama diré que la novela arranca con el ascenso de un hombre a una montaña, Dave, quien desea visitar el templo de San Clive. A partir de ahí se van revelando ciertas vetas del texto que parecen un tanto disparatadas pero van desarrollándose, a trompicones si quiere, con el habitual ritmo trepidante de las novelas de Adams. Trabajaba marcando perfectamente los senderos narrativos en capítulos cortos, armados con oraciones simples que buscan únicamente desarrollar el misterio. Recurre al viejo truco del corte abrupto de las acciones para incrementar el suspenso de los hechos y coloca escenas de apariencia extravagante y risible (faxes que afirman que a través de las membranas nasales de los rinocerontes se pueden realizar viajes en el tiempo, rinocerontes que aparecen en albercas, asesinatos misterios y portales dimensionales) que posteriormente serán contextualizadas en un misterio mayor. Así aprieta, con puro suspenso, los puntos nodales de la historia que se perfila como una revelación científica matizada por la intervención de otros seres del universo.
Al leer a Adams nos enteramos que profesaba una gran afición por la locura inglesa reflejada en la ficción anglosajona desde P. G. Wodehouse hasta Monty Python. Eso incluye a Doctor Who, pues Douglas escribió algunos de los guiones.
Probablemente Adams creó a Dirk para no tomarse muy en serio, para sondear proposiciones científicas en relatos detectivescos. Ni siquiera su más optimista amigo imaginó el éxito que tendría con estas historias. De pronto se convirtió en una celebridad y eso le robaba la calma para crear sus múltiples anhelos de diversión literaria.
Esta novela inconclusa es relatada por una voz en tercera persona, fría y distante emocionalmente de los hechos, que da cuenta de un rinoceronte en una alberca, dinero a raudales misteriosamente aparecido, aerolíneas dispuestas a facilitar el viaje de Dirk a Albuquerque, una puerta dimensional que se abre en la Tierra y sugiere el inicio de una pesadilla (monstruos demoniacos aparecen en escena) y, obviamente, todo va urdido por un mal mayor: la posibilidad de que un meteoro destruya nuestro planeta. Todos los elementos son pistas de un misterio más grande que con un toque paródico disuelven la formalidad y agradan el sketch.
The salmon of doubt queda como un museo en el que pueden comprenderse los motores, la ignición en sí, de un artefacto que refleja la pasión, el único y verdadero motor de quien labora a oscuras, sin red de protección, en los abismos de la narrativa.