Humberto Musacchio
Septiembre 01, 2016
Es conocido el nexo de la Universidad Panamericana con el Opus Dei, a lo que por supuesto tienen derecho los seguidores de Escribá de Balaguer. Se dice que en esa casa de estudios se hacen trabajos de reclutamiento para una organización religiosa, lo que es muy probable, pero no constituye delito ni es para criticarse, pues no se engaña a nadie.
En la educación privada, la Universidad Panamericana es de las pocas instituciones que realizan investigación, lo que dicho de otra manera es renovación y actualización del conocimiento. Por citar sólo un caso, en sus aulas trabaja José Luis Ortiz Garza, uno de los principales investigadores sobre medios de comunicación, destacadamente del desarrollo de la radio mexicana, renglón al que ha hecho grandes aportes, derivados de sus indagaciones en bibliotecas y repositorios documentales de Estados Unidos.
En la Panamericana hay profesores excelentes, medianos y suponemos que también los hay malitos, como en todo centro de enseñanza de la república. No pocos serán de una honestidad impoluta y seguramente andan por ahí otros de moral menos firme, más propicios a la componenda que al compromiso con el conocimiento.
El asunto viene al caso porque, de acuerdo con la investigación de Carmen Aristegui y su equipo, la tesis de licenciatura en derecho de Enrique Peña Nieto tomó prestada de diversas fuentes casi una tercera parte de su contenido sin citar la fuente ni dar indicio alguno del origen de esos textos. Salió a defender la pureza de aquel documento el hombre que presidió el examen profesional del indiciado, celebrado en 1991, y dijo que todo se reducía al odio que le profesa Carmen Aristegui al Ejecutivo, lo que no tendría mayor importancia, pero sucede que ese señor es ahora magistrado y es fácil imaginar lo que entiende por justicia.
Por su parte, las autoridades de la Universidad Panamericana procedieron a analizar la tesis en cuestión (El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón) y todo el procedimiento de titulación para concluir que “cumplió con los requisitos de tiempo y forma vigentes”, lo que por supuesto es falso, pues eso es precisamente lo que se impugna: el que no se hayan respetado las normas que debe cumplir toda tesis profesional.
El análisis del caso arrojó conclusiones de interés público, aunque ciertamente tímidas y titubeantes, pues de acuerdo con los expertos de esa casa de estudios, el documento “presenta ideas propias, ideas ajenas citadas e ideas ajenas no citadas”, en realidad citadas, pero sin acreditación de su origen.
Quienes revisaron la tesis, encontraron que el documento contiene “reproducciones textuales en las que se da crédito al autor en forma ambigua e imprecisa” y otras en las que se da crédito al autor original, “pero no a la fuente de la que fue tomada la cita”. Los analistas de la Panamericana olvidaron mencionar que la tesis contiene textos sin fuente alguna, como si fueran del propio aspirante a la titulación.
Finalmente, la Facultad de Derecho de la citada Universidad, concluyó que “se trata de un caso sin precedentes”. ¿De veras? Resulta difícil creer que todos los titulados en la Panamericana lo han hecho de manera impecable, con tesis originales que acatan todas las disposiciones inherentes a la elaboración de esta clase de documentos.
Para los señores de esa Universidad “no existen disposiciones en los cuerpos regulatorios aplicables a ese procedimiento de titulación”, de donde se puede deducir que la normatividad de esa institución permite que los aspirantes a un grado puedan entregar una tesis pirata, copiada, mal redactada, sin aparato de erudición o con abundantes remiendos de origen ajeno e impreciso.
Para colmo, los señores que analizaron la tesis en cuestión, juristas todos, aseguran que el Reglamento General de la Panamericana “no es aplicable a ex alumnos”, aunque se discute lo que hizo para titularse no un ex alumno, sino un alumno. Para cerrar la puerta a eventuales reclamaciones, los revisores dicen que “estamos frente a un acto consumado sobre el que es imposible proceder en ningún sentido”, lo que huele a cobardía.
La cereza del pastel es que la Panamericana solicitó a la Universidad Nacional Autónoma de México “que confirme por escrito ese criterio”, de “no, pos no se puede”. Casi podemos adelantar que los unamitas dirán: “¿Y nosotros por qué?”. ¿O acaso los abogados de la UNAM van a condenar al plagiario? Por favor.