EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Vida y obra de Fernando González Gortázar, promesa de felicidad

Ana Cecilia Terrazas

Octubre 15, 2022

Para Matiana y Narda

Hace una semana falleció Fernando González Gortázar. Arquitecto inigualable, artista plástico rotundo, melómano singular, figura imprescindible para la producción y comprensión de la cultura mexicana.
Cualquiera que haya cubierto la fuente cultural, desde los años sesenta hasta hace muy poco, conocía y valoraba la relevancia de estar cerca de González Gortázar por su genuina sencillez, por la generosidad para compartir su vasto conocimiento popular, universal, y por su capacidad crítica sobre el ámbito artístico, político, del gran capital y de la banalidad.
Cariñoso siempre, independiente, firme y quejumbroso también, en cada una de sus conversaciones, gustos y creaciones destacó no solamente por su estética de resistencia sino por su convicción y vocación orgánica, tocando el tejido del espacio, del tiempo, el paisaje, las plantas que admiraba tanto, el corazón de la gente.
El mejor homenaje para González Gortázar será insistir en que se difunda, lea, vea, toque, busque, goce y se pueda acceder a su obra, por eso retomo flashazos de ésta, citas que resuenan con su pensamiento y voz.
Imperdible para quien lo desconozca es el libro-catálogo de la retrospectiva Fernando González Gortázar. Resumen del fuego, publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (2014).
Para quien no habite la Ciudad de México y venga de repente, se le recomienda no perder de vista La Gran Espiga, escultura monumental en Parque San Andrés, en la alcaldía Coyoacán; el Cubo de Herrumbre, anfitrión excelso del Museo Rufino Tamayo; sus Columnas-viento, sobre el Paseo de la Reforma a la altura de los museos, y su escultura Homenaje al corazón en el camellón de la avenida Miguel Ángel de Quevedo. Esta última forma una tríada con esculturas de Manuel Felguérez y Vicente Rojo, sus magníficos y cercanísimos amigos a quienes lloró en estos años recientes.
En cuanto a obras, inmersas con elegancia y gran porte en el contexto, dialogando con prudencia, respeto, innovación y galanura con el paisaje, él decía que la que más le gustaba era el Paseo de los duendes –la Ola blanca y el Emblema de San Pedro también– en San Pedro Garza García, Nuevo León.
La capacidad de Fernando González Gortázar para incorporar los elementos exactos y propulsores de cada episodio de la cultura mexicana está retratada cuando habla de la “composición del lugar” sobre los años cincuenta en su libro Las Torres de Ciudad Satélite (Arquine, 2014), monumentos de Luis Barragán y Mathias Goeritz*.
Amplio es el legado de González Gortázar, aunque lo inaudito es que no haya más. Habría que ver todo lo hecho y también revisar lo ‘no construido’. Creador de tiempo completo, pensador incansable, viajero. Eran verdaderamente una delicia sus relatos sobre las expediciones que hacía periódicamente a África, guiado físicamente por alguien nativo y literariamente por Richard Burton, el explorador del siglo XIX.
Fernando González Gortázar amaba desmesuradamente a sus hijas, nietas y nietos; tenía profundo respeto a sus yernos. Si de algo murió González Gortázar, si por algo se quiebra el ánimo de alguien tan amante de la vida, es por la falta de proyectos a imaginar, hacer y aterrizar.
En 2009-2010 Fernando Chamizo tuvo el tino, la oportunidad y la visión para lograr que grabara una serie sin parangón para la historiografía musical llamada Cancioncitas, con producción de Emiliano López Rascón, transmitida por Radio UNAM y por el Imer. En ésta compartió su erudición desde su pasión incontrovertible en torno de la música del arranque del siglo XX: el corrido, la canción yucateca, Guty Cárdenas, la Revolución mexicana y otras, la canción ranchera, Agustín Lara, Lucha Reyes, las y los intérpretes de época, Jorge Negrete, el bolero, el trío Calaveras, María Grever y Rafael Hernández, Cri-Cri y Chava Flores, Gonzalo Curiel y Gabriel Ruiz, Consuelo Velázquez y Andrés Huesca, José Alfredo Jiménez, el son; México en el extranjero y el extranjero en México.
Esta columna escrita ahora por estas razones coyunturales, no la hubiera querido escribir nunca. Remato eludiendo los tonos bajos para elevar su memoria con una cita de él mismo:
“Tenemos que concebir el trabajo, el arte, la arquitectura, la ciudad y el urbanismo como una promesa de felicidad”. (1993)**.

@anterrazas

* Página 25
** Tomada del libro Fernando González Gortázar. Resumen del fuego, INBA, 2014.