EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Vigencia de un mensaje político

Héctor Manuel Popoca Boone

Septiembre 18, 2023

Acongojado y con gran tristeza por el devenir y porvenir violento, ilegal e inseguro en que se desenvuelve el estado de Guerrero; y con motivo del XXIII aniversario luctuoso del gobernador, Alejandro Cervantes Delgado (ACD), hago remembranza del mensaje político que dijo con motivo de su primer informe de gobierno (1983).
A él le tocó conducir los destinos del estado, en una época de fuerte crisis económica nacional, que obligaba a una severa restricción y austeridad en el ejercicio del gasto público; en el contexto de severas devaluaciones del peso mexicano y de la concomitante inflación galopante, mismas que elevaron los precios de los productos a niveles exorbitantes depauperando la economía popular drásticamente. La pobreza y la desigualdad nacional se ensanchaban cada vez más, sobre todo en Guerrero que ya de por sí era un estado con múltiples carencias. A las puertas estaba, de nueva cuenta, el posible resquebrajamiento y la subsecuente violencia social.
En su mensaje político ACD hacía énfasis en: a) la austeridad obligada en el ejercicio del gasto público; b) en la atención especial que su gobierno otorgaba, preferentemente, a las mayorías desprotegidas; c) la participación popular en las tareas de gobierno; c) la coordinación de los esfuerzos institucionales; y d) la concertación y el diálogo como único camino para superar diferencias y resolver las contradicciones del desarrollo social. Aseveraba que la condición indispensable para mantener la tranquilidad social era la existencia de “la confianza del pueblo hacia sus gobernantes, que es el resultado de nuestra transparencia en el ser y en el hacer.”
Le importaba mucho el respeto que le daba su gobierno a la libre manifestación plural de las ideas; porque consideraba que era en la expresión ciudadana donde se condensaba el sentir de las mayorías, en cuanto a decidir los derroteros del estado y el destino de la vida de los guerrerenses. Con firmeza asentaba que “los factores adversos pueden ser neutralizados, por lo menos en sus aspectos más sensibles, cuando existe la predisposición de sobreponerse a ellos, y cuando tal disposición estaba enraizada en la base popular”.
Como consigna gubernamental postulaba que debía de darse un trato desigual a desiguales, y que las restricciones presupuestales deberían ser más benignas en las regiones que acusaban un mayor rezago; permitiéndoles a sus habitantes una mayor participación en las tareas de su propio desarrollo. Necesario era hablarles con la verdad sobre la escasez de recursos públicos, que deberían de ser complementados con la participación activa y entusiasta de todos para la concreción de obras y servicios demandados, porque el respaldo del pueblo era un factor decisivo para tal fin; priorizando siempre la modesta obra pública comunitaria de fuerte impacto social. De ahí que adoptó una política de puertas abiertas, de transparencia y de diálogo. Consciente de que, como siempre, “han sido los humildes, los que nada tienen que ofrecer excepto su generosidad sin límites, quienes han acudido a nuestro llamado, trabajando más y produciendo más, para reducir los términos de la crisis que circunstancialmente nos golpea”.
En ese mensaje político, ACD citaba como ejemplos a seguir los esfuerzos de las mujeres de Azoyú, Costa Chica para desarrollar su crianza de puercos; al pueblo de Chichihualco por su esfuerzo comunitario para introducir agua entubada a la población; los esfuerzos de la colonia Obrera en Chilpancingo, por su tesón de procurarse los servicios públicos municipales indispensables. Los mencionaba como emblemas de la excepcional reserva humana de Guerrero; es por eso que veía con optimismo el futuro de nuestra entidad en el entendido que “las cosas materiales se devalúan y deterioran, pero nunca los seres humanos de espíritu, mucho menos los que aman su patria chica”. Para ACD fueron tiempos difíciles, pero de ningún modo insuperables; con entereza de ánimo, honestidad y con trabajo productivo, aseguraba que se podría darle la cara al porvenir.
La crisis, decía ACD, pone a prueba nuestra capacidad y nuestra voluntad, nuestra inteligencia y nuestro esfuerzo laboral, para gobernar los acontecimientos, no para ser víctima de ellos; para salir al paso de los obstáculos, y buscar cómo franquearlos, no para sumirnos en la incertidumbre, zozobra y temor. “¡Porque no es el pueblo el que se equivoca! ¡No son las instituciones las que cometen errores, ni es nuestro sistema político el que suele contradecir nuestros objetivos! ¡Señores, seamos sinceros y reconozcamos que somos nosotros, los hombres y mujeres del quehacer público cuando no somos capaces de traducir en soluciones las necesidades populares, o cuando nos desviamos en los principios ideológicos que decimos tener!”
Corolario: para hacer hoy en día una convocatoria pública similar a la que hizo ACD al pueblo guerrerense, se requiere que nuestros gobernantes (estatal y municipales), los titulares de los poderes establecidos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), los altos funcionarios públicos (del estado, los municipales y los delegados federales), tengan la suficiente autoridad moral, honestidad, laboriosidad y altura de miras para guardar congruencia entre el ser, el decir y el hacer en forma conjunta y estrecha con la ciudadanía activa. Virtudes que no poseemos en buena cuantía, lamentablemente. ¿O no?

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