Abelardo Martín M.
Noviembre 03, 2020
Es de sobra sabido que algunos publicistas audaces (y hasta deshonestos) utilizan la mentira –o la verdad a medias– como su principal instrumento de trabajo. “Una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad” argumentan muchos de ellos con cinismo. Buena parte de los políticos han caído en esa trampa y con el surgimiento de las redes sociales, muchos de ellos han intentado engañar con mentiras conscientes y repetidas.
Todo esto ocurre en “tiempos normales”, pero se intensifica gravemente en las campañas electorales. El pueblo se convierte en el rehén de políticos mentirosos y cínicos, quienes en su afán de mantenerse en el poder son capaces de mentir y utilizar a los publicistas (o viceversa) para mantener al pueblo en la esperanza de las promesas repetidas mil veces e incumplidas siempre.
Con el trasfondo de las elecciones en Estados Unidos, nación que hoy martes optará por reelegir a Donald Trump o, en una decisión poco frecuente, sustituirlo e impedirle que cumpla el segundo, con la llegada de Joe Biden, del partido demócrata. En México se inicia ya también la temporada electoral, que tanto distraen y poco forman ciudadanía. Es bien sabido que la democracia no es sólo el ejercicio electoral y en nuestro país, el ahora Instituto Nacional Electoral se convirtió en una burocracia ineficiente a la que lo último que le importa es formar ciudadanos. Sus campañas publicitarias son el mejor ejemplo de autoridades ineficientes.
Aquí las elecciones no están en lo inmediato, aunque tampoco lejanas; faltan más de siete meses, en junio de 2021 se elegirán quince gobernadores, quinientos diputados al Congreso de la Unión, congresos locales y centenares de ayuntamientos.
Los movimientos para elegir candidatos iniciaron y el más notable es la salida del gabinete del secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, quien se perfila como el candidato con más posibilidades al gobierno de Sonora.
También han solicitado licencia algunos legisladores y han renunciado varios de los “superdelegados” nombrados en las entidades donde ahora pretenden contender por las gubernaturas restantes.
El activismo pre electoral se convirtió ya en el principal riesgo para el cambio, pues muchos de los funcionarios municipales, estatales y federales, de acuerdo al partido político en donde militen, se ocupan más de trabajar por su próximo cargo que por hacer su trabajo gubernamental con eficacia. Esto puede ser el cáncer de los gobernantes provenientes de Morena que opten por utilizar sus cargos y hacer proselitismo electoral.
Los gobernadores de los demás partidos políticos ven en las elecciones del 2021 la oportunidad para enfrentar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador e intentar llevar agua a su molino y lograr romper la mayoría que Morena ostenta en el Congreso de la Unión. Su apuesta es quitarle la mayoría a Morena en la Cámara de Diputados.
Sin duda alguna y aprovechando esos tiempos, gobernadores de oposición integrantes de una “Alianza Federalista” confrontan al Presidente, con la bandera de un mejor reparto de recursos fiscales, pero llevando el pleito hasta la amenaza de romper con el pacto federal, es decir, destruir a la República.
Todo ello en una etapa extraña e incómoda, dominada por el estupor y la impotencia mundial ante la pandemia del coronavirus, que ahora amenaza con el rebrote que ya empieza a paralizar de nuevo al planeta entero.
En ese escenario de pesadilla llegamos en México al Día de Muertos, que en cualquier otro momento habría sido, por un lado, oportunidad tradicional para el recuerdo y el acogimiento de quienes se han ido, y por otro, posibilidad de aprovechar el “puente” para el turisteo y el esparcimiento.
No ha podido ocurrir ninguna de las dos cosas. Los cementerios permanecieron cerrados en prácticamente todo el país, para impedir que las concentraciones multitudinarias disparasen una nueva oleada de contagios del coronavirus, ahora que las autoridades sanitarias mundiales advierten de su rebrote, y en México también se advierte el repunte de casos y de fallecimientos.
El turismo no se prohibió, ni se podría hacer aquí, en que la estrategia ha estado basada en el convencimiento de la población y no en medidas autoritarias. Pero los mensajes disuasivos y la permanencia de la epidemia han tenido el efecto de impedir que el flujo de visitantes se desborde.
En Acapulco y en otros puntos turísticos de Guerrero, destinos clásicos de puentes y días de asueto, esta vez la ocupación se mantuvo en niveles de alrededor del 40 por ciento, aunque algunos medios de comunicación hablaron de saturación, y criticaron la falta de operativos federales y municipales para evitar excesos y transgresiones a las normas sanitarias.
El riesgo con estas fechas es que por supuesto al olvidarse o dejarse de lado las precauciones de salud, terminen por revertir y agravar la tendencia epidémica. Así ocurrió desde el inicio de este mal, cuando en mayo, alrededor del Día de las Madres, las reuniones familiares no sólo impidieron que la enfermedad remitiera, como era la expectativa, sino que partir de entonces fue en ascenso y ha costado meses terribles de muerte e incertidumbre. Casi cien mil muertos y un millón de contagiados son la prueba de la maldad y agresividad del virus que permanece al acecho, listo para saltar y cobrar víctimas.
Nunca será tarde para reiterar que sin la prudencia y disciplina de la gente la calamidad tardará mucho más en pasar. Guerrero llegó a tener tendencias alarmantes en este sentido, y aunque en las pasadas semanas las cosas han ido mejor, preocupa que en los mercados en el puerto y en la capital la gente no se lo toma en serio, no observa distancias ni usa mascarillas y se congrega y convive como en los buenos tiempos normales.
Ojalá que en los próximos días no se reviertan al alza las cifras del Covid como hay la alerta mundial y nacional. Ojalá también, que la contienda electoral que se avecina se encauce por las vías de civilidad por parte de partidos y candidatos, y que no nos amenacen con el petate del muerto.
Pero también, ojalá y la sacudida que ha provocado la pandemia en el mundo repercutiera en la forma de hacer campañas electorales y que las mentiras tuvieran un costo efectivo sobre quienes las utilizan de buena o de mala fe, trátese de ideologías de derecha o de izquierda, extremos que cada vez están más alejados de la práctica política, porque como han dicho varios especialistas, en la actualidad la mayor parte de los gobernantes están “amontonados en el centro”.