EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¡Viva México!, ¿cuál México?

Jesús Mendoza Zaragoza

Septiembre 19, 2016

En un contexto de creciente descontento social generado por un sistema político corrupto y antisocial, representado por la clase gobernante actual, la conmemoración de la Independencia de México dio lugar a diversas expresiones de un pueblo lastimado por decisiones y escándalos del poder político.
Son muchos los mexicanos que tienen la idea de que no hay nada que celebrar debido a las condiciones deprimentes que perciben en el país. El “grito”, la “noche mexicana”, los desfiles y demás ingredientes de esta conmemoración se han quedado vacíos porque no contienen la crítica sustancia actual de la patria sumida en medio de diversos flagelos. Pobreza extrema, violencia, impunidad y corrupción, como características del México de hoy, vacían estas “fiestas patrias” de su real contenido. En lugar de avanzar, México está retrocediendo, es la percepción generalizada.
Otros han aprovechado esta oportunidad para expresar repudio por los gobiernos que tenemos, en general. Pero en particular, el repudio se ha expresado contra el presidente Enrique Peña Nieto, a quien se responsabiliza de una pésima conducción del país, al grado de que hasta su propio partido lo está dejando aislado. De hecho, ya se han dado manifestaciones públicas en este sentido, pidiendo su renuncia. Hay que señalar que esta posición va creciendo y hoy es impredecible hasta donde pueda llegar.
Otros más han optado por los festejos tradicionales en las sedes de los poderes estatales y municipales, festejos más folklóricos que cívicos. Tristemente hubo acarreados en la Plaza de la Constitución la noche del 15, víctimas del corporativismo y del clientelismo, utilizados desde el poder para armar un espectáculo que ya perdió respaldo social.
Pero los más, la gran mayoría, la de los sobrevivientes de la pobreza y de la violencia, siguen al margen de todo, al margen de las fiestas, del rechazo a las mismas y del repudio contra los gobernantes en este contexto. Las condiciones de vida les han impuesto a estas multitudes una prioridad: sobrevivir al margen de lo que está pasando en el país. Las actuales condiciones económicas y políticas del país los han sumido en la desesperanza y no les permiten mirar más allá de la necesidad de sobrevivir. Y para sobrevivir, concentran todas sus energías en resolver las necesidades inmediatas solamente.
¿Qué otra cosa pueden hacer miles de familias postradas por el desempleo, las enfermedades, el hambre, la violencia y el abandono generalizado? Lo que pasa en la política y en la economía del país queda fuera de su enfoque primordial, que es sobrevivir en sus precarias condiciones. Este es un rostro de inhumanidad que está muy presente en el país y que se manifiesta en la decisión implícita de renunciar a ser ciudadanos con poder en sus manos. La impotencia es parte de su historia y de su visión de la vida.
La otra cara de inhumanidad que tiene el país es la de las élites encerradas en sus burbujas de poder, que se han comportando de manera insolidaria y, aún más, han contribuido al gran desastre social tan patente y visible por todas partes. Políticos, empresarios, intelectuales, comunicadores, eclesiásticos, todos ellos privilegiados por el poder se comportan como lo peor de la humanidad. Porque lo peor es eso: abandonar a su suerte a los sufrientes, a los más desprotegidos. Con estas élites, el país no necesita enemigos en el exterior.
Considero que, aun en este contexto, es necesario conmemorar nuestra historia nacional, pero de manera diferente. Dije conmemorar y no festejar. Las conmemoraciones que están prevaleciendo son folklóricas y vacías de memoria. Es más, son funcionales a los intereses de las élites que se encargan de armar espectáculos que siguen alimentando la amnesia nacional. Nuestras “fiestas patrias” no inspiran a los mexicanos a continuar con las luchas de los pueblos insurgentes hace más de dos siglos. No inspiran para la justicia, la libertad, la igualdad, la participación y la paz.
El grito de ¡Viva México! tiene que ser referido a ese México profundo que está cargado de dolor porque ha sido excluido sistemáticamente de los beneficios de la modernidad: de la democracia y del desarrollo. Ese México profundo en el que están amontonados los indígenas, las víctimas de las violencias, los empobrecidos, las mujeres, entre otros; ese México profundo que está en los territorios controlados por el crimen organizado; ese México profundo que está en los vastos recursos naturales destrozados, tendría que estar en el centro de esta conmemoración nacional. Ese es el México verdadero, el que reclama justicia y libertad, el que requiere solidaridad y respeto a sus derechos, es el México que debiera ocuparnos a todos.
Este México, el de los sobrevivientes está en situación de emergencia y tiene que ser atendido. Si no se salva este México, nadie más se salva. Este México ya no quiere sobrevivir, reclama vivir. Vivir con dignidad, vivir con libertad, vivir con justicia. Este es el México que queremos que viva, como condición para que vivamos todos. De otra manera, el país no tiene futuro. Dejemos que emerja este México y se vaya levantando por sí mismo. Desarrollo y democracia son los componentes para incluir a este México, siguiendo los ideales de nuestros libertadores insurgentes.