Julio Moguel
Julio 24, 2016
Mirada de pájaro al tema del libro y de los medios cibernéticos
En los tiempos que corren, violentos y furiosos, fugaces y en muchos sentidos inasibles, cabe reflexionar sobre la importancia del libro en papel y de otros medios impresos (revistas, prensa local, regional, nacional e internacional) frente a las realidades de las publicaciones o de los escritos “electrónicos”. Partiendo de mostrar o de sacar a luz lo que resulta ser una creencia equivocada: que los medios cibernéticos se dirigen a enterrar a los medios en tinta (en papel), y de que la excelencia en la formación –cualquiera que ésta sea, incluyendo la académica y, en particular, la universitaria– se alcanza o mide por el uso de la lectura y del estudio en pantalla y por el uso recurrente a la escritura electrónica. (Para el caso de las universidades: se mide el rango de “excelencia” por el número de computadores existentes en el registro).
Creencia ésta –la de la preeminencia necesaria en el uso de medios electrónicos–que choca con realidades actuales muy distinguibles y con fáciles formas de comprobación: las librerías crecen y se multiplican como hongos, con fuertes grupos editoriales y extranjeros que se ocupan de obtener del libro impreso no desdeñables ganancias, en redes y complejos empresariales que tienen nombres conocidos, como los de la (Red) Gandhi, (también Red) Fondo de Cultura Económica o (Red) Sótano (por sólo mencionar algunas de las más conocidas).
Más aún: una visita guiada a determinados circuitos de la Ciudad de México –podríamos extender los ejemplos a otros espacios urbanos del país– podría comprobar que en los últimos años las denominadas librerías de viejo crecen y se desarrollan en no malas condiciones de salud, sin que para su sobrevivencia y crecimiento requieran de algún subsidio gubernamental.
Si faltara algún ejemplo para establecer los parámetros reales sobre los que se mueve la importancia del libro y de otros medios impresos en el plano del desarrollo de la educación media superior y superior sólo hay que acudir al registro de las Ferias Internacionales del Libro que llevan a cabo no pocas universidades, entre las que destacan la Universidad de Guadalajara o la Universidad Veracruzana, sin dejar de mencionar de paso las ferias del Estado de México o la de Mérida.
La de Guadalajara muestra un aspecto relevante de lo que, más allá de su incidencia en la enseñanza escolarizada, significan las Ferias del Libro en el plano nacional e internacional: la capital de Jalisco es más conocida en el mundo por su FIL que por su Universidad, lo que hace pensar que las bondades o los beneficios de este tipo de eventos se extienden a otros importantes ámbitos de la cultura y del desarrollo local, regional, estatal.
Pero hay algo más a la vista…
Pero acaso pudiéramos pensar que en México aún no se da el esperado o proyectado proceso de extinción de las publicaciones en papel porque “somos un país subdesarrollado” o de “desarrollo medio”. Lo que implicaría suponer que en los países “más avanzados” la cibernetización de la cultura (digámoslo así) se encuentra ya en plena madurez y con evidencia. Pero justo aquí tendríamos que detenernos para observar con mayor detenimiento el mencionado fenómeno, y revisar que sucede en ese ámbito al interior del Imperio (bajo el supuesto de que Estados Unidos es un país “más avanzado” que el nuestro).
Dice la nota en La Jornada del 13 de julio de 2016 que cito sin economía de texto: “La venta de libros en Estados Unidos llegó a 27 mil 700 millones de dólares en 2015, cifra casi estable (-0.6 por ciento) en contraste con 2014, marcado por un repunte del formato en papel y una caída del libro electrónico […] De manera general 2015 fue un buen año para el papel, con cerca de 557 millones de libros de tapa blanda vendidos, y 997 millones de ejemplares de bolsillo, para un crecimiento de 0.9 por ciento en este último rubro […] Por lo demás, el volumen de negocios de los puntos de venta físicos aumentó (+1.8 por ciento) por segundo año consecutivo”.
Lo que lleva a afirmar a Tina Jordan, vicepresidenta de la Asociación de Editores Estadunidenses (AAP, por sus siglas en inglés), que “el libro de papel no desaparecerá, tampoco el libro electrónico”.
Minusvalía alfabética: enfermedad en progreso sin lectura de libros (en papel)
La lectura y el estudio en y a través de los medios electrónicos tienen ventajas indiscutibles, y, en lo que éstos llevan de vida, ganadas a pulso, pero no carecen de fuertes limitaciones. Una de las más relevantes: la lectura y el estudio en pantalla choca o se aleja de la lógica hermenéutica propia del (y necesaria al) proceso de aprendizaje, consistente en leer y releer, ir una y otra vez de “la parte” al “todo” y del “todo” a “la parte” (o a “las partes”), ligar y comprender los sentidos de mensaje que cruzan el texto de manera transversal (rizomática, dirían Deleuze y Guatari; ligas o vínculos “de correspondencia”, diría Baudelaire), y, último pero no menos importante: tener la oportunidad de dar un seguimiento de estudio o de lectura que pueda resolverse o culminar en cualquier momento del día (o de la noche, para el caso de los estudiosos nocturnos), en el “de repente” de esa específica “iluminación” que nos descubre el sentido de una frase, de un párrafo, de un capítulo o de una obra.
Se pudiera decir que esta “lógica hermenéutica” puede tener sus anclas definidas en el estudio y en la lectura en pantalla. Pero el proceso de aprendizaje es más difícil y tiene menos posibilidades de florecer: porque el “tiempo en pantalla” tiene sus reglas y sus condiciones adversas que cualquiera que conozca el uso y costumbre en la utilización de laptops y de computadores puede identificar.
Más aún: el estudio y la lectura en pantalla favorece o invita más al trabajo a galope que al que precisa de algún detenimiento o reflexión, lo que tiende a “producir” conocimientos genéricos o ambiguos en el “más o menos” de cualquier proceso temático de aproximación.
¿Y quién no identifica a estas alturas la perniciosa y por demás terrible costumbre del “corta y pega” en el estudio y lectura en los instrumentos cibernéticos o de computación? Con derivados no menos terribles en otros ámbitos de estudio como el que lleva a creer que la imagen en pantalla sustituye o puede bastar para el buen oficio de aprendizaje y/o de la educación. ¿Conocer un país, una región, una ciudad, un espacio vital distinto al nuestro por el dificultoso medio de viajar? No: diría quien se encuentre atado al espacio cibernético o computacional: basta con acudir a San Google para saber de qué se trata o “conocer”.
Muchas cosas más podríamos decir sobre el tema en cuestión. Pero creo que lo mencionado estas líneas resulta suficiente para comprender que la lectura y el estudio en los libros “en papel” no puede ser considerado a estas alturas como una “cosa juzgada” y fácil de pre-determinar.
Establezcamos entonces una primera y simple conclusión: todo proceso de enseñanza-aprendizaje y de investigación –universitaria, escolar o de cualquier otro nivel– tiene que apoyarse firmemente en dos piernas para andar: el que supone el uso de los medios electrónicos y sus extraordinarias facilidades para llegar a algún punto simple o complejo de conocimiento y/o de información; pero también el que supone la lectura de libros en papel, propios y seguros consejeros, acompañantes o amigos en el complejo proceso de aprender.
* El autor es el nuevo director de la Feria Internacional del Libro de Acapulco.