EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

Waldo Leyva y la insondable sencillez poética

Julio Moguel

Junio 10, 2021

En una de las exposiciones de la Feria Internacional del Libro de Acapulco, en el Fuerte de San Diego, el poeta Waldo Leyva escucha a Julio Moguel, el 27 de septiembre de 2016 Foto: El Sur
En una de las exposiciones de la Feria Internacional del Libro de Acapulco, en el Fuerte de San Diego, el poeta Waldo Leyva escucha a Julio Moguel, el 27 de septiembre de 2016 Foto: El Sur

Julio Moguel

En septiembre de 2016 tuve el honor de coordinar la Feria Internacional del Libro de Acapulco. El país invitado-emblema del encuentro fue Cuba, y el poeta a homenajear fue Nicolás Guillén. El espacio en el que se desarrolló la Feria fue el Fuerte de San Diego, y contó con el apoyo y acompañamiento, organizativo y en recursos, de la Universidad Autónoma de Guerrero, del Ayuntamiento de Acapulco y de la Secretaría de Cultura del gobierno del estado.
Uno de los escritores que formaron parte de la delegación cubana que nos acompañó fue el poeta Waldo Leyva, quien hizo más de una exquisita y artística participación.
Hace unas semanas cumplió su 78 aniversario de vida. Estas líneas están dedicadas en su honor, en un momento en el que, pocos pudieran dudarlo, es reconocido como uno de los más grandes poetas cubanos y de América Latina, sin dejar de considerar que ha sido traducido ya a otras lenguas.
A Waldo Leyva hay que seguirle las pistas. Diplomático y catedrático, conoce a México y a su literatura como la palma de su mano. Y no está por demás decir aquí que también es pintor, y de los buenos.
Entre otros de sus reconocimientos se encuentra el Premio Casa de América de Poesía Americana, en 2010, y el Premio internacional de Poesía Víctor Valera Mora, en 2012. Inagotable en su producción poética, el próximo septiembre recibirá un homenaje especial en el Festival Internacional Primavera de Lima. Waldo Leyva es, sin duda, como dice otro conocido poeta, uno de los imprescindibles.
Acompaño a este texto un poema de mi autoría, dedicado justamente Waldo, en el tenor y bajo la inspiración de una de las piezas más hermosas que tiene en sus haberes.
Y acompañamos esta serie con cuatro de los poemas que fueron leídos en la FIL del 2016 por el poeta eterno Nicolás Guillén.

II

Waldo Leyva es uno de los poetas más reconocidos en Cuba, desde 1974, cuando empezó sus andares en la materia. Desde entonces su producción en ese género no ha dejado de fluir, en un buen número de piezas que han iluminado el espacio de la Isla, pero también el de Latinoamérica y el de otras latitudes del planeta.
El pasado 16 de mayo cumplió 78 años, mismo día en que en 1917 nació Juan Rulfo, 25 años antes, y dos días antes de la muerte de José Martí, acaecida en 1985. Los astrólogos nos dirán si dicha sincronía tiene algún sentido o es mera casualidad. Pero sirve en este artículo para establecer un referente, sin pretensiones comparativas, de lo que identifica de alguna manera la poética de esos personajes que hemos elegido para hablar de lo que Eliseo Diego calificó como “la insondable sencillez”.
Nos centraremos en la poética de Leyva, haciendo sólo un apuntamiento de lo que nos parece pertinente en torno a la poética de José Martí.
Nos dice en un punto preciso el eterno Eliseo Diego en uno de sus ensayos:
“[Martí] supone que la poesía no es una construcción ingeniosa de la inteligencia, sino un acto fundamental o necesario del ser; [de] un saber [que emerge] desde el centro de la vida, un saber de comunión con las criaturas, un saber de participación […] un saber desde el ser […]”
Y de allí la capacidad de Martí de escribir poesía desde “la insondable sencillez”. ¿Quién no conoce, y canta una y otra vez partes de sus “Versos sencillos”?

Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes
y hacia todas partes voy:
arte soy entre las artes:
n los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas:
y salir de los escombros,
volando las mariposas.

[…]

La idea poética del hombre-palma o la del hombre-monte establece aquí una relación tan mágica e iluminadora que se funde con la idea de un ser humano ligado esencialmente a la naturaleza, pero también a un “todos” de los seres en rebeldía que son al mismo tiempo el “Yo” con el que se inicia el poema. Y si el hombre del que habla viene de “todas partes” y a “todas partes” va, entonces, –nos dice Diego–, el ser humano se convierte en “infinita posibilidad” y participa así en la universalidad del “Yo” con el que inicia el poema.
Para marcar por otro lado, el mismo Diego, una de las cualidades que identifican la poética moderna:
“No hay aquí voluta ni cardo dorado, recoveco de pasta roja, redundancia alguna. ¡Tanta sencillez escapa, inaprensible exhalación, al siglo XIX! Las páginas, pequeñas y esbeltas como los propios poemas, deja los márgenes que amaba Martí…los blancos de la respiración, el espacio para las resonancias”.

 

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(Rulfo llega aquí a nuestra memoria con plena naturalidad).
¿Y han leído –o escuchado– de Leyva, por ejemplo, “Hoy hicimos el amor como fantasmas”? ¡Tantos poemas suyos que aquí quisiera menar!

III

Decíamos que en esta sincronía poética del mes de mayo, en la que los astros se alinean para juntar a Martí, a Rulfo o a Leyva, no nos interesaba más que encontrar entre ellos la belleza posible de esa maravillosa “insondable sencillez”, que muestra sin duda que el origen del lenguaje no es la prosa. El mundo se ilumina primero, antes del habla prosística, con el habla poética, que en esa “insondable sencillez” es ritmo más que rima.
Sobre ello nos ilustra en otra parte, preciso, el propio Eliseo Diego:
“Cuando hablo de ritmo no me refiero, claro está, a lo que, en perspectiva, se llama “métrica”; la confusión de estos conceptos explica el horror que ha precipitado y precipita a tantos en el desarrollo del verso prosaico y aun de la prosa. Olvidando que aun la prosa ha de tener su propio ritmo. La explicación para mí, de este último hecho, es que la prosa procede del verso, y el verso fue en un principio rítmico, a fin de que fuese posible retener en la memoria las anales y la sabiduría de la horda”.

IV

Conocí a Waldo Leyva hace ya mucho tiempo, y hay un poema que me entregó desde entonces algunas de esas claves de la “insondable sencillez” de la poesía, antes de leer a Diego.
Una de esas piezas poéticas Waldo me dio algunas de esas claves. Quisiera reproducirla en este texto. Dedicado a Margarita, su mujer, se titula “Definitivamente jueves”:
Quiero que el veintiuno de agosto
del año de dos mil diez, a las seis de la tarde como es hoy,
pases desnuda atravesando el cuarto y preguntes por mí.
Si estoy, pregunta, y si no existo,
o me he extraviado en algún otro lugar de la casa,
de la ciudad, del mundo, pregunta igual, alguien responderá.
El primero de enero del año dos mil uno será lunes
pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada
tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
Las calles serán las mismas para entonces,
los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo,
muchos amigos no estarán
y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa,
de la ciudad, de mi país, del mundo.
Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar,
prepares la piel, el corazón, las ganas de vivir.
Hoy, cuando prefiguremos nuestra propia fantasía, tendremos que hablar o pensar en fechas futuras. Pero queda, del poema, que el día indicado, para quienes seguimos a Waldo, definitivamente será jueves.
A prefigurar dicha fantasía dedico el poema que sigue.

 

Caricias definitivamente en jueves

Julio Moguel

 

Para Waldo y su poema Definitivamente jueves

Quiero que ese jueves
exista un beso que rebote en el aliento,
que abra el campo del deseo;
Un beso inolvidable y suelto,
como la luz que deja un pájaro que pasa
o la de un pez que, igual,
sea fugaz y libre como el viento.

Manos suaves, femeninas,
someterán mi cuello sin pensar en pensar,
sin atracar en puerto,
manos blancas, sudorosas,
someterán mi barba,
hasta hacerme olvidar los andares cansados de mi tiempo.

Y ese jueves volveré a mirar el mar que me refleja,
Y el cielo que me envuelve;
cuando la Luna enamorada de los niños de este mundo
volteará sus ojos a los míos y a los tuyos
para decirnos algo…

Acaso también para invitarnos
a volar el vuelo libertario de la infancia y de las brujas.

La risa, la música y el humor en la poesía de Nicolás Guillén

I

La risa, la música, la broma y el espíritu satírico o burlón: armas de los pobres; formas de lenguaje que acompañan comúnmente la lucha por su redención. Presento aquí cuatro casos extraordinarios en que esas armas aparecen como canto en uno de los más grandes poetas latinoamericanos de todos los tiempos: para el gozo de los lectores y, sin duda, para la mejor comprensión del carácter libertario de esos recursos lingüísticos propios del espíritu caribeño.
Julio Moguel

Llegada

¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
El puño es fuerte
y tiene el remo.

[…]

Nuestro canto
es como un músculo bajo la piel desalma,
nuestro sencillo canto.

Traemos el humo en la mañana,
y el fuego sobre la noche,
y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
apto para las pieles bárbaras;
traemos los caimanes en el fango,
y el arco que dispara nuestras ansias,
y el cinturón del trópico,
y el espíritu limpio.

Traemos
nuestro rasgo el perfil definitivo de América.

[…]

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos de los
vencidos,
y en la noche, mientras los astros ardan en la punta de
nuestras llamas,
nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.

Adivinanzas

En los dientes, la mañana,
y la noche en el pellejo.
¿Quién será, quién no será?
–El negro.

Con ser hembra y no ser bella,
harás lo que ella te mande.
¿Quién será, quién no será?
–El hambre.

Esclava de los esclavos,
y con los dueños, tirana.
¿Quién será, quién no será?
–La caña.

Escándalo de una mano
que nunca ignora la otra.
¿Quién será, quién no será?
–La limosna.

Un hombre que está llorando
con la risa que aprendió.
¿Quién será, quién no será? –Yo.

Maracas

De dos en dos,
las maracas se adelantan al yanqui
para decirle:
–¿Cómo está usted, señor?

Cuando hay barco a la vista,
están ya las maracas en el puerto,
vigilando la presa excursionista
con ojo vivo y ademán despierto.
¡Maraca equilibrista,
Güiro adulón del dólar del turista!

Pero hay otra maraca con un cierto
pudor que casi es antiimperialista:
es la maraca artista
que no tiene que hacer nada en el puerto.

A ésa le basta con que un negro pobre
la sacuda en el fondo del sexteto;
riñe con el bongó, que es indiscreto,
y el ron que beba es del que al negro sobre.
Ésa ignora que hay yanquis en el mapa;
vive feliz, ralla su pan sonoro,
y el duro muslo a Mamá Inés destapa
y pule y bruñe más la Rumba de oro.

Cuando yo vine a este mundo

Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.

Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.

Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del son.
camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.

Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
Abajo, sueño y trabajo.

Hay gentes que no me quieren,
Porque muy humilde soy;
ya verán como se mueren
y que hasta su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.

Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!