EL-SUR

Jueves 05 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

XV

Silvestre Pacheco León

Enero 29, 2017

Amsterdam

Jueves 6 de octubre del 2016. Llegó para nosotros el gran día para visitar Amsterdam. Viajamos desde la ciudad de Harwigh en el sur de Holanda, a dos horas de distancia y con 12 grados de temperatura.
El trafico en la autopista es desahogado. Son las doce del día. En una gasolinera de la Shell llenamos el tanque con 33.88 euros. El precio por litro es de 1.54 euros.
El espectáculo en el camino sigue siendo el mismo que en el resto del país: interminables y verdes potreros, vacas de la raza holandés, muchos borregos y chivos, un gran lago de agua azul con cisnes que lo hacen apacible.
Los sembradíos de maíz dan un poco de familiaridad al paisaje. Pronto llegamos a la capital, y dejamos el auto en uno de los amplios estacionamientos de la entrada, después nos encaminamos a la parada del tranvía para llegar al centro.
Con el boleto del estacionamiento subimos gratis, y en diez minutos estamos llegando a la imponente plaza central de la Venecia del norte, como también le llaman a esta ciudad de edificios renacentistas que compite en canales pluviales con aquella isla de Italia (cuenta con más de 160 canales e infinidad de puentes convertidos en un atractivo más del modelo arquitectónico que luce Amsterdam).
El frío hace que nos abracemos mientras esperamos en la fila para abordar la lancha que nos llevará de paseo mientras el clima mejora. Por fortuna se ve acogedora, cerrada por el frío con puertas y ventanas de cristal.
Todos a bordo son muy amables, también en eso se parecen a los conductores de las embarcaciones que conocimos en Venecia.
En ese clima que empezamos a detestar nos admiramos del coro que festeja a un grupo de amigos que van delante de nosotros, en una lancha descubierta, y brindan con vino espumoso sin importarles el frío ambiente.
Una de las diferencias con Venecia es que Amsterdam tiene también medios de transporte terrestres, desde luego, las bicicletas en primerísimo lugar.
Por cierto que el único accidente vial que presenciamos durante nuestra estadía en Holanda fue precisamente aquí, en Amsterdam. Una muchacha en bicicleta atropelló a un joven visitante que cruzó la calle sin precaución. Ella misma le prestó auxilio y el hecho no pasó a mayores.
Todo parece estar bien organizado en esta la ciudad que cuenta con un poco más de 800 mil habitantes (casi como Chilpancingo), para recibir 14 millones de visitantes al año, (las cifras sobre el número de turistas que recibe, varían, pero calculan que podrían llegar a los 23 millones para el año 2025).
Lo único cierto es que el gobierno de la ciudad se ha propuesto dejar de gastar en publicidad para que la calidad de sus servicios no desmerezcan.
Claro, tiene agua abundante y supongo que los ingresos por turismo permiten grandes inversiones, aquí abundan los museos ( sólo visitamos el de Vincent Van Gogh y Rembrandt), también la casa donde por dos años estuvo escondida Ana Frank, la niña judía con su familia, hasta que fue descubierta y luego deportada a un campo de exterminio por los nazis.
La historia que cuenta en su diario no puede dejar de leerse para tener una idea del daño que puede provocar la intolerancia.
Paseando por esta ciudad de vasta cultura uno piensa en el secreto que encierra, capaz de hacer sentir con plenitud la alegría, la libertad y la paz.
No puedo decir que sea el consumo de drogas o la liberalidad sexual, o ambos, lo que ayuda a crear este ambiente tan peculiar que define la tolerancia, pero es seguro que son una parte del todo.

En Acapulco la réplica tolerante

Esta sociedad de tolerancia que atrae a millones de personas de todo el mundo me lleva a la idea de lo que podría suceder si Acapulco se pudiera liberalizar el consumo de la mariguana y legalizar la prostitución.
Quizá eso pudiera generar empleos bien pagados, dinamizar la producción de bienes y servicios locales provocando mayores ingresos económicos que repercutirían positivamente en el pago de impuestos.
Tenemos mar con playas únicas y un clima que ya quisieran disfrutar los holandeses. Sin duda un paraíso que podríamos ofrecer a los visitantes que se convertirían en los principales promotores de nuestros atractivos en el mundo.
No creo que sea muy dificultoso abrir los coffeshop en la Costera y darle mejor presentación a la zona roja para que los consumidores de droga y sexo se sientan seguros.
En Amsterdam la gente pasea en las calles sin importar la hora ni el clima. Dicen que en realidad son cuatro los climas durante el día, justo como Chilpancingo.
Las tiendas de todo están siempre saturadas de compradores (los principales souvenirs: zapatos, sombreros y gorras; molinos, tulipanes), y en las plazas son intermitentes los grupos de paseantes. Dicen que en la ciudad se han contado hasta 170 lenguas diferentes.
Más de veinte de cada cien visitantes llegan a la ciudad sólo para conocer los coffeshops, lugares de venta de drogas legales (les llaman drogas blandas, porque las duras como la coca y la heroína están prohibidas), y en anuncios las autoridades piden no hacer trato con los dealers para desalentar su consumo y la violencia que conlleva.
La mariguana y el hachís se pueden pedir y consumir como si se tratara de un café. Los coffeshops están siempre llenos, de consumidores de droga y de humo.
Uno llega y puede ver la carta para pedir la mariguana que mejor le apetezca. Si es tu primera vez te recomiendan de cual fumar y si eres reincidente, también. La mariguana de Jamaica está de moda y dicen que la producida localmente es de excelente calidad.
El carrujo cuesta 5 euros y puedes disponer hasta de cinco gramos.
Lo que es un mito es que sólo en los cafés se pueda fumar porque el paisaje urbano más natural son las plazas y esquinas donde los jóvenes se drogan a placer sin que nadie les moleste, todo en santa paz.
La Zona Roja, que también se ubica en el centro histórico (Rosse Buurt para los holandeses), no tiene descanso (la fama de su nombre le viene del rojo de sus luces que te transportan a la dimensión del placer carnal sin inhibiciones).
En la ciudad hay la fama de que no se usan cortinas para las ventanas, y nosotros lo comprobamos en el paseo por lancha mirando al interior de las casas flotantes, al joven planchando y la muchacha casi desnuda, como si hubieran olvidado el pudor.
La costumbre es interesante porque su origen está en un principio protestante que alude a que dentro de la casa no debe haber nada qué ocultar, que la familia es íntegra afuera y adentro, de ahí que cualquiera esté dispuesto a pasar por el escrutinio ajeno.

07 de octubre del 2016. No nos bastó el día para pasear y conocer los lugares más interesantes, por eso decidimos dormir esa noche en la ciudad.

Los museos de pintores

Sin duda el museo de Van Gogh, el de los cuadros de girasoles y los paisajes de la campiña holandesa, es el de mayor proyección, el más moderno y el que más visitas recibe, aunque la ventaja del museo de Rembrandt es que puede uno acercarse más al pintor e intimar con él conociendo su casa, su taller, su obra y sus aficiones.
En la lista de gastos por dos días de estancia en Amsterdam anoté: 5.90 euros por el estacionamiento, 48 el paseo en lancha, 38 la comida, 27 la entrada a los museos y 32 la cena. El hospedaje 89 euros.
Un hecho curioso: por descuido nuestro dejamos el auto con el vidrio totalmente bajado del lado del chofer.
Nos dimos cuenta del hecho al regresar de nuestro paseo, y pensando en nuestras pertenencias nos imaginamos lo peor. Nuestra mayor sorpresa fue encontrar todo completo e intacto.