EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

XVI

Silvestre Pacheco León

Febrero 05, 2017

Despedida de Holanda

Durante la semana que permanecimos en Holanda visitamos algunas de sus ciudades y paseamos por sus parques, playas, canales y plazas.
Sábado 8 de octubre del 2016. En la mañana salimos a Alkmaar, la ciudad más al norte de Amsterdam, invitados a una fiesta de mexicanos.
La idea nos convenció porque en la ciudad hay una feria de quesos y nos recordamos que de Holanda es originario el queso gouda, el amarillo o color de paja como también se le conoce a éste producto lácteo que ahora es consumido en casi todo el mundo.
Cuando llegamos nos sorprendió mirar las calles desiertas y tan solas que parecían más amplias. Su limpieza alejaba la idea de abandono, y su atractivo era, otra vez, el canal de aguas pluviales cuyo trayecto seguimos en dirección a la feria de los quesos.
Toda la gente que extrañamos a nuestra llegada estaba aquí concentrada, unos en los restaurantes con mesas al descubierto frente al canal, otros subiéndose a la embarcación para el paseo, y la mayoría en torno a los puestos de quesos que ocupaban las aceras de la calle y llenaban la plaza.
Aquí nos dimos gusto probando los quesos que directamente ofrecían los productores..
Todos los negocios y tiendas estaban saturadas. Aquí miré por primera vez un mueble circular con mingitorios, instalado en la calle, a cielo abierto, el servicio es gratuito.
Para usarlos basta ponerse de espaldas a la gente, y cualquiera puede salir del apuro si no tiene pudor, o aunque lo tenga, si es grande la necesidad.
Una gran solución para evitar los malos olores de los orines de tanta cerveza que se toma.

Los arenques crudos

Mucho nos habían hablado del pescado que se consume crudo, el cual no quise probar a pesar de que me comentaron de su calidad nutricional (rico contenido en vitamina D, B12 y Omega 3); aunque me insistieron sobre su buen sabor, y lo miramos una mañana dispuesto en la vitrina del restaurante playero de Harderwikj, pero en Alkmaar tuvimos oportunidad de ver una degustación a cargo de profesionales, lo cual nos indicó que su consumo crudo no está generalizado.
Era numeroso el público reunido frente al restaurante donde se organizó el espectáculo.
Los degustadores era un grupo poco numeroso que por su aspecto se notaba que eran de buen comer. Se identificaban por su vestimenta elegante, de smoking y sombrero de copa. Todos hombres, seguramente integrantes de un club.
En torno a viejos barriles de madera que hacían las veces de mesas, los comensales parados y con toda sobriedad se hacían cargo del espectáculo.
Uno a uno cumplía con el protocolo, tomaban el pescado por la cola, lo subían por arriba de su cabeza, luego delicadamente lo introducían en su boca. Poco a poco engullían el pescado y sólo el esqueleto quedaba librado, completamente limpio. Al parecer esa era la destreza aprendida. Todo eso transcurría en un solo intento, el pescado prácticamente era tragado por los hombres gordos que al final mostraban el esqueleto como trofeo mientras recibían el aplauso del público.
El pescado crudo es un arenque, del grupo de los peces azules, seguramente aderezado, sin cabeza ni vísceras, delgado, como de unos 30 centímetros de largo por 3 de ancho. No es gran cosa por su tamaño, pero comerlo en un clima de 13 grados, aunque sea con cerveza, se me hizo una proeza, (salió en verso).

Papas fritas belgicanas

Otro de los actos llamativos de esta fiesta, además de la variedad de quesos y panes que ocupan la atención de los visitantes, son las enormes filas de familias que se forman para comprar las papas fritas servidas en cucuruchos con un aderezo como la mayonesa.
Ése antojo tan popular en estas ciudades, que tiene como base el tubérculo originario de la zona andina de Sudamérica, al parecer fue inventado en Bélgica, porque ése país ha peleado su certificado ante el mundo como denominación de origen, pues argumentan que la preparación del antojo que se vende en puestos callejeros, es local, y –según dicen– los cortes caprichosos de las papas en gajos, fritos con aceite de cordero, hasta que alcanzan una consistencia crujiente que contrasta con su blandura interior, es obra de su cocina. (Lo de belgicana para referirse a los de Bélgica le pareció mejor a mi hija Ana, para no emplear el conocido gentilicio de belgas).

Llévame en tu bicicleta

Como no podíamos dejar Holanda sin nuestro paseo en bicicleta, (Por cierto que la canción de Shakira La Bicicleta, estaba de moda en Europa, durante nuestro viaje varias veces la escuchamos en la radio), le dedicamos un día para pasear en familia por la zona de reserva ecológica. Unos paisanos mexicanos nos hicieron favor de prestarnos sus bicicletas (en Holanda hay una comunidad de 2 mil mexicanos que no reparan en la distancia para reunirse con sus grupos de amigos viajando los fines de semana desde cualquier ciudad).
El día de nuestro paseo amaneció bastante frío, tanto que lo recomendable fue esperarnos a que se elevara un poco la temperatura, y eso sucedió pasado el medio día.
El paseo nos maravilló tanto que toda mi familia convino que sólo por él valía la pena llegar a éste país, (y eso que no conocimos los campos de tulipanes que florecen entre abril y mayo, los que le han ganado a Holanda el nombre de la floristería del mundo).
En tan solo seis horas de paseo ( tres de ida y tres de regreso), pudimos admirar una variedad inusitada de plantas y animales, con paisajes tan espectaculares que nos negábamos a dejar de ver.
Las ciclopistas son una maravilla entre el bosque, vamos bajo los árboles y lo primero que encontramos es una granja con los animales domésticos reconocidos y mansos, las vacas pintas, caballos, burros, guajolotes; venados, patos, gansos; un gran patio empastado y en el centro del estanque la fuente espectacular.
Las familias hacen días de campo en éste lugar para que los niños conozcan y convivan con los animales familiarizándose con los dueños o encargados de la granja.
Más allá vemos una iglesia, y como es domingo las campanas llaman a misa. La gente llega en carros de lujo, y es como un sueño el edificio alto, austero, envuelto en un silencio para el retiro y la meditación.
Palmira camina sola hasta el templo mientras nosotros tratamos de identificar las clases de aves que nadan.
Cuando regresa nos cuenta admirada que a pesar del control en la puerta de acceso le permitieron la entrada para recorrer el salón donde le llamó la atención no ver a un solo santo.
Seguramente es protestante, concluyó.
Pedaleamos para entrar en calor, pero el viento frio nos lo impide, que bueno que venimos forrados, con chamarras, gorras, lentes y guantes.
Nos detenemos cuando estamos cansados, después de pasar por un campo de golf, estamos frente a un inmenso lago, acaso el mar, apacible.
Hay bancas para sentarse en una explanada empastada donde algunos perros juegan con sus amos.
Justo en la orilla del lago, (¿o del mar?) una pareja de jóvenes se abraza y se besa sin importarles el frío. Nosotros nomás nos abrazamos, nos tomamos fotos, y ya descansados iniciamos el retorno.
Las rutas de los paseos son de diferentes distancias y uno las puede escoger. Como algunas pasan por ciertos pueblos, se puede planear dónde hacer paradas para comprar algo o simplemente para conocer.
Nosotros decidimos que al regreso haríamos alto en uno de esos restaurantes gringos que hay en todas partes, muy moderno y lleno de gente, para entrar en calor.
Regresamos a casa antes de anochecer y nos dormimos comentando la experiencia del viaje donde los tres subimos juntos a la bicicleta gigante que como ícono de estas tierras está de monumento junto a la autopista.