EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

XVIII

Silvestre Pacheco León

Febrero 19, 2017

La juventud en los hostales

11 de octubre del 2016. Como el embrujo de la ciudad de Brujas nos sedujo (otra vez me salió en verso), decidimos quedarnos dos días en la ciudad.
Nos levantamos temprano para desayunar en el hostal, jugo de naranja, leche y café; pan con queso, jitomate, pepino y yogurt.
El ambiente de los hostales resulta interesante porque se ven desfilar grupos de jóvenes de diferentes partes del mundo que pasean con entera libertad.
Su audacia, la seguridad que muestran en sí mismos y, sobre todo, el deseo de conocer otras realidades, resulta contagioso para cualquiera, y me pregunto si los gobiernos empobrecerían destinando una parte de su presupuesto anual para incentivar a todos los jóvenes de preparatoria, avanzados en idiomas y en geografía, para pagarles un viaje que les abriera las ventanas al mundo.
Mientras Palmira y Ana reflexionan sobre mi pregunta nos disponemos a continuar con nuestra visita al país del chocolate.

El praliné de Jean Neuhaus

El chocolate derivado del cacao es uno de los productos más apreciados de los que llegaron a Europa con la conquista de México en el siglo XVI.
Los soldados de Hernán Cortés y los misioneros hablaban prodigios del chocolate como bebida de la nobleza azteca que el emperador Moctezuma acostumbraba tomar y que después fue adoptada por la aristocracia europea para hacer más llevadero el frío invernal.
En los siglos recientes tanto Bélgica como Suiza y Alemania han destacado en la manufactura del chocolate como golosina apreciada.
El cacao del Congo permitió al colonizador imperio de Bélgica entrar a la competencia mundial del chocolate desde el siglo XIX gracias a su invento del “praliné” por parte de Jean Neuhaus, que es el chocolate con “relleno suave”.
Curioso porque el inventor del chocolate con relleno nació en Suiza pero la fama que se creó fue a favor de Bélgica, donde vivió.
Nosotros estamos decididos a probar las delicias de los chocolateros en Brujas por eso pasamos revista a las tiendas del centro, donde ahora la moda son los chocolates en forma de herramientas viejas y herrumbrosas, llaves stilson, tornillos y tuercas, brochas y desarmadores se exhiben en las vitrinas.
Vamos en busca de la marca Godiva, que es la más famosa, aunque desde hace diez años pertenece a Yildiz, una empresa turca.
El gusto de nuestros paladares nos dividen porque para Ana, los chocolates de mejor sabor son los suizos, a Palmira la convence el producto local, y yo me confieso a favor del chocolate alemán, el de sabor amargo que por primera vez probé en una tienda de Frankfurt.

Un abrazo ocasional

No sé si es por los chocolates y el capuchino que consumimos pero vamos eufóricos en el paseo, quizá por eso en un arranque instintivo Palmira saluda y luego se abraza con la mujer de Nepal que vestida con su traje tradicional se hace llamativa mirando desde el puente. La escena es de dos amigas que se encuentran después de años sin verse.
Palmira le adula su gunio de seda color salmón que a modo de sari luce orgullosa, quieren detener el momento y nos piden que les tomemos una foto como recuerdo. Las dos están emocionadas. Seguro que jamás volverán a verse pero lo que importa del momento es que se miran radiantes.
Ya hemos caminado bastante y tenemos sed y apetito. Aprovechamos la comida para descansar y beber.
Comemos sopa de poro, pescado, y conejo a las hierbas finas; cerveza fría en tarro. Todo por 51 euros.
Después sigue nuestro recorrido por museos, plazas e iglesias cuyos edificios son un derroche de tabiques rojos. Su decorado realmente nos hace vivir épocas pasadas.

Los maitines de brujas

Conocemos la iglesia de la Madonna de Brujas, donde está la escultura de Miguel Ángel, La virgen con el niño, y la sepultura del duque de Borgoña, El Temerario, acompañado de su hija única, María de Borgoña, quien murió a los 28 años en un accidente de cacería, al caerle encima su caballo.
Cuando sonaban a rebato las campanas de la iglesia escuchábamos la historia de los Maitines de Brujas (brugse metten), la matanza que organizaron los milicianos flamencos en contra de los franceses como venganza por el encarcelamiento del conde de Flandes, ordenado por Felipe IV de Francia.
Los maitines de Brujas, analogía de las Vísperas sicilianas, ocurrió la noche del 18 de mayo del año un mil 302, y dicen que como era de noche, para distinguir a los franceses de los nativos les obligaban a repetir schild en vriend, que significa “escudo y amigo” porque los franceses tienen dificultad para pronunciar el sonido sx .

El frío de Brujas

La ciudad de Brujas está a 90 kilómetros de Bruselas, la capital de Bélgica. Es eminentemente turística, y conserva su estilo medieval. Dicen que fue fundada por los vikingos en el año 789, y aunque tiene mucho qué mostrar, creo que ahora no es la mejor temporada porque el frío impide caminar a gusto a cielo descubierto.
Todo mundo tiene frío. Eso lo sabe bien la pareja de vikingos que desde temprano expenden su mercancía para los turistas. Son dos jóvenes apuestos que fabrican las bufandas de lino en el mercado del pescado antes de que abran las tiendas. Lo llamativo de su negocio es el trabajo en telar artesanal. Él urdiendo el lino con el pedal de madera, y ella como modelo de revista ofreciendo las bufandas a 35 euros.
El frío en su apogeo me obliga a comprar ropa de invierno, gorro, guantes y bufanda. Cuando no hay otro remedio uso la chamarra que le llevamos de regalo a Iroel.

Los linajes

La historia de Brujas es apasionante por sus linajes. Fueron siete familias que se enriquecieron con el negocio de los paños, el lino y los tapices, además del control del poder político. Creo que la palabra linaje viene de aquí.
La riqueza de la ciudad pronto atrajo a los grandes constructores, y aquí tuvieron presencia los pintores de la escuela flamenca (los que popularizaron el uso de la pintura al óleo).
Nuestro paseo terminó casi al anochecer, cuando el viento helado casi nos obligó a guarecernos en el hotel, yo con síntomas de gripe a pesar de mi costumbre de bañarme siempre con agua fría.