EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Y entonces sucedió lo del viaje

Silvestre Pacheco León

Julio 13, 2020

¿Desde cuándo en política hay acciones que pueden considerarse neutras? ¿Hay alguien medianamente informado que dude sobre el uso electoral que Donald Trump dará a la visita de Andrés Manuel López Obrador?
¿Y las presiones a las que está sujeto el gobierno mexicano de parte de nuestro vecino del norte cuya filosofía sostiene el principio de que Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses, son nuevas o exclusivas de los gobernantes republicanos?
Pocos mexicanos saben que de 50 años a la fecha la región de América del Norte compuesta por Estados Unidos, México y Canadá, perdió competitividad en el mundo porque ahora importa más de 600 mil millones de dólares de lo que exporta, lo cual resalta la importancia de producir aquí parte de los productos que importa en beneficio de la economía aprovechando la abundante mano de obra.
Lo antes dicho, más la novedad de que el T-MEC contempla una mejora salarial para todos los trabajadores y respeto a la democracia sindical, son elementos suficientes para aplaudir su puesta en marcha y justifican plenamente el viaje del presidente de México a Washington a pesar de la pandemia.
Pero como lo que diga y explique el presidente sobre las motivaciones de su viaje a Washington nunca satisfará a sus críticos que buscan algo oculto para alimentar el morbo y la insidia, más que insistir en la importancia del encuentro con motivo de la entrada en vigor del T-MEC es más importante comentar lo sucedido en el encuentro que perderse en las elucubraciones de lo que no se vio.
Todo el morbo que se mediatizó desde el anuncio del viaje hasta el día en que López Obrador partió de México para abordar el avión, la oposición no perdió detalle. Dio cuenta hasta del uso del cubre boca, que casi se manejó como una imposición del imperio cuando solo era parte del protocolo en un vuelo comercial. Y aunque nadie lo mencionó, su austeridad y estilo de viajar marcó la diferencia con los gobernantes anteriores.
La mofa y el morbo de quienes se ilusionaban narrando la serie de fracasos y desaciertos que suponían adivinar del visitante provinciano en la capital del primer mundo, cesaron cuando en las calles de la capital norteamericana comenzó a observarse la presencia de grupos de paisanos arribando a las puertas de la embajada mexicana en espera de su llegada, y para sorpresa de todos, ninguno iba en plan de reclamo, sino en amplia y alegre solidaridad saludando y acompañándole a distancia en su homenaje a los presidentes Benito Juárez y Abraham Lincoln.
Después, el encuentro de los mandatarios cuya expectación nos mantuvo a todos casi sin habla esperando los discursos que no tuvieron desperdicio.
Escuchamos a un Trump desconocido, respetuoso y cortés, a veces hasta zalamero, agradeciendo la visita y comparándose con su anfitrión en que ambos habían sido electos por sus pueblos para combatir la corrupción y devolverle el poder a los electores, que combatían unidos el narcotráfico, el comercio ilegal de armas y la trata de personas, que colaboraban para enfrentar la pandemia y anunciaba la disposición de su gobierno para ayudarnos con el equipo médico que se requiere en el combate al coronavirus.
Después Trump se mostró atento escuchando al mexicano cuyas palabras no tuvieron desperdicio porque luego del breve repaso por la historia de nuestra vecindad, con sus encuentros y desencuentros, hasta con sorna dijo al pueblo norteamericano que su presidente ni había presionado nunca a México ni jamás le había dado trato de colonia (estando aún fresca la amenaza de subir los aranceles de las exportaciones mexicanas y poner freno a la inmigración).
El discurso de López Obrador ha sido histórico porque sin que le temblara la voz defendió a los mexicanos que con su trabajo honrado han ayudado al progreso de aquella nación y reclamaba el respeto a la soberanía e independencia de México (como ocurrió cuando Donald Trump ofreció inmiscuirse en el combate al narcotráfico).
En su discurso López Obrador abordó los temas escabrosos de las relaciones bilaterales con sus antecedentes históricos, los periodos de buena vecindad, los desencuentros y hasta las agresiones. Temas de actualidad como la inmigración y también la repercusión que se espera del tratado trilateral que involucra a la región más grande del mundo.
(En esta parte creo que los nervios eran ya de nuestra parte para que el presidente mexicano no apareciera tan osado con sus reclamos frente a la siempre arbitraria presencia de nuestro vecino).
Después la recepción en la Casa Blanca con una cena cuya familiaridad sí pareció que era entre la gente “bien” del vecindario hablando de negocios, satisfechos de haber escuchado la disposición de ambos gobiernos de que habrá condiciones para que inviertan sus capitales, y en fin, temas para los que la mayoría de ambos pueblos no fuimos convidados.
Más tarde el anuncio de lo convenido en la sobremesa, comentarios filtrados a los medios por uno que otro de los comensales invitados, más elogios para el presidente de México ahora calificado de “duro” y “audaz” como la mayoría de los “comerciantes” mexico americanos.
Al otro día conocimos de la plática privada donde ambos mandatarios abordaron el tema de la migración legal para la mano de obra mexicana y el tema de los apoyos para el combate a la pandemia ofrecidos por Trump, equipo médico y participación en el abasto de las vacunas que ya se prueban contra el coronavirus.
El viaje fue corto, sin otros encuentros deseables pero pospuestos, y una amplia cobertura mediática que incluyó la manifestación de posturas a favor y en contra ahora que en Estados Unidos es tiempo de elecciones, pero eso es asunto que los norteamericanos sabrán manejar a su gusto porque de nuestra parte, tan malo el giro como el colorado, hablando de los dos grandes partidos que se alternan en el poder.
Aquí la crítica principal contra el presidente de México es de quienes apuestan por los intereses del Partido Demócrata y consideran que la visita favorecerá al candidato republicano, y quizá tengan razón, menos cuando se trata de velar por los intereses de la 4T que tiene como objetivos inmediatos apaciguar al virus que nos infecta y sacar a flote la economía del país para continuar con la estrategia de reducir la desigualdad social favoreciendo primero a los pobres.

PD. En Zihuatanejo está sucediendo lo que el gobierno pretendió evitar durante la pandemia. Los dos hospitales, el de Salubridad y del IMSS, que suman 18 camas, están saturados desde la semana pasada. La gente no sabe qué hacer con sus enfermos que están resistiendo en sus casas. No pueden llevarlos a ninguna parte de las que se anuncian para tratar el Covid-19 porque no hay camas disponibles. El hospital ambulante que regaló el gobierno de Estados Unidos aún está sin funcionar.