EL-SUR

Jueves 19 de Junio de 2025

Guerrero, México

Opinión

Yo que fui del amor ave de paso; cincuenta y seis años sin Álvaro Carrillo

Anituy Rebolledo Ayerdi

Abril 10, 2025

Oaxaqueño-guerrerense

Álvaro Genaro Carrillo Alarcón nació el 2 de diciembre de 1919 en la localidad del Aguacatillo, municipio de Cacahuatepec, Oaxaca. Sus padres, Francisco María Carrillo Jiménez y Candelaria Morales, ésta de Juchitán, quien muere cuando él era muy pequeño. Su padre, ya domiciliado en Cacahuatepec, contrae nupcias con Teodora Alarcón, quien lo adopta y le da su apellido.
En 1935, una vez que ha terminado sus estudios primarios en Cacahuatepec, Álvaro Carrillo ingresa al Internado Agrícola Indígena de San Pedro Amuzgo (Oaxaca), pronto cerrado por causa de una revuelta por el reparto agrario. Será en esta época cuando aflore en el joven oaxaqueño el talento poético musical, con dos composiciones: Celia, dedicado a su novia del mismo nombre, y La amuzgueña, a la novia de un amigo.
Al cierre del internado indígena, un grupo de estudiantes, liderados por Carrillo, consiguen ser aceptados sin mayores requisitos en la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero.

Hijo de crianza

“Soy oaxaqueño por nacimiento e hijo de crianza de la Costa Chica de Guerrero.
“Muy pronto despertó mi juventud y surgí a la adolescencia con los sentimientos de un niño y la madurez de un hombre del trópico.
Mi espíritu se nutrió con la savia de la floresta, respirando el aire montaraz y arisco que abre el alma costeña a los silencios infinitos de la soledad cósmica, haciendo más bravíos los fandangos y sofocantemente cálido el estallido de los jolgorios.
Por eso todas mis composiciones tienen ese sabor tan especial de la región guerrerense. Conservando los matices torrenciales de una escala musical de policromado colorido.
Aquí estoy ahora con mi Canto a la Costa Chica y mis recuerdos allá , a la sombra de los amates , en la brisa salobre y en la esencia de los aires saturados del olor del pápalo y el chián. A.C.A.

Morena cerrera de cuerpo cenceño
y alma cimarrona, Costa Chica, mía.
Deja que mi estrofa tripulando ensueños
pase el rubicón de hablar tu poesía;
tu poesía, que es nube y golpe roqueño,
tristeza, jolgorio, paz y rebeldía;
deja que la diga porque soy costeño,
porque yo la llevo, Costa Chica mía.

Te guardan aislada tus grandes montañas,
montañas azules, hermanas del cielo,
hechas con el barro de tu propia entraña
pero que estrangulan con maligno celo
el esbelto cuello de tu economía,
mientras que tus hijos, como los atridas
se escarnian, se odian y en sus tropelías
vierten el alarde de su sangre estéril
sobre los redaños de tu geología,
porque tus recuerdos a Moloch adoran
y porque es tu selva caja de Pandora
y aún así no mueres, Cota Chica mía.

No, tú nunca mueres,
tu pueblo ha surgido de los peñascales
como águila brava, como salta un rayo,
partiendo las brunas nubes fantasmales
que alzan cataclismos en el mes de mayo

Yo soy ese pueblo ingenuo, bravo,
yo me rifo todo cuando suelto un gallo,
y en los jaripeos
yo soy el primero
que le entra al jaleo,
jineteando un toro, montando a caballo
arrastrando el vértigo de una vaquilla,
en la serpentina de una lechuguilla

Y cuando tus hijos ya no sean atridas.
Cuando tus recuerdos hallen su picota,
cuando se restañen tus heridas rotas
y queden tus grandes montañas vencidas,
que este mismo verso, metamorfoseado,
diga el florilegio de un himno sagrado
de cuyas estrofas prendan bucles de oro
que besen tu frente,
mientras que el brebaje de tus aguardientes
deje gotas chulas para mis canciones,
para la chilena, que es entre tus sones,
el arpegio cumbre que bailan los dioses,
aquí, en el Olimpo de mis pretensiones

Chapingo

El ingeniero Hipólito Cárdenas, director de la Escuela Normal de Ayotzinapa en los años del cardenismo, será una influencia decisiva en la vida de Carrillo Alarcón. Le sugiere y facilita su ingreso a la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, que éste acepta con entusiasmo “decidido a ser alguien en la vida”. Álvaro se titula ingeniero agrónomo y al dejar la escuela escribe un sentido adiós que el propio Cárdenas convertirá en himno de la institución

Adiós a Chapingo

Quisiera en mi canción
mis tristezas decir,
“chapingueros”, adiós.

Yo ya me voy a despedir,
quién sabe si otra vez
nos volvamos a ver.
Por eso el corazón
quisiera llorar en este adiós.
Mi madrecita ya me dio el vivir
y mi escuela me dio el porvenir.
Por eso ya me voy, me voy a luchar
y el nombre de Chapingo haré triunfar.

Camino del deber…
Saber y fe, Chapingo, adiós
Saber y fe , Chapingo, adiós

Los palomazos

Álvaro aprenderá a robarle tiempo a sus estudios para incursionar en la peligrosa vida nocturna de la Ciudad de México. Se echará sus palomazos conseguidos por un grupo de amigos. Entre ellos Pedro de la Cruz, el ometepequense Mateo Aguirre López y el profesor Fidel Gallardo (asesinado mucho más tarde siendo director de la escuela Manuel M. Acosta, de este puerto). Entre los tugurios que acogieron al novel ingeniero, compositor y cantante figuraron El Sarape, entre Carmen y Venezuela y La Metralla, en Nicolás San Juan. Décadas más tarde debutará en el Cardini Internacional de Ciudad Juárez, Chihuahua.

Comisión Nacional del Maíz

Como ingeniero, Carrillo trabajó en la Comisión Nacional del Maíz, en la Ciudad de México, dándose siempre un tiempo para la composición musical. Logrará entonces, a través de su amigo el trovador Carlos Madrigal, que el Trío Los Duendes le grabara Amor mío. Un triunfo tal que le obligará a abandonar el empleo.