EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Zapata a cien años: quien lucha por la vida nunca muere

Tryno Maldonado

Abril 16, 2019

Chinameca, Morelos

Hace cien años, en esta misma ex hacienda de Chinameca donde nos convocó el Congreso Nacional Indígena los días 9 y 10 de abril, fue citado por el general Jesús Guajardo el Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur de Emiliano Zapata. Guajardo pretendía integrarse al movimiento revolucionario después de largas negociaciones por correspondencia. Las versiones decían que Guajardo tenía serias diferencias con el general Pablo González y que se hallaba en tratos para rendirse ante Zapata. En una misiva del mismo 10 de abril de 1919, el secretario particular mayor de Zapata, Salvador Reyes Avilés, relata que su jefe propuso reunirse con Guajardo en Tepalcingo acompañado únicamente de 30 hombres. Le recomendó a Guajardo que hiciera lo mismo.
“Éste se presentó como a las cuatro de la tarde, pero no con 30 soldados, sino con 600 hombres de caballería y una ametralladora. Al llegar a Tepalcingo la columna, salimos a encontrarla. Allí nos vimos por primera vez con el que, al día siguiente, habría de ser el asesino de nuestro general en jefe quien, con toda la nobleza del alma, lo recibió con los brazos abiertos”.
A las 10 de la noche de ese mismo día salieron de Tepalcingo a Chinameca, y las tropas de Zapata pernoctaron en Agua de los Patos. A las ocho de la mañana del siguiente día bajaron hacia la hacienda de Chinameca. Comenzaron a circular rumores de que el enemigo se aproximaba. Zapata envió a su coronel Palacios a hablar con Guajardo, quien ofreció entregarles 5 mil cartuchos (en días previos Guajardo se había visto orillado a hacer justicia contra decenas de hombres a sus órdenes acusados y sentenciados por saqueo, rapiña, violaciones y asesinatos por acuerdo de los pueblos de Morelos que padecieron de su asedio).
Después de mucho insistir, Zapata accedió a entrevistarse en persona con Guajardo. “Vamos a ver al coronel –dijo–. Que vengan nada más 10 hombres conmigo”, y montando su caballo –un alazán que el día anterior le había obsequiado Guajardo–, se dirigió a la misma puerta de la hacienda por donde hoy, cien años después, se han aglutinado por primera vez en la historia las representaciones y concejales de los pueblos indígenas de todo el país agrupados en el Congreso Nacional Indígena.
“La guardia parecía preparada para hacerle los honores –continúa relatando Reyes Avilés en su carta. El clarín tocó tres veces llamada de honor y al apagarse la última nota, al llegar el general en jefe (Zapata) al dintel de la puerta, de tal manera más alevosa, más cobarde, más villana, a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar ni las pistolas, los soldados que presentaban armas descargaron dos veces sus fusiles, y nuestro general Zapata cayó para no levantarse más”.
Este sería un dato anecdótico más si no fuera por el hecho de que las fuerzas federales, cien años después de la primera gran traición al zapatismo, parecería que hoy están preparándose para tender una nueva emboscada al zapatismo de nuestros días.
En el comunicado del EZLN escrito por el subcomandante insurgente Moisés y leído este día en Chinameca por María de Jesús Patricio, Marychuy, vocera del Concejo Indígena de Gobierno, denunciaron desde las comunidades zapatistas de Chiapas que ha aumentado y arreciado considerablemente la presencia militar, policiaca y paramilitar durante los cuatro meses que van de este nuevo gobierno. Denunciaron que han reaparecido los sobrevuelos de aviones y helicópteros militares, así como de vehículos artillados: “como en los tiempos de Carlos Salinas de Gortari; de Ernesto Zedillo Ponce de León, tutor político del actual titular del poder Ejecutivo; de Vicente Fox Quesada, luego de la traición de los Acuerdos de San Andrés”; así como ocurrió también durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, cuyo equipo militar operativo de su llamada “guerra contra el narcotráfico” forma hoy parte de la recién instaurada Guardia Nacional militar de la Cuarta Transformación. “Lo mismo –indicó el EZLN–, pero ahora con más frecuencia y mayor agresividad”.
En esta nueva etapa de aparente contrainsurgencia y contrarretórica oficial dirigida al zapatismo, los miembros del Ejército federal y la Fuerza Aérea se adentran en las montañas chiapanecas y aparecen en las comunidades diciendo que “viene la guerra” y que sólo están esperando órdenes de “mero arriba”.
Dentro de este contexto de persecución y hostigamiento que denuncian las comunidades zapatistas, está también el factor de la instigación al odio desde el templete presidencial hacia quienes abrazan la lucha zapatista. Samir Flores, comunicador y luchador paisano de Zapata y además zapatista, murió asesinado días después de ser señalado desde el podio presidencial como “radical y conservador”. De las fake news de Trump a las fifí news de Andrés Manuel López Obrador, la incitación al odio y la estigmatización desde el púlpito presidencial contra los movimientos y la prensa no oficialista son las mismas. Aunque resultan mucho más irresponsables y peligrosas en México, el país más riesgoso para ejercer el periodismo.
En la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN puede leerse un principio bajo el cual Samir y Zapata se guiaron siempre: “Nuestra lucha es por la vida”. Por eso muchos de quienes caminan bajo su enorme sombra, saben que quien lucha por la vida nunca muere.
Después de ser emboscado por Guajardo, algunos cercanos de Zapata fueron obligados a reconocer el cadáver. “No es, no es él”, decían uno tras otro y fueron fusilados. “Zapata no está muerto. Zapata vive”. Y muchos, a cien años de su asesinato, y a unos meses del asesinato de Samir Flores, podrían asegurar también que Samir no está muerto. Que Samir vive y que, con él, Zapata también vive. Su lucha sigue.