Héctor Manuel Popoca Boone
Mayo 26, 2005
Para que Guerrero sea mejor, el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo (ZTG) y el PRD deben llevarse bien. Ambas partes tienen que poner su granito de arena. Tanto el partido político con el mayor peso específico en la coalición triunfadora, como el candidato triunfador, dependen mutuamente en sus nuevas responsabilidades ante la sociedad guerrerense. Y no dan un buen espectáculo al mostrar que viven y conviven agarrados de la greña.
ZTG no hubiera llegado a ser gobernador sin el PRD. Tampoco el PRD hubiera llegado, como partido político, a ganar las elecciones a la gubernatura sin ZTG. Así de fácil. El ver su relación como una simple alianza coyuntural utilitaria no refleja ni la expectativa ni la generosidad del pueblo depositada en ambos. El deber y la responsabilidad adquiridos con los electores van mucho más allá de lo que ellos mismos se imaginan.
Más transcendental que las querellas suscitadas por cargos y puestos gubernamentales, cuyos nombramientos son derecho, facultad y responsabilidad del gobernador, sus relaciones deben de fincarse en otro tipo de cuestiones realmente substanciales. Por lo demás, es bueno constatar que, poco a poco, ZTG cumple y honra su palabra y compromiso de hombre y político al ir integrando a su equipo de trabajo a personas capaces del PRD.
La alternancia habida en el poder, en un contexto de mayor democracia, hace que las antiguas relaciones que se venían dando entre el gobernador en turno y el partido que lo postuló también cambien. En la era del PRI, el gobernador y la carreta gubernamental iban por delante del partido. Éste se limitaba a ser oficina electoral del Ejecutivo estatal y asumía el papel de porra y alcahuete del estilo y del contenido de gobernar del gobernador, que era el que realmente imponía directriz y cauce gubernamental y partidario, amén de convertirse, por su investidura, en el jefe real del partido.
De lo que se trata ahora es de que el partido político vaya por delante de la carreta gubernamental, orientándola, guiándola, conduciéndola ideológicamente, monitoreándola e indicándole desviaciones y fallas. Ello a partir, como bien ha dicho Cuauhtémoc Sandoval, de la plataforma electoral del PRD suscrita y presentada como oferta al pueblo por el mismo ZTG.
Esto le queda claro al gobernador ZTG, cuando le expresa a los dirigentes del PRD, que lo más importante es que se constate, permanentemente, si gobierna de acuerdo con los principios, postulados y programa de acción del PRD. Por eso importa mucho que el contenido del nuevo plan estatal de desarrollo tenga como elementos nutricios la visión del gobernante y su equipo, la consulta popular y la plataforma electoral ofertada en las elecciones, en el marco constitucional del estado.
Por todo lo anterior, el PRD está obligado a cambiar. Sus nuevas responsabilidades adquiridas de gobierno le imponen ser un partido más de propuestas que de protestas. Debe pasar también de ser un partido meramente electorero y de componendas en lo obscurito, a una institución generadora de acuerdos, pactos, proyectos y programas sociales. Eso no quiere decir de ninguna manera que dejen de enarbolar las causas y demandas justas no atendidas de la población. Empero, tienen sus dirigentes que alejarse de avalar y realizar procedimientos de gestión de la demanda popular incorrectos, que mucho irritan y causan perjuicio a la ciudadanía, como lo son los bloqueos a las vías de comunicación urbanas y no urbanas, así como a oficinas gubernamentales de atención pública.
Por otra parte, es signo saludable ver que el gobernador esté teniendo ya reuniones de trabajo y coordinación con los dirigentes del principal partido que lo llevó al poder. En un principio, fue destacable el desdén, menosprecio y poca cortesía de ZTG para con algunos de ellos, como bien lo ha reseñado Juan Angulo Osorio; truhanes y lucradores sociales aparte. Fue notorio el caso de Martín Mora y otros perredistas que se la partieron por él y con él en la campaña electoral y luego se les dio un portazo en la cara.
Notables han sido también las respuestas contestatarias del gobernador ZTG, ante la menor crítica u observación que se le hace. No pierde oportunidad en contra-reprochar a los que le reprochan algo. El ser gobernante y hombre público lo seguirá exponiendo permanentemente a la lupa fiscalizadora de muchos. A veces, en forma injusta e infundada. Ni modo, hay que aguantar vara y tratar de modular el discurso gubernamental con buena dosis de serenidad y prudencia para no caer en desatinos o en opiniones erradas.
Por experiencia personal, proporciones guardadas, sé que no es fácil guardar sencillez y cierta humildad ante tamaña responsabilidad asumida. Lo ideal es la consigna de mandar obedeciendo. Sin embargo, firmeza y energía se requieren para no ser avasallado o nulificado como gobernante, ante el cúmulo de problemas y rezagos históricos; así como de actores rijosos por antonomasia, algunos torvamente interesados y con sangre ligera que pululan en estas tierras del sur. En mi tiempo de Secretario de Desarrollo Rural, entendí y comprendí a José Stalin, más nunca lo justifique. Por eso a mis colaboradores les pedía reiteradamente que me hicieran ver mis rasgos autoritarios para no perder piso y quedarme solo.
PD1. Gobernar Acapulco, que es el municipio más importante de Guerrero en lo político, económico y social, no es cualquier enchilada. Entre un buen administrador con poca lucha social y un buen luchador social con escasa o nula capacidad administrativa, prefiero a Walton.
PD2. Para salir de esta situación casi demencial a que nos tienen sujetos los políticos, propongo que a la política mercader y utilitaria, enfrentémosle la política sapiencial… de concepciones. Pero no me hagan caso, en verdad les digo que estoy loco.
PD3. Tanto la política, como la religión, la literatura y el amor, nos permiten entrar en contacto estrecho con aquello que nunca acabaremos de entender bien a bien.
PD4. Lo máximo para un político torvo es que la ciudadanía se muestre pasiva, anímica y culturalmente, ante la circunstancia política que la rodea.