Silvestre Pacheco León
Enero 28, 2019
Aunque en la promoción turística se informa que el promedio anual de temperatura en Zihuatanejo es de 26 grados, el Servicio Meteorológico dice que la temperatura promedio en el presente mes va de 28 a 30 grados, pero que la sensación de calor es mayor que esa cifra.
Es el caso inverso, en el problema de la inseguridad porque el Inegi reporta que se ha pasado del 89 al 75 por ciento en la percepción de inseguridad que sintieron los costeños comparando el año pasado con lo que va del 2019.
En todo caso, los que somos zancas sabemos que vivimos la mejor época del año, en la que se puede dormir sin necesidad de un ventilador.
Eso lo saben los turistas que dejan sus tierras frías buscando el calor que a nosotros nos sobra.
Por el calor candente de la costa en Zihuatanejo esperamos las mañanas para hacer deporte, aprovechando que durante la noche el viento que viene del mar refrescó la ciudad.
Durante enero disfrutamos las rachas de viento que sacuden violentas las ramas de los árboles, despojándolos de sus hojas secas que luego tapizan el suelo para disgusto de los barrenderos a cargo de las áreas públicas.
Voy camino al mar por la mañana siguiendo el ritual en la vida de muchos costeños.
Sin otra preocupación que me entretenga me sumo a la algarabía del grupo de trabajadores que chancean en el parque. Se ríen y hacen bromas de las escobas hechizas que usan sus compañeros para el aseo, un simple pedazo de palapa como melena despeinada les sirve de escoba para su faena. Sonriendo ante el ánimo festivo continúo mi camino entre los deportistas que a esa hora se ejercitan. Unos trotan, otros caminan. Los menos corren.
En el trayecto encuentro muchas parejas de turistas que visten short y sandalias que van rumbo al mercado. Se les ve contentos, como si se sintieran liberados por la simpleza de su vestimenta, aunque puede ser que van alegres pensando en la ganga que harán con sus dólares a uno por veinte en la conversión.
En eso pienso cuando llego a la playa de la Madera cuyo andador desde mediados del año pasado continúa en la remodelación del Paseo del Pescador que en el futuro servirá para caminar, bordeando la bahía hasta el muelle municipal. Una obra de nunca acabar porque cuando no es por falta de presupuesto, se detiene por causa del mal temporal que de vez en cuando da al traste con lo construido, en cuya circunstancia sólo el contratista gana.
Ya estoy dispuesto frente al mar escuchando el relajante rumor de la arena que la ola juega en su interminable ir y venir, cuando me distraigo con el pez plateado que en ese momento vuela frente a la impavidez de los dos buzos que a luchas arrastran su carga de ostiones.
Cuento veinte veleros que parecen dormir estacionados en la bahía, arrullados por el suave vaivén de las olas.
Cerca de ellos navegan dos lanchas de pescadores en busca de anchovetas y sardinas para carnada, mientras en lontananza, como un caballo desbocado viene una embarcación surcando el mar a toda velocidad. Son los pescadores nocturnos que salieron ayer, poco antes de la oscuridad, que retornan desvelados hasta la playa Principal donde tienen su atracadero.
Conferencia por el día de la Educación Ambiental
La vida en Zihuatanejo se mueve en torno a la bahía desde hace casi medio siglo, cuando el puerto nació como enclave turístico impulsado como tal por el gobierno de Luis Echeverría.
Bella en su reducido tamaño, la presión exterior la hace vulnerable, y sujeta a constante presión se ha debilitado hasta el grado de que casi no tiene tiempo para recuperarse naturalmente, ni de la contaminación y tampoco de la depredación.
En su entorno las cosas no son diferentes porque la vida del puerto está en un crecido desequilibrio ambiental que sólo a pocos preocupa, ni siquiera a los principales beneficiarios del turismo, y de manera insuficiente a las autoridades.
Lo anterior se refleja en la situación de desigualdad que priva en el puerto, la que de acuerdo con estudios de la Sectur lo ubican en el quinto lugar, después de Acapulco.
Esa realidad se hizo patente, para vergüenza de todos, con el incendio que se produjo en el cerro de Las Antenas, localizado entre la cabecera municipal e Ixtapa, donde los bienes de más de cien familias quedaron reducidos a cenizas.
Sin que a la fecha se sepa el origen del siniestro las crónicas nos permitieron conocer la situación en la que viven miles de habitantes, casi la mitad en pobreza. Muchas de ellas con años de vivir en el puerto siguen careciendo de un pedazo de tierra para vivienda porque sus condiciones de empleo e ingreso no les alcanza ni para rentar un techo decoroso, y menos para adquirir un predio en la ciudad.
Viven en la parte más abrupta del anfiteatro donde ninguna autoridad se atreve a visitar por la inseguridad y los riesgos que representa.
Esos pobladores de las zonas irregulares viven en chozas construidas con desechos, donde no hay calles ni servicios públicos, lo que les obliga a pagar un sobre precio por productos tan básicos como el agua y el gas .
¿Cómo combatir un incendio sin agua ni medios para hacerla llegar?
Las familias humildes miraron impotentes el avance del fuego sobre sus hogares. Nada pudieron salvar. Por fortuna no hubo muertes de humanos que lamentar porque el siniestro se produjo en el medio día, con las familias reunidas, pero muchas de sus mascotas murieron amarradas en su papel de guardianes de las casas.
Estas reflexiones las hice en la mesa de trabajo de Vida Silvestre que me tocó moderar en la celebración del Día Mundial de la Educación Ambiental, el viernes pasado en Ixtapa.
Posteriormente a la conferencia dictada sobre el calentamiento global y medio ambiente, los participantes dimos a conocer nuestras experiencias y propuestas.
En la mesa que me tocó moderar hubo una nutrida participación de activistas que se ocupan del cuidado de tortugas, iguanas, delfines y hasta ballenas.
En esta actividad promovida por la Dirección de Medio Ambiente del gobierno municipal, conocimos experiencias de investigaciones que profundizan sobre el conocimiento de los recursos naturales cuya conservación se mira como parte del valor turístico que tiene Zihuatanejo y cuyo cuidado debe servir como base para la Cuarta Transformación del país que tiene como propósito fundamental combatir la desigualdad y crear las condiciones para un desarrollo con justicia.