EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Zihuatanejo, misión y destino VIII

Silvestre Pacheco León

Marzo 04, 2018

Cuatro sucesos decisivos

En diciembre de aquel año sucedieron cuatro cosas relacionadas con la misión que me trajo a Zihuatanejo: terminamos el diagnóstico regional de la zona conurbada para presentarlo a la delegación de la Secretaría de Programación y Presupuesto; me incorporé a la planta docente de la UAG como profesor del grupo periférico que la Preparatoria 13 de Zihuatanejo abrió en la cabecera municipal de La Unión, lo que me permitió acercarme a los profesores activistas de izquierda en el puerto.
En la ciudad de Lázaro Cárdenas establecí contacto con un grupo maoísta del sindicato minero de Sicartsa interesado en realizar trabajo conjunto en la región. También conseguí casa en renta para mi familia en el pintoresco pueblo de Agua de Correa.

El diagnóstico regional

En la presentación del diagnóstico sobre la situación regional dábamos cuenta de la fortaleza adquirida por el turismo como el motor del desarrollo, y de las debilidades de los demás sectores de la economía que se mantenían apartados del guión que tenían asignado dentro del modelo de los polos de desarrollo.
Si bien las grandes obras de infraestructura como el moderno aeropuerto internacional construido para recibir toda clase de vuelos provenientes de cualquier parte del mundo, así como la carretera costera que unía por tierra a Zihuatanejo con el puerto industrial de la ciudad Lázaro Cárdenas y la flamante zona hotelera de Ixtapa, eran competitivas a nivel mundial, en el puerto turístico los cientos de trabajadores inmigrantes atraídos por el polo de desarrollo vivían hacinados y en condiciones infrahumanas, porque el Fideicomiso Bahía de Zihuatanejo, encargado de urbanizar y ofrecer lotes para vivienda, funcionaba como latifundista urbano dedicado a especular con los terrenos de mayor plusvalía, favoreciendo a los políticos y funcionarios en turno que los acapararon.
En ese panorama el sector primario y su población rural era el que más resentía los cambios que se estaban produciendo en la zona.
Las cuantiosas inversiones que el gobierno federal canalizó para el campo parecían vaciadas a un barril sin fondo, porque los resultados esperados no se veían por ningún lado, salvo en la emergente camada de nuevos ricos integrada por los funcionarios federales y técnicos del banco rural, líderes y autoridades agrarias, quienes como receptores de muchos de los recursos canalizados al campo crearon nuevos cacicazgos que luego emergieron como la nueva clase política de la costa.
De por sí al finalizar la década de los 60, cuando el llamado modelo de desarrollo estabilizador, caracterizado por el subsidio del agro a la industria mediante precios bajos de los alimentos llegó a su fin, el campo en la región de la costa continuaba deprimido por efecto de la estrepitosa caída en el precio de la copra, principal producto de exportación al que se destinó la mayor parte de la superficie laborable.
Terminada la Segunda Guerra Mundial la industria militar dejó de requerir los aceites y grasas provenientes de la copra y el ajonjolí, obligando al cambio en el patrón de cultivos.
Sólo el maíz, el frijol, la calabaza y una que otra hortaliza sobrevivieron a ese cambio dedicados al autoconsumo como ocupación estacional de la masa pobre de campesinos.
Las inversiones en la pesca ribereña, carentes de una estrategia para mejorar y elevar la producción, sólo reprodujeron y multiplicaron el número de pobres que se auto emplearon en el sector, sin superar su debilidad que obligaba a los comerciantes locales a surtirse del vecino puerto de Mazatlán de los productos del mar demandados por el turismo.
La ganadería que era la otra actividad importante del campo en la región costera, a pesar de la creciente demanda de sus productos, no superó el papel de simple productora y exportadora de becerros, debido a la falta de interés oficial por resolver la carencia de infraestructura hidráulica para la construcción de jagueyes, y la siembra de forraje que garantizaran la sobrevivencia del ganado durante la seca y abrasante temporada de estiaje.
La ganadería siguió caracterizándose como una actividad de libre pastoreo, con la ordeña y el manejo del ganado reducidas a la época de lluvias, cuando el pasto natural crecía en abundancia.
El resultado de aquella presentación del diagnóstico regional fue la invitación de parte de la Secretaría de Programación y Presupuesto para trabajar una propuesta de rescate de las empresas ejidales ganaderas a financiar el año siguiente.

El futuro no podía más halagüeño.

Por otra parte, mi trabajo como docente de la UAG además de permitirme conocer la situación regional en el extremo de la Costa Grande, me facilitó la relación con la planta de profesores de primaria que habían promovido la fundación de la preparatoria, los cuales, desde sus respectivas escuelas, hacían trabajo para la democratización del sindicato magisterial como activistas del Movimiento Revolucionario del Magisterio y del Concejo Central de Lucha de reciente formación.

Los maoístas

La novedad en mi trabajo político fue la relación que entablé con los militantes maoístas de la ciudad de Lázaro Cárdenas.
En mi vida de activista solamente de plática conocía y sabía la historia de algunos jóvenes universitarios que entregados a la lucha revolucionaria habían dejado su vida de comodidades y de estudio para convertirse en obreros de las fábricas que se consideraban estratégicas en la industria.
Ese entrismo como se le llamaba a la táctica de las organizaciones revolucionarias de introducir como obreros en las fábricas a cuadros formados políticamente para democratizar y tomar el control de las direcciones sindicales, tenía larga historia en la lucha obrera, ahí conocí a esos jóvenes heroicos que enfrentaban, además de la clase patronal más rapaz, nada menos que al poder caciquil del viejo líder charro del sindicato minero Napoleón Gómez Sada.
Los maoístas coincidían, como nosotros, con el intelectual José Revueltas que hacía falta y había que crear en el país el partido político destinado a jugar el papel de vanguardia del proletariado para dirigir los cambios a favor de los desposeídos.
Aparte del trabajo sindical que realizaban, los maoístas tenían el control de la cooperativa de abasto en aquel puerto y se interesaron en promover el esquema de vincular directamente a los trabajadores del campo con los de la ciudad quitando del circuito de productor-consumidor, a los acaparadores que encarecen los productos.
La propuesta en la que yo trabajaba nos permitiría vincularnos con los productores rurales y la Universidad era el medio perfecto para promover nuestro acercamiento.

La casa y el pueblo parecidos a los de mi niñez

Mirando la perspectiva de trabajo organizativo que se veía en la región me apresuré a buscar casa para rentar debido a que mi esposa que se había quedado en la Ciudad de México arreglando el papeleo para su titulación, estaba próxima a llegar a la costa con mi hija de 4 años.
En ese mes conseguí la casa en Agua de Correa, inmejorable por su ubicación y que me recordaba todo el ambiente de mi niñez. Era de adobe, madera y teja, alta y fresca, ubicada en una esquina de la plaza.
El pueblo tenía fama por su clima agradable, humedecido por la brisa marina que provenía desde el mar en bocanadas de aliento fresco siguiendo el lecho del arroyo que desemboca en la playa principal.