Silvestre Pacheco León
Abril 22, 2018
La 12 de Marzo, la primera colonia popular
En marzo Zihuatanejo tiene mañanas frescas, pero durante el día el intenso calor que lo abrasa sólo se compensa con el agua fría del mar.
Eso lo saben los pescadores quienes suelen explicar el contraste aduciendo la presencia de las corrientes marinas que traen a las costas del Pacífico las aguas frías del Ártico y con ellas la abundancia de peces que viajan en busca de alimento.
Aquella noche en la que los colonos de Zihuatanejo fueron desalojados y durmieron por primera vez a la intemperie, el clima fue benevolente con ellos, y mejoró con la primera gran conquista que lograron al actuar organizados, conscientes de que el acceso al suelo para vivienda era un derecho que les asistía.
Era ya avanzada lo noche de aquél día de marzo, y mientras el director del Fideicomiso, Raúl Esponda, vivía la tensión de negociar con el gobierno una salida a la demanda de quienes lo mantenían retenido en su oficina, la gente que rodeaba el edificio canalizaba su coraje reclamando al personal su responsabilidad en la agresión que habían sufrido de la fuerza bruta de la policía antimotines.
La comisión negociadora de los colonos, asesorada por los profesores de la universidad, se mostraba firme en su demanda de un derecho que les asistía, y se apegaban a la consigna de que nadie saldría de la oficina mientras no hubiera una respuesta satisfactoria.
La amenaza de que un contingente de los desalojados ocuparía los terrenos baldíos frente a la bahía, aceleró la negociación que arrojó la propuesta de asignarles el terreno de la margen izquierda del arroyo de Agua de Correa, frente a la tienda actual de la Comercial Méxicana.
La superficie en mención era un lugar árido y pedregoso, lleno de espinos y huizaches que desanimaba al más valiente, pero en contra de lo que pensaba el director del Fibazi, los colonos aceptaron a condición de que les consideraran en el precio de los lotes la falta de urbanización.
Con la minuta firmada por las autoridades, casi en la madrugada del 12 de marzo los colonos liberaron las oficinas bajo el compromiso de que en seguida sería lotificado el terreno en mención y entregado a cada una de las familias desalojadas.
Muy temprano se corrió la noticia entre los colonos desalojados que se habían ido a refugiar desconsolados con sus parientes, del logro alcanzado por quienes resistieron hasta lo último, y también se les permitió que se formaran en la fila de reparto de lotes.
Fueron los propios colonos quienes en un alarde de fuerza e independencia decidieron bautizar a su colonia con el nombre que hiciera referencia al día en que se concretó su triunfo, llamándola desde entonces 12 de Marzo como se oficializó.
Los mismos colonos ayudaron a desmontar el terreno, abrieron calles y participaron en la medición de sus lotes, en un proceso tan ágil que pudo ser modelo para ordenar desde entonces los asentamientos irregulares localizados en otros puntos de la ciudad bajo el compromiso de que la urbanización resultara del esfuerzo compartido entre beneficiarios y el gobierno.
Pero la experiencia, pese al sufrimiento por la agresión que sufrieron, sirvió a los colonos sin tierra que aprendieron en cabeza ajena la importancia de la organización y movilización.
Para los militantes de izquierda fue un gran paso ver que los colonos asumían su lucha por la tierra como un derecho de todos los mexicanos, porque eso los llenaba de convicción mirando el futuro de otra manera.
El encuentro de la izquierda
en Zihuatanejo
Para los activistas de izquierda que participamos en esa que fue la primera gran movilización de colonos en la historia de Zihuatanejo, significó un avance en el propósito de identificarnos como luchadores de una misma causa, insertados en los diferentes frentes donde pugnábamos por la organización politizada.
Sin planearlo, fueron las propias contradicciones en la lucha del capital contra el trabajo las que provocaron la crisis que hizo aflorar la presencia de la izquierda en el puerto, buscando el desarrollo con justicia.
En adelante, en cada lucha popular nadie estaría solo porque se estaban sentando las bases de la solidaridad con los colonos, maestros disidentes, estudiantes universitarios y militantes del Partido Comunista junto con quienes en ese año, escindidos del Partido Mexicano de los Trabajadores, formábamos el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores, antecedente del Movimiento de Acción Popular, organismo que más tarde, con la fusión del PCM, PPM, MAP Y MAUS, formaría parte importante del Partido Socialista Unificado de México.
A partir de ese encuentro con los profesores y estudiantes de la preparatoria, entre los que continuaron el esfuerzo organizativo recuerdo al propio Félix Echeverría, Jorge Carreón, la profesora Maritza y Anastacio Bailón.
Pocos meses después, en uno de mis frecuentes viajes para atender a los estudiantes en la preparatoria de La Unión, andando por la carretera federal me di cuenta que un coche me seguía.
Para confirmar que no eran mis nervios decidí salirme de la carretera frente a un restaurante del pueblo de Llanos de Temalhuacán, porque a pesar de haber acelerado y corrido a la máxima velocidad mi vieja Caribe, el coche nuevo en el que veía a dos personas no se me despegó.
Como en el restaurante era yo conocido me bajé confiado mirando a la dueña que estaba pendiente de quienes habían llegado, de inmediato identifiqué al conductor como un profesor que participó activamente al lado de los colonos desalojados, se llamaba Luis Carbajal López.
Pronto vino a saludarme y a presentarme a su acompañante, un maestro universitario de la escuela de Filosofía, historiador, militante del Partido Comunista quien entonces viajaba a la costa como empleado de alguna dependencia federal con lo que se ganaba la vida en aquella época en la que el gobierno del estado mantenía secuestrado el salario de los trabajadores de la UAG.
El encuentro fue gratificante porque nos pusimos al corriente de las noticias en torno al proceso de la unidad de la izquierda y sus repercusiones que tendría en Guerrero, donde había fuerzas que seguían empecinadas en el camino de la lucha violenta y repudiaban todo lo que olía a reformismo, como se identificaba entonces a quienes compartíamos la idea de crear el partido de vanguardia.
Aquel compañero a quien sus amigos le pusieron el apodo del Chingados era el ahora flamante intelectual Tomás Bustamante Álvarez.