EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

Zihuatanejo, misión y destino XV

Silvestre Pacheco León

Abril 29, 2018

La ganadería bovina en la Costa Grande nunca ha tenido relevancia frente a las demás actividades productivas rurales, pero forma parte de la diversidad de actividades que los campesinos realizan para el sostenimiento familiar.
Es extensiva porque se deja al libre pastoreo, para que el ganado se rebusque en los extensos, resecos y escarpados terrenos laderosos.
Sin mayor tecnificación, y carente de infraestructura para almacenar el agua de lluvia para alimentar los abrevaderos y para la irrigación de potreros, una cabeza de ganado debe disponer en promedio de unas 10 hectáreas de extensión para alimentarse, lo cual impide el crecimiento de los hatos ganaderos más allá de la limitada superficie de las parcelas disponible para mantenerlos.
Las 20 cabezas de ganado que son el promedio del grupo más numeroso de ganaderos, no pueden crecer por falta de agua y pasto, lo que les obliga a vender las vacas viejas y los becerros al destete (como se denomina a los ejemplares que dejan de mamar) cada año.
En esas condiciones ningún campesino del promedio puede denominarse ganadero, porque no son las vacas y los becerros su actividad principal. Practican la ordeña solamente en la temporada de lluvias, y la fama de que todas las mujeres saben hacer queso se debe a que esa es la única manera de aprovechar la escasa leche que producen, el queso y el requesón se dirigen al autoconsumo porque de otro modo la comercialización de la leche es casi imposible frente a la que se expende en las tiendas y supermercados envasada en tetra pack.
La escasez de forraje y agua, así como la fragmentación de las parcelas, son los obstáculos mayores para el desarrollo de esa actividad, y los campesinos lo saben de toda la vida, por eso definen a la ganadería como una forma de ahorro muy campesina, que no requiere de los servicios del banco y está a la mano, bajo su supervisión, disponible en el momento requerido para su venta.
La ganadería en la Costa Grande sólo es negocio para los introductores de ganado que controlan los rastros y abastecen los corrales de engorda de las tradicionales regiones ganaderas.
Compran el ganado en pie o en bulto, o en resuello, como se dice refiriéndose a que está vivo y el comprador calcula su peso a simple vista, sin necesidad de la báscula.
Como los mismos introductores tienen el control de los rastros y de los matanceros, es con ellos que el tablajero negocia el abasto de sus carnicerías, de lo cual se deriva el precio de la carne a detalle.
Esa realidad explica en parte la pobre calidad de la carne que se expende en el mercado local, y la permanente queja de los productores de ganado demandando el apoyo oficial para enfrentar la temporada de estiaje que cada vez trae más resequedad.
La situación de la ganadería descrita aquí permanece intacta en la Costa Grande y en la década de los 70 parecía desconocida para el autor y ejecutor del proyecto de ganaderización que quiso cambiar su realidad sin ir a la raíz de los obstáculos que impiden su desarrollo.
Quien ostentaba el cargo de delegado federal de la Secretaría de Agricultura y Ganadería en 1975, siguiendo la conducta autoritaria que les caracteriza, quiso desarrollar el sector comprometiendo las áreas comunes de los ejidos bajo la promesa de que llegarían grandes inversiones, lo que provocó la conversión de las reservas de bosques, en potreros y pastizales.
Sin previa capacitación de los campesinos y con la urgencia del período sexenal con el que se miden los proyectos, se pretendió convertir a los campesinos productores de autoconsumo en ganaderos organizados en empresas, entregándolos en manos del Banco Rural como clientes analfabetos en cuestiones financieras que desconocían los contratos de apertura de crédito, y menos sabían de las tasas de interés.
En cinco años las empresas ejidales así organizadas fueron cayendo en cartera vencida ante el beneplácito de los inspectores del banco quienes se echaron sobre sus activos.
En esa situación de quiebra estaban la mayoría de las empresas en la costa cuando en 1980 fuimos convocados por el gobierno federal a salvarlas mediante un programa de organización y capacitación en el año que fenecía la administración estatal de Rubén Figueroa en Guerrero y comenzaba la de Cuauhtémoc Cárdenas en Michoacán.
En Zihuatanejo se despedía de la presidencia en su primera gestión Armando Federico González y Rubén Pérez Espino en La Unión.
Los profesionales activistas de la capital en la Costa

El equipo de compañeros venido de la Ciudad de México se instaló en los distintos ejidos de la Costa Grande de común acuerdo con los dirigentes de las empresas ganaderas y ejidatarios.
Nuestro propósito tenía mucho de apostolado porque la adaptación de los universitarios a las condiciones de la vida rural requería de gran disposición y resistencia, además de la adopción de normas estrictas para garantizar nuestra seguridad y evitar cualquier clase de riesgos.
Lo principal era evitar las borracheras, no asistir a fiestas ni convivios, resguardarse temprano en sus casas y guardar una relación de respeto con todos los vecinos y autoridades.
Cada uno, provisto de su respectiva bitácora, anotaba todo lo que le parecía relevante en la vida de la comunidad y un día de cada semana rendía un informe escrito al pleno del equipo atendiendo al guión previamente elaborado.
Los fines de semana eran para relajarnos en colectivo y los aprovechábamos para visitar y conocer meticulosamente cada una de las playas del litoral como si fuéramos vacacionistas.
En poco tiempo hicimos acopio de la situación económica, financiera y organizativa que guardaba cada una de las empresas ganaderas que nos sirvió para la elaboración del diagnóstico que teníamos listo para presentarlo a los socios en la idea de promover su organización regional.
Nos interesaba que los campesinos de los ejidos conocieran que cada una de las empresas ejidales vecinas para que identificaran sus problemas comunes y se convencieran que requerían de una acción colectiva.
Y no pasó mucho tiempo para ello. La primera oportunidad la tuvimos en mayo en la fiesta de aniversario de la empresa ejidal de Buena Vista, perteneciente al municipio de Zihuatanejo, a cuyos dirigentes les pareció una idea brillante convidar a las demás empresas ganaderas.