EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

Zihuatanejo, misión y destino XVII

Silvestre Pacheco León

Mayo 13, 2018

El despliegue de la izquierda en Zihuatanejo en 1980

El despliegue de la izquierda en la Costa Grande inició en 1980 en Zihuatanejo, y lo hizo simultáneamente en el campo y en la ciudad, desde los movimientos sociales, populares de colonos, campesinos y gremiales, en un terreno copado por el PRI, que desde el poder había sectorizado y mediatizado a la sociedad en sus organizaciones corporativizadas como la CNOP que atendía a los movimientos populares (en Zihuatanejo creó a nivel municipal el Movimiento Territorial), CNC y CCI para el campo, y CTM encargada de los obreros a través de los sindicatos.
Con la experiencia de más de medio siglo en el poder el gobierno del PRI había hecho la jugada maestra en el campo para apaciguar las agitadas aguas de la guerrilla socialista que se levantó en Atoyac.
Después de su victoria militar, con inversiones jamás vistas, apaciguó la agitación en el campo bajo la supuesta intención de desarrollarlo.
Pero sin organización ni participación en el diseño de esa estrategia, el gobierno provocó una división generalizada en los ejidos corrompiendo a sus líderes y desgastando a sus bases en luchas estériles que los vacunaron contra toda idea de colectivismo, resumido en el dicho aquel de que lo común es de todos y de nadie, con el destino final del fracaso.
El proyecto de las empresas ganaderas ejidales ilustraron bien lo sucedido en aquella época. La ganaderización de la costa tenía apariencia de bondad, salvo por el hecho de que implicaba sacrificar miles de hectáreas de selva para convertirla en potreros, sin resolver la carencia de agua que pondría en una situación de debilidad a las hatos de ganado cuyos ejemplares requieren cada día entre 50 y 60 litros.
Pero la estrategia funcionó para mantener ocupado a numeroso sector campesino que trabajaba sólo estacionalmente en el año durante la época de lluvia, empeñado únicamente en generar su propio consumo, sin afanes de ampliar y dinamizar el mercado local que iba creciendo en la demanda de alimentos por la oleada de trabajadores que llegaban a Ixtapa para construir la ciudad.
En los ejidos el gobierno ideó extender la ocupación de los campesinos más allá del periodo de lluvias, aprovechando esa mano de obra habilitándola para el desmonte de la selva donde se planeaba establecer los potreros, bajo el ofrecimiento de un pago mínimo como jornal, cuya tarea los pondría en el umbral de ganaderos en un proyecto engañoso porque desde el poder a los campesinos se les veía de manera racista como menores de edad, objetos, no sujetos del desarrollo que se planeaba.
Los proyectos productivos para los ejidos se planeaban a distancia y en su diseño e implementación eran suplantados por los burócratas de las dependencias federales y funcionarios que jugaron el papel de correa de trasmisión de la corrupción que se exportó de la ciudad hacia el campo.
Desde el pago de sus jornales a los campesinos proveniente de Programa Nacional de Desmonte, un resabio del método porfirista para tender las vías del ferrocarril, hubo toda clase de arbitrariedades y abusos sin par porque el dinero federal que se retiraba puntualmente del banco para el pago semanal tardaba meses, y a veces nunca llegaba a manos de los campesinos, a quienes se hacía firmar con antelación las listas de raya.
Esa situación que los campesinos veían como una burla los hizo alejarse de sus proyectos sin saber que con su ausencia facilitaban las maniobras corruptoras con el flujo de dinero que no se podía detener.
El derroche de recursos públicos que pasaron a ser fortuna de vivales privados comenzó desde el desmonte y limpieza del suelo para tender las cercas perimetrales que establecían una división de los terrenos ejidales con las empresas, luego en la construcción de la infraestructura ganadera que generalmente comprendía la apertura de brechas para llegar a los corrales de manejo del ganado, a la bodega y baños garrapaticida, y después estaba la parte más jugosa y permanente para la trama de la corrupción, que consistía en la compra y venta del ganado.
Si bien el proyecto comprendía la compra del primer lote de ganado con vaquillas al parto, asesorados por profesionales para evitar la compra de ganado infectado de brucelosis, en esta parte donde el banco rural aparecía como el estratega por ser quien facilitaba el crédito, las dependencias federales le dejaban hacer a los técnicos sin que en ninguna caso apareciera la voz y decisión de los supuestos ganaderos.
A los técnicos del banco no les interesaba traer a la región los lotes de ganado de otros estados para incrementar el número de cabezas en el orden estatal, ni mucho menos fijarse en la calidad y estado de los hatos, sino en la negociación del precio del ganado y las comisiones a cobrar con los dueños de los ranchos, de manera que sin posibilidad de tomar en alguna parte el control del proceso los campesinos aceptaban y firmaban todo de conformidad iniciándose como ganaderos en condiciones desventajosas, endeudados al gusto de los técnicos del banco y atenidos a la asesoría que esporádicamente recibían de las demás dependencias oficiales con la quiebra anunciada de sus proyectos.
Es ese ambiente de descomposición social que privaba en muchos ejidos de la costa el equipo de activistas que promovíamos entonces la unidad de la izquierda en el primer gran partido que fue el Socialista Unificado de México, nos dispusimos a participar para rescatar lo valioso del campo.
Todo eso ése fenómeno de corrupción y control del gobierno en la costa sucedía cuando en otras regiones los campesinos daban muestras de organización impulsando proyectos igualmente colectivos pero de manera autónoma e independiente, cuyo ejemplo emblemático fue la Coalición de ejidos de Yaqui y el Mayo en Sonora y los propios cafetaleros de los ejidos coaligados en Atoyac.
En el puerto de Zihuatanejo el movimiento gremial de los profesores iba trascendiendo el sentimiento de derrota que el gremio sufrió en la represión de 1956 y del propio 1968.
El sector oficial de la Secretaría de Educación Pública en Zihuatanejo tenía a la escuela Miguel Hidalgo de la colonia la Noria como centro de castigo donde enviaba a los disidentes a lidiar con los hijos de indígenas migrantes, quienes sin hablar español debían ser regularizados e incorporados como alumnos regulares.
En esa escuela se creó el núcleo dirigente del CCL con los profesores Félix Echeverría Barrera de Tierra Caliente, Juan Basilio Alcaraz de Tixtla, Anastacio Bailón Salas de Coyuca de Benítez y Jorge Carreón González de Iguala, los cuales enfrentaron el acoso y persecución del gobierno que los amenazó con meterlos a la cárcel, haciéndolos huir y permaneciendo ocultos por un tiempo.
Pocos años después esos mismos profesores encabezaron, junto con los padres de familia, la toma de los terrenos aledaños al edificio escolar para su futura ampliación, obligando al Fibazi a dotarlos legalmente de esa superficie que la convirtió en la más grande de Zihuatanejo.