EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Zihuatanejo y su parque lineal

Silvestre Pacheco León

Noviembre 15, 2015

Nunca ninguna obra pública municipal ha tenido tanto impacto social en el municipio como el parque lineal de Zihuatanejo, construido en el año 2014 en el camellón derecho del canal de aguas pluviales que recoge los escurrimientos del cerro Viejo para transportarlos al mar en la playa principal de la bahía.
Se trata de un trayecto arbolado de dos kilómetros que cruzan el corazón de la ciudad, en una estrecha superficie equipada con aparatos y juegos mecánicos que define al concepto de parque lineal.
La obra que aprovechó el área reforestada por grupos de la sociedad civil y sucesivos gobiernos municipales a lo largo de 20 años, fue pensada como un lugar para el esparcimiento y el deporte, como una más de tantas que se proyectan y ejecutan en el extenso territorio guerrerense pero, a diferencia de todas, esta tiene ingredientes que la hacen única y sobresaliente.
La pista para bicicletas de no más de tres metros de amplitud construida a lo largo del canal, beneficiaria de la fronda arbolada y del viento marino que mantienen fresco el lugar, se convirtió en uno de los mayores atractivos para las familias de las colonias populares que conviven todos los días, caminando, trotando o simplemente disfrutando del microclima natural refrescado por la verde mancha de robles, caobas y cedros que crecieron casi desde la playa hasta llegar al agreste cerro Viejo, convertido en baluarte de la ciudad.
He contado durante mis paseos vespertinos cada uno de los 364 árboles donde el más viejo no llega a los 30 años. Son robles blancos, caobas, tulipanes africanos; también tabachines, higueras y cedros; muchos truenos, gigantescas parotas, frágiles lluvias de oro, frondosas, espinudas, verdes y sagradas ceibas.
Primaveros que pronto darán sus encendidas flores amarillas, bocotes que ya mostraron sus menudas y estrelladas flores para anunciar la fiesta de todos Santos.
Se trata de los árboles de maderas preciosas cuyas flores le dan un toque de belleza.
En un recorrido que se puede hacer en media hora, uno disfruta, además, de la sombra y cercanía de árboles muy locales como el quebrache, papelillo, cuahulote, jovero, flor de mayo y tambola, para hablar de aquellos que dan el toque característico a la selva costeña.
Entre los árboles frutales domesticados, sembrados por los mismos vecinos, uno encuentra a lo largo del canal, ciruelos, cocoteros y mangos; también nanches, limones y tamarindos; guayabos, anonas y cuajilotes; chicos, chicozapotes, zapotes blancos y zapotes prietos.
Muchos de estos árboles adultos cuentan historias particulares. Los 157 robles y los 49 cóbanos o caobas, fueron sembrados por jóvenes de hace 20 años, organizados bajo el nombre de Juventud Verde Jaguar, otros por brigadas de trabajadores a cargo del profesor Jesús Gómez Ríos, y algunos más por los vecinos del canal, quienes también se ocuparon de regarlos.
Entre tantos sembradores cuente usted a quien esto escribe y a Enrique Rodríguez. Ambos dedicamos algunas tardes y noches en sembrarlos y regarlos.
Quizá porque éste bosque fue el resultado de un esfuerzo colectivo, siempre hubo una fuerza que oponer a la amenaza latente de convertir el camellón en moderna avenida para los vehículos.
Ahora, en cambio, frente a los carros que siempre irán en aumento, el pequeño y escuálido lugar se ha convertido en el principal paseo que a todos nos alegra, divierte y entretiene, sin apenas haberle agregado más que pequeños muros de concreto y piedra que lo aíslan y protegen.
Mirando cada tarde la infinidad de personas que disfrutan del parque lineal como si fuera su traspatio, uno puede constatar que se ha creado el mejor ambiente natural y social donde antes era tierra de nadie.
Recuperado el camellón del canal de manera tan ecológica y convertido ahora en parque lineal, se ha creado aquí el ambiente más apropiado para fomentar la educación y la cultura popular, pongo como ejemplo el respeto que la mayoría le dispensa a esta obra que es de propiedad común.
Los dueños de mascotas que han adoptado el parque para sus paseos, han aprendido en corto tiempo su responsabilidad de recoger el excremento de sus perros.
El parque es un lugar limpio, no se ve basura por el área porque todos han aprendido a utilizar los depósitos distribuidos a lo largo del paseo.
Estoy seguro que a muchas personas les agradaría aprender durante el paseo los nombres de cada árbol como manera creativa de aprender a quererlos.
Hace poco un vecino me llamaba la atención sobre el fruto caprichoso de los árboles de caoba.
–Son muy feas esas bolas grises, qué utilidad pueden tener, me cuestionaba.
Cambió de opinión cuando le dije que esa “bola” guarda cientos de semillas que cuando maduran el viento las esparce para que se reproduzcan.
Esa especie, característica de la selva chiapaneca, fue en la península de Yucatán como el cedro rojo en la nuestra, que produjo grandes fortunas con su explotación.
La playa de la Madera debe su nombre al hecho de que en ella se embarcaba rumbo a Estados Unidos, el cedro rojo en el siglo pasado, bajado con yunta de bueyes desde nuestra Sierra Madre.
En un tramo de apenas 200 metros he contado 49 ejemplares de caobas tan desarrolladas que algunas de sus ramas casi descienden hasta el fondo del canal.
Otra tarde me encontré al reportero Juan Francisco Barrios quien con grandes esfuerzos de memoria pudo acordarse del nombre que recibe el árbol que creció frente a su casa, de hojas exóticas, originario de América Central cuyo fruto se rumora que cura el cáncer.
Se trata de la huaya que creció junto a un nanche y desde el año pasado da sus frutos en racimos de color verde, redondos como las uvas y cáscara quebradiza como cascarón de huevo, de pulpa salmón y gelatinosa, agridulce, cuyas propiedades dicen que son capaces de curar el cáncer.
Muy cerca de ése lugar está el frondoso y siempre verde árbol de neem que para la cultura hindú es sagrado. Sus hojas amargas que masticaba Mahatma Gandhi, ayudan al sistema inmunológico.
Mi amigo Arturo Reyes, un contador que nació en el ejido de La Laja de Zihuatanejo me dijo que había descubierto, como yo, cerca del puente que comunica a la colonia los Amuzgos, un árbol de su región cuya flor amarilla nace dentro de una especie de pelota color café y que abunda en las los cerros que bordean las playas del puerto Vicente Guerrero y Papanoa. En su pueblo se conoce como tambola, y su corteza sirve para el tratamiento de la diabetes.
Lo cierto es que además de los árboles propiamente forestales, en el parque lineal los hay de ornato y frutales, algunos exóticos porque han llegado de otros continentes como el neem y el noni
De las plantas de ornato agregadas a esta superficie arbolada, se encuentran a lo largo de los dos kilómetros: bugambilias de casi todos los colores, palmas de extensa variedad: sikas, reales, de la amistad, palmarecas y palmas de coacoyul; crotos, tulipanes, ixoras, aralias, cola de novia, pericón, cempasúchitl, avecilla, lluvia del cielo, lirios árabes y copa de oro, y una buena variedad de cactáceas y suculentas.
En varias ocasiones he contado a los paseantes del parque a diferentes horas de la tarde y me sorprende su número que casi llega a los 200, entonces hago cuentas de que pueden ser miles los paseantes.
Los aparatos para ejercicios, los columpios y juegos mecánicos se aprovechan con intensidad; hay bancas bajo techo para cubrirse de la lluvia y otras que aprovechan la sombra natural.
Si algún futuro gobierno acertara a embellecer el carril derecho del canal y extender el parque lineal hasta el arroyo del Limón, Zihuatanejo quedaría entre jardines y podría presumir de estanques, cascadas y fuentes aprovechando el agua de sus manantiales.