Abandonados, los puestos de comida fuera del hospital Donato tras el ataque a los taqueros

Luego de que el 31 de marzo, un matrimonio dueño de un puesto de tacos fue asesinado a balazos frente al Laboratorio Estatal Galo Soberón y Parra, en Ciudad Renacimiento, y de días antes dos comerciantes del Acatianguis, en el bulevar Vicente Guerrero, fueran ejecutadas al negarse a pagar la cuota, ambos puntos continúan sin actividad comercial.
Ayer, afuera del Hospital General Donato G. Alarcón, de los más de 10 fondas y taquerías que rodean al nosocomio ninguno estaba abierto. Allí un grupo de mujeres vendían tamales en una mesa de plástico y a unos cuantos pasos de la entrada principal.
Los comensales apenas cabían, pero era lo primero que encontraban la mayoría de los familiares de los pacientes.
Una señora que comía con rapidez su tamal contó que tenía su hijo en terapia intensiva. Sin apetito salió a comer porque familiares de otros enfermos le dijeron que se veía débil y le recomendaron que se comprara algo y se ofrecieron en avisarle en caso de una emergencia.
La mujer, quien dijo llamarse Ana Bertha, dijo que no le gustaban los tamales pero la salsa le daban sabor, “algo picoso aunque sea, porque allá dentro (del hospital) no hay comedor y pues vengo sola, me tengo que apurar”.
Otro grupo de personas buscaban algo qué comer, pero de los puestos que ofrecían picaditas, quesadillas, caldo blanco de pollo, albóndigas, moles o cualquier otra comida corrida, no había ninguno abierto.
El corredor de comida en la banqueta del lado del hospital, el centro de Rehabilitación del DIF Guerrero, el Centro de Medicina Transfusional, el Instituto estatal de Oftalmología y el Laboratorio Estatal ninguno de esos puestos estaban abiertos.
Algunos negocios establecidos de enfrente estaban abarrotados, pero eran insuficientes para la demanda que dejaron los cerca de 20 puestos de comida semifijos cerrados desde hace siete días por la violencia en el municipio.
Tampoco abrieron los puestos de tacos enfrente del Laboratorio Estatal, donde fue asesinado el matrimonio de taqueros. Incluso en uno se observaron cristales rotos que servían de protección al comensal para que no le saltara el aceite donde freían las carnes mientras esperaba su orden.
El olor a grasa quemada persistía en el lugar a pesar que llevaban una semana sin abrir.
Las orillas del camellón que anteriormente estaban ocupadas por sillas y mesas, ayer eran ocupados por los automóviles estacionados.
De los más de 20 negocios sólo uno estaba abierto: uno de ropa para mujer.
El temor persistía porque, sin hablar al respecto, los taxistas que hacen sitio frente al hospital no hacían mención de los negocios cerrados ni del hecho violento ocurrido hace una semana.
Cruzando el bulevar, tampoco estaban abiertos los puestos semiestablecidos y establecidos del Acatianguis.
El pasillo del Acatianguis, un costado el supermercado Comercial Mexicana en la Zapata, estaba oscuro. No había personas que salieran o entraran. En la banqueta, de los puestos de flores que recibían a los transeúntes sólo se observaban floreros, esponjas y bases volteados y a medio tapar con sábanas.
En ese punto, quienes van distraídos o a paso lento cuadras atrás, apresuran su andar y apenas voltean a ver el pasillo en el que hace 15 días mataron a dos mujeres vendedoras de ropa y accesorios de belleza.
De nuevo, la entrada de Ciudad Renacimiento, enfrente del Centro de Rehabilitación Integral del DIF estatal, un taxi rojo y blanco que estaba estacionado en el camellón fue subido a la banqueta. Una señora que estaba sentada en lo que fue una banca de un puesto de picadas preguntó al chofer cuando bajó de su vehículo:
–¿Lo movió porque tiene miedo que le pase lo de los taqueros verdad?
–Pues sí jefa, ya no sabe uno dónde ponerse o no.