Festejan el Día de la Santa Cruz con barbacoa, cochinita, chelas y hasta misa



Mónica Martínez García

Con barbacoa, cochinita, cervezas y hasta una misa católica, celebraron algunos trabajadores de la industria de la construcción ayer el Día de la Santa Cruz o de los Albañiles.
El Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción, Autotransporte, Choferes, Operadores, Similares y Conexos del Estado de Guerrero CTM consideró que la “fuerte” inversión que se da en Acapulco ha provocado también que la mano de obra en el ramo de la construcción se abarate y que el sector esté “en crisis”.
En la construcción del condominio Mar Azul organizaron una misa y una comida con cochinita pibil a los trabajadores quienes improvisaron un altar a la virgen de Guadalupe con pedazos de tela, varillas y madera.
La planta baja de lo que será este condominio lució recién aseada. Aún el piso estaba mojado, pero se convirtió ayer en sitio de oración y de fiesta para los trabajadores de la construcción quienes aún con su ropa y cara llena de cemento y polvo escucharon atentos mientras el padre Ángel Cueva Gutiérrez oraba.
Los trabajadores improvisaron unas portas veladoras con pedazos de algunas de las varillas que se utilizan como para las columnas de los edificios. El padre bendijo la cruz adornada con papel de colores de la bandera. Sólo uno comulgó mientras que el resto con mirada discreta y una risa de nervios voltean a verse.
En el sermón, el cura les pidió que dieran gracias por contar con un trabajo y por los empresarios “porque son los que generan el trabajo”, pero también les pidió rezaran porque éstos ofrezcan salarios justos y “no se aprovechen de los trabajadores sino que lo hagan con responsabilidad”.
Al concluir la misa, todos corrieron a montar las sillas y las mesas para el guateque aunque la comida a eso de la una y media de la tarde, aún no llegaba.
Según uno de los encargados de la obra, la cochinita pibil llegaría hasta las 2 de la tarde, mientras tanto, todos a esperar para festejar el único día del año en que se les permite parar al mediodía para celebrar su día.
A diferencia de otras obras, en ésta participan unas tres mujeres, pero no como albañiles, ellas limpian las áreas para que el escombro no se acumule.
Los trabajadores de la construcción consideraron que el 3 de mayo es una tradición el festejarse aunque lo ven como algo ya normal.
Otros piensan que su trabajo no es lo suficientemente bien remunerado como Nicolás Vázquez quien ya tiene 38 años de ser soldador y quien opinó que no siempre son bien pagados y que algunos empresarios “nos exprimen aunque claro que sacamos para comer, pero siempre nos exprimen y hasta algunas compañías nos quedan a deber”.
Aseguró que el año pasado cuatro arquitectos y tres ingenieros de otras obras le quedaron a deber y tuvo que vender su automóvil para poder pagar deudas.
Mientras que en otras construcciones hasta después de las 4 de la tarde pudieron celebrar, pues tuvieron que trabajar como normalmente lo hacen.
Tradicionalmente cada 3 de mayo los albañiles construyen altares dedicados a la cruz, los adornan con flores, velas y papel de muchos colores. Esta gente detienen su jornada al mediodía y se espera la celebración, cuyo padrino será algún patrocinador de la obra.
Una noche anterior se prepara una cruz con desperdicio de la obra y la adornan con lo que se encuentran a la mano. Esta cruz es colocada en el lugar más alto de la construcción y la terminan de adornar con papeles de colores y flores.
Una vez instalada la cruz y el altar comienza la fiesta, a la cual se invita a los conocidos y familiares. La tradición data de la época colonial a partir de la formación de los gremios y según viejas crónicas fue impulsada por Fray Pedro de Gante.
Esta celebración fue suprimida del calendario litúrgico por el papa Juan XXIII, sin embargo, los trabajadores de la construcción de México mantuvieron viva la tradición. Dado el fervor religioso de los albañiles, el episcopado mexicano hizo las gestiones pertinentes para que en México continuara vigente la celebración de la Santa Cruz.
El secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción, Autotransporte, Chóferes, Operadores, Similares y Conexos del Estado de Guerrero CTM, Adrián Rivera Ortega, consideró que la mano de obra del ramo de la construcción esta en crisis porque al haber demasiada, se devalúa por eso llamó a las constructoras para que paguen salarios justos.
“Toda inversión es bienvenida, pero hay empresas que construyen y desaparecen de la noche a la mañana como una estrategia por eso pedimos al gobierno del estado que garanticen que estas empresas cumplan con el pago de la mano de obra de los trabajadores”, subrayó.

Día de la Santa Cruz

 Festejo de quienes construyen casas pero que pocas veces llegan a tener una como Dios manda

 Aurelio Peláez

Día de la Santa Cruz, día de los albañiles. Temprano, se oye el estallido de algunos cuetes en el cielo de las misas que se dan en honor del gremio de la construcción, pero de los de abajo, los que pese a deslomarse toda la vida cargando los ladrillos y el bulto de cemento, no alcanzarán a tener una casa como Dios manda.

Por la mañana se instala la cruz de madera en la parte más alta por la construcción en turno. La cruz se cubre de papel de colores que se mecen al viento. Es además una especie de gracia para la casa o el edificio realizado, que reclama su reciprocidad: la barbacoa al mediodía y la botella de brandy Presidente y unas cocas.

El patrón o el ingeniero de la obra tienen previsto parar el trabajo temprano e improvisar unas mesas de madera, con el cemento todavía pegado, y blocks de cemento a madera de sillas. No hay discurso ni nada. Decirlo sería un sacrilegio. El entorno son las varillas pelonas, los tabiques, el cascajo. Si es una obra grande, no está de más traer un trío o una grabadora con casetes con cumbia o corridos de matones de la Costa Chica. Nada como un buen corrido para comenzar un pleito por ahí de la cuarta copa.

Los platos de cartón ya usados se van arrinconando en alguna esquina. La salsa y algunos huesos adornan el suelo. Los saludos van entonces del “compadre” al “pendejo”: no me pendejee compadre, bájele de güevos guey, después no te abras cabrón. La bronca nunca falla.

Por la ciudad, las obras se ven dispersas, las construcciones cada vez son menos. Las grandes construcciones son cosa de otros años. Por ahora son condominios por la zona de Punta Diamante, casas y departamentos para ricos que son el orgullo del gobernador René Juárez. Unas casas del grupo Geo por Tres Palos, casas populares, que para variar dañan el ecosistema.

Y los chalanes son sobre todo jóvenes. Menores de 20 años, los muchos. La escuela quedó como cosa del pasado. Ahora la realidad son esposas también jóvenes, hijos a temprana edad y una ciudad donde los empleos son pocos.

–¡Salú, compadre¡

–Ése, la policía estuvo ayer en la colonia pasando báscula, ése.

–Pero ni pendejos que fueron hasta arriba, allá sí los apedrean ése.

–Yo le aventé el tiro al Mike, andaba tirando aceite.

–El domingo no voy a ir a jugar, tengo pedos en El Cayaco.

–¿Y tu vieja?

–Ya se la llevó su mamá.

–Se abrió el Mike.

–Ese güey anda vendiendo piedras.

Es la hora del cartón de cervezas sobre la mesa. El amigable sonido del destapador sobre la corcholata. Es la hora de aflorar el músculo, de los huesos más bien, sujetos diarios de la carga; de tomar en la mano algo que no sea la pala, de no esperar el sábado para ir por las caguamas a la tienda.

Un día de excepción, donde parece que los policías no andan a la caza del albañil borrachín de regreso a casa, esquilmando los últimos billetes de la raya que no dejó en la cantina.

La cruz es testigo de la fiesta, del cambio de ánimo de ese chalán que nunca habla y ahora anda de grupo en grupo dando abrazos, saludando, esperando que un golpe lo coloque en el suelo. Dos o tres horas después, el patrón, el ingeniero de la obra, aparecerá impaciente. Comenzará a escamotear las cervezas, la coca cola, el hielo.

–¿Ora mi Inge, otra caja, no?

El Inge no oye. Mirará el reloj, hay fiesta de ingenieros más tarde en otro lado.

–Ya cabrones, hay que chingarle mañana…

Hay protestas en voz baja. El Ingeniero ignora la mentada de un silbido. Algunos se comienzan a levantar de los improvisados asientos. El tiradero de basura es cosa del patrón. Ahora, la caminada hasta la parada de camión. Luego, tomar otro, bajar aún tambaleante hacia la casa, sorteando un perro, el charco de la calle sin pavimentar. La casa de tabiques pelones y techo de cartón que se divisa al fondo.