San Francisco, uno de los primeros panteones de Acapulco y apenas visitado en Día de Muertos


Una tumba blanca, recién pintada, resalta en el panteón de San Francisco, ubicado en la entrada a la Calzada Pie de la Cuesta.
Entre las mohosas, negras y abandonadas criptas, la de la familia Monroy Jiménez es de las pocas que se preservan en uno de los primeros panteones de Acapulco.
En 1932, el abuelo de los hermanos Monroy fue sepultado y en 84 años sus descendientes no han dejado de visitarlo.
El panteón de San Francisco sigue abierto para visitas de los familiares. Habilitado en 1860, ayer a medio día apenas cinco familias estaban en el lugar considerado por ellos como histórico.
Los hermanos Ofelia y Efraín Monroy Jiménez contaron que desde hace más de 60 años han visitado a su abuelo y tío en el panteón, que ven cada vez más descuidado.
Ofelia Monroy Jiménez, acapulqueña pero radicada en Los Cabos, Baja California, aprovecha las festividades del Día de Muertos y Navidad para visitar las tumbas de su abuelo y tío, y a su familia que vive en el Barrio de La Lima.
Su identidad como acapulqueña está ligada al cementerio. Sus primeros recuerdos son los de una familia reunida cuando visitaban a su abuelo y en el lugar contaban los mejores momentos. Además de los rezos que aprendió y siguen en su memoria con el ritmo que marcaba su mamá, que ahora tiene 92 años.
El señor Efraín Monroy Jiménez cuenta que  “desde chamacos” fueron inculcados a visitar a su abuelo, que él fue el último de su familia que está en el panteón de San Francisco.
La abuela, que falleció en 1957 no pudo ser enterrada con su esposo. Ella fue sepultada en el panteón de Las Cruces.
“Para que no se pierda y olvide” preservan la cripta de su abuelo y tío. Desde hace más de 10 años, la familia Monroy visita el 1 de noviembre a su abuela, sobrinos e hijos. Ya el 2 de noviembre, a su abuelo y tío para conservar las tradiciones en Acapulco que a su parecer, se están perdiendo.
El ejemplo de su fervor, es la posibilidad de que cuando él muera sea incinerado y sus cenizas puestas dentro de la tumba de su abuelo; “que nos dejen ese pedacito de la tumba para estar en este panteón ya las cenizas”.
En los más de 60 años de visitar el cementerio ha sido testigo que con el paso del tiempo son menos quienes acuden. “Las personas que venían en aquel tiempo ya fallecieron o ya se fueron de aquí y por eso ha quedado olvidado”. Lamentó que no se inculcó a una parte de los acapulqueños que allí están sus raíces.
Bajo la sombra del árbol, los dos hermanos que ayer visitaron a su abuelo voltean a ver el sinuoso terreno con pocas flores nuevas en las tumbas o al menos preservadas, limpias como la de ellos y concluyen que la mayoría de las tumbas están olvidadas “y hablando en plata, las autoridades no les han dado mantenimiento, tampoco”.
Expresó: “aquí está la historia de Acapulco, aquí en este panteón está la historia de Acapulco”.
Para él, un hecho histórico como el incendio del teatro de Las Flores es para recordar. Contó que en una fosa común echaron varios cuerpos de aquel siniestro que dejó un número de cuerpos calcinados e irreconocibles. Él no lo vivió pero sí su abuela y tías: “nomás metían los cuerpos y pues no había control en esos tiempos”.
También por dichos de su madre y tía de 93 y 88 años de edad, respectivamente, la versión de lo que provocó el incendio fue la primera función de cine en Acapulco: “se quemó el rollo y de ahí se corrió el fuego. Las puertas que en lugar de abrir para afuera, abrían para adentro –como acostumbramos todavía- pues fue un desastre en ese teatro allá por donde ahora están las oficinas de catastro”.
Trescientos cuerpos sin identificar se enterraron en la fosa común en 1907. Su abuela le contó con imprecisión de los detalles pero siempre era tema de plática cada vez que visitaban al abuelo.
Don Efraín asegura que el desdén por los hechos históricos de Acapulco ha surgido de su familia: “dice mi sobrino que es leyenda urbana lo del teatro pero no, es parte de la historia”.
Su abuelo fue sepultado en 1932 y de acuerdo con documentos que encontró, se pagaron 2 pesos por el nicho en el camposanto de los vecinos en los ahora llamados Barrios Históricos, y 84 años después siguen acudiendo.
Sostuvo que los auténticos acapulqueños de los años 30 están allí, esperando a que sean reconocidos y no olvidados entre tumbas abiertas y sin veredas para  hacer más fácil el paso de los adultos mayores en su mayoría.