Indígenas migrantes en Acapulco

 

 Entre la pérdida de identidad y su inexistencia para las autoridades

 Kenia Guzmán Pérez

Pareciera una comunidad serrana por lo sinuosa, polvorienta y accidentada de su avenida principal, pero se trata de la colonia indígena Hermenegildo Galeana, situada en la parte alta de la opulenta Costa Azul, habitada mayoritariamente por artesanos del Alto Balsas.

Y su realidad así lo corrobora: no tienen agua potable, la traen por gravedad. No hay pavimento, las calles están salpicadas de rocas y los cables de luz y agua forman una enorme telaraña negra en la que no se alcanza a distinguir el destino final de cada uno de ellos.

Todos ellos llegaron ahí por una “invasión” perredista. El 80 por ciento de sus habitantes son nahuas de San Juan Tetelcingo, municipio de Tepecoacuilco, pero también hay mixtecos y tlapanecos de La Montaña y la Costa Chica.

La colonia está llena de casitas de madera, de palapa y de lámina de cartón y una que otra de material.

Todas ellas comparten algo en común: el trabajo, constante, incesante, que les provee del dinero necesario para subsistir en esta ciudad.

Las familias indígenas se reparten el trabajo, mientras unos fabrican las artesanías en casa, otros salen a vender o a comprar la materia prima.

Aquí todos trabajan, incluyendo los menores, de quienes sus padres presumen que en caso de quedar huérfanos, ellos ya saben cómo sobrevivir. Se enorgullecen de no ser delincuentes y de ser, tal vez, el grupo social más limpio en problemas de tipo judicial.

Este parece un asentamiento común y corriente, pero quizá más marginado.

Sin embargo cuentan con su propia escuela primaria bilingüe, la Telpochkali, a la que asisten 47 niños, pues la institución apenas tiene cuatro aulas, tres maestros y un director. Aquí se les enseña a hablar y a escribir nahuatl porque muy pocos niños indígenas nacidos en Acapulco conocen la lengua de sus padres.

La escuela carece de sanitarios dignos, los niños hacen uso de malolientes letrinas y no tienen espacios dónde hacer deporte, ni dónde descansar en el recreo. Un aula concentra la dirección, la biblioteca y la sala de usos múltiples.

Quince mil indígenas que no

reconoce la Conadepi

En Acapulco hay cerca de 15 mil indígenas Me’phaas (tlapanecos), mixtecos y nahuas, en su mayoría de La Montaña y del Alto Balsas, que enfrentan problemas de empleo, vivienda, servicios médicos, pero sobre todo la pérdida de su identidad, sus lenguas y la violación de sus derechos humanos.

A su llegada a este puerto es como si trataran de olvidar su origen, sus pueblos, la pobreza que allá existe y comenzar a inculcar a sus hijos el idioma español, únicamente, con la creencia de que así ya no sufrirán las humillaciones y la burla de la sociedad.

Otro de los problemas sociales de los migrantes indígenas es el impedimento por parte de los tres gobiernos de vender sus productos en las playas, la Costera y áreas turísticas.

Datos oficiales de la Unidad de Asuntos Indígenas del Ayuntamiento de Acapulco, señalan que en el puerto hay reconocidos 10 mil 249 indígenas migrantes de las 4 etnias de Guerrero, la mayor parte de esta población son mujeres, 6 mil aproximadamente. Luego le siguen hombres, ancianos y niños. La mayoría son nahuas del Alto Balsas y Chilapa, y en segundo lugar se encuentran los mixtecos y tlapanecos, que provienen de los municipios de Malinaltepec, Metlatónoc y Tlapa, de la región de La Montaña. Los mixtecos son los más organizados.

El jefe de la unidad, Regino Díaz López señala que partir de la lucha zapatista de Chiapas, en Acapulco se comenzaron a crear organizaciones civiles para la defensa de sus intereses y por ello ahora hay una Federación de Artesanos Indígenas del estado de Guerrero, de nahuas, la de Artesanos del Alto Balsas, la de Artesanos Amateros, la Unión de Indígenas Radicados en el Municipio de Acapulco y la Coordinadora de Indígenas Radicados en el Municipio de Acapulco y la Unión de Vendedores de Grupos Étnicos.

Algunos son militantes del PRI, otros del PRD y también han simpatizantes del PT.

Los indígenas viven en todos lados: en los barrios históricos, en las tres etapas de la Jardín, en las colonias Chinameca, Hermenegildo Galeana, la Base, Ciudad Renacimiento. En El Treinta, El Bejuco, Puerto Marqués, La Sabana, San Martín El Jovero y Los Órganos de Juan R. Escudero.

La mayoría que vive en el centro, renta, algunos desde hace 30 años y los de la periferia han conseguido sus viviendas como “invasores” de tierras. Estos son mayoritariamente tlapanecos.

Su alimentación consiste en frijol, tortillas y huevos, dieta que consideran “buena”, en comparación a las “hierbas” que comían en sus pueblos.

Díaz López afirma que aún cuando se alcanza esta cifra de indígenas migrantes (las distintas organizaciones étnicas señalan que en temporadas turísticas altas puede haber hasta 25 mil nativos), la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (Conadepi), antes INI, no reconoce la presencia de indígenas en Acapulco. La dependencia federal, dice, sólo acepta a la comunidad de San Martín El Jovero, de este municipio, fundada por tlapanecos desde hace 15 años, como núcleo de migrantes. Señala que tampoco esta comisión tiene oficinas en el puerto.

Perder la identidad, primer

síntoma

La migración de las 4 etnias en Acapulco se acentuó hace 40 años. El funcionario indígena dice que en sus pueblos no hay condiciones de vida, oportunidades de empleo y educación. Hay un total aislamiento, no hay carreteras, ni caminos, y la                 agricultura, que es lo básico, es muy pobre. Todo eso ha orillado a los indígenas a emigrar.

Cuando llegan a Acapulco el primer problema que enfrentan es donde vivir. “Yo lo viví, me vine siguiendo a los primero familiares que aquí se establecieron. Cuando uno llega no trae dinero y llega de arrimado con familiares. Una vez instalado te vas habituando al trabajo que los familiares desarrollan”.

Muy pocos buscan otro tipo de empleos, como de servidumbre, porque se dedican a la fabricación de artesanías de barro, madera, collares de vidrio. Otros hacen zarapes y hamacas. También son vendedores de raspados, aguas preparadas y ropa de playa.

De ahí el grave problema que tienen con Vía Pública, con las nuevas políticas del gobierno municipal de ordenamiento del ambulantaje los que han salido más afectados son los indígenas.

Aunque cargan todo el día mucha mercancía, a los únicos que más o menos les va bien son a los vendedores de raspados, que se llevan sus 80 o 100 pesos al día. Hay mujeres indígenas que ganan 30 pesos diarios.

El dirigente de la Unión de Pueblos Indígenas, Kau Sirenio Pioquinto, señala que el problema más grave de los indígenas en Acapulco es el acceso a la educación.

Los niños indígenas que llegan a Acapulco prácticamente ya perdieron su lenguaje, que es parte de su identidad. Por la discriminación que existe contra ellos los papás ya no les quieren enseñar a hablar su lengua, y hay pocos escuelas donde ellos puedan recibir instrucción, y en las cinco escuelas que hay en el municipio a los maestros les importa poco.

“Porque somos indígenas y somos muy cerrados, pensamos que hablar nuestra lengua materna es un retroceso, lo cual es todo lo contrario porque la lengua no retrocede el desarrollo del hombre, sino lo que retrocede el desarrollo del hombre es la falta de conciencia y credibilidad a su identidad”, explica.

Agrega que los padres han dejado de enseñar la lengua a sus hijos por el dolor que ellos han sufrido. “Los indígenas padres sufrieron muchas humillaciones hace tiempo, cuando ellos iban a una dependencia de gobierno no los atendían, cuando el gobierno se reía de ellos o cuando eran detenidos arbitrariamente nadie los asesoraba, ni los traducían a su lengua, por eso no quieren que a sus hijos les pase lo mismo. Ese es el temor”.

Afirma que la educación es cada día más castellanizada, en lugar de promoverse el rescate de las lenguas indígenas.

Aunque ya no es igual, respecto a sus tradiciones religiosas, sólo en la colonia Unidos por Guerrero, cada año se hace la fiesta a San José. En tanto en San Martín El Jovero, se celebra todavía la fiesta a San Martín Caballero. Otros, según un estudio estadístico del ayuntamiento, anualmente la gente se va a sus pueblos originarios a visitar a sus santos patronos. Gente que lleva aquí viviendo de 15 a 20 años. Eso ha servido para no perder totalmente las costumbres, la fe.

No pedimos ni láminas ni despensas a los candidatos a la alcaldía: Sánchez Coronel

El presidente de la Federación de Artesanos y Comerciantes Indígenas del estado de Guerrero, Eusebio Sánchez Coronel, comenta que la situación de los migrantes indígenas en el puerto es crítica, pero actualmente ha habido un poco de tolerancia en la venta de artesanías en la vía pública, “aunque nunca habrá conciencia hacia el trabajo de los indígenas, únicamente hay gobiernos como el actual que nos ha tratado bien a comparación de don Zeferino Torreblanca, que trató de acabar con nosotros”.

Varios niños y mujeres fueron golpeados en las playas por vender, dice. “Protestamos hicimos cuatro manifestaciones y al último nos mandaron a la cárcel, pagando 3 mil pesos para salir. Pero hoy estamos contentos porque esta administración nos ha dado un trato más o menos regular”, señala el dirigente.

Sánchez Coronel agrega: “nosotros nunca andamos pidiendo a candidatos o al Ayuntamiento que nos regale láminas o una despensa, lo único que queremos es que nos dejen trabajar, porque sabemos trabajar porque de ahí comen nuestros hijos y está el sustento de toda la familia.

Opina que son necesarios cursos de capacitación para mejorar la artesanía y créditos para mujeres y facilidad para vender.

Un fondo federal

desaprovechado; del gobierno estatal “ni un cacahuate”

En 2001, la delegación estatal del INI creó el Fondo para Indígenas Migrantes de Acapulco, el cual no era nada nuevo ya que existía en Ometepec por ejemplo, dotándose en su inicio de un millón de pesos y en 2002 otros 800 mil pesos.

El gran problema surgió porque el fondo funciona por comisiones, la financiera, de evaluación técnica y la de contraloría social, por lo que dos integrantes de la comisión financiera, uno de ellos el dirigente de la Unión de Indígenas Radicados en Acapulco, Marcos Guevara Saavedra, sin el consentimiento de nadie, desviaó 28 mil pesos, que posteriormente la contraloría del entonces INI detectó, ocasionando las diferencias al interior del fondo.

Por esa razón los recursos se encuentran desaprovechados y sin utilizarse.

Aquí en el municipio, el Cabildo aprobó un presupuesto de 669 mil 260 pesos para 2004, con el fin de apoyar con instrumentos musicales a las bandas indígenas del municipio, talleres de capacitación de género y salud para mujeres indígenas y talleres para artesanos.

Esta oficina está levantando un estudio socioeconómico que luego harán llegar a la Conadepi y a la encargada de Asuntos Indígenas de la presidencia de la República,                 Xóchitl Galvez, para demostrar que en Acapulco sí hay indígenas.

Del gobierno estatal, afirma Regino Díaz que no han recibido “ni un cacahuate. Sé que reciben al priísta Marcos Guevara Saavedra en Protur y a cada rato entra y sale de la Secretaría de Asuntos Indígenas del estado, pero nada más a ellos, a los indígenas priístas”.