Tenía con su hija y su yerno una relación “totalmente incompatible”, y los mató

 

 Miguel Argemi Quesada, un ciudadano de Barcelona, España, que regresó hace un año y tres meses a Acapulco –luego de una ausencia de 14 años– fue detenido el viernes 5 de marzo por asesinar a su hija y a su yerno. Consumó el crimen a balazos. Él mismo habló por teléfono a la policía y se entregó. Los motivos para que un padre llegara al filicidio fueron diversos: el pleito por la propiedad de la casa, por un automóvil, el pasado de una mala relación con su esposa de Tierra Caliente y presuntos actos de pederastia. Preso y en espera de una sentencia, que podría ser de 50 años, explica por diversas formas cómo llegó a tal situación. Paralelamente está el testimonio, la versión dejada en amigos y en una denuncia penal levantada el mismo día de su muerte por su hija María Cristina.

 Primera de tres partes

–Disparé cinco veces. A mi le hija le hice tres disparos: uno a la cabeza, uno al corazón y otro al pecho; a mi yerno le disparé dos veces, a la cabeza y al pecho. Me acerqué para jalar el gatillo y asegurarme de que no quedaran con vida, pero una bala se atoró. Ya había descargado mi coraje.

Es el eco de su voz cuatro días después, el 9 de marzo. La resonancia de los balazos ya distante. Es la lectura sin acentos, sin matices que hace la joven auxiliar del quinto juzgado penal de lo que declaró ese día, tras consumar el crimen.

Miguel Argemi Quesada ya perdió la seguridad, la euforia quizá con que el viernes 5 y el sábado 6 reconoció ante policías y Ministerio Público dar muerte a la pareja con la que vivía y con lo que concluyó lo que, dijo, había sido una relación “totalmente incompatible”. Ahora, tras las rejillas del penal de Acapulco, aparenta tranquilidad, aunque habla a media voz: “No he pegado ojo en dos días; estoy arrepentido”, dice el ciudadano español nacido en Barcelona, quien hace un año tres meses regresó a México a vivir con la hija que había dejado 14 años antes, a la que mató. Su mirada no denota emoción, su voz no titubea.

A su segundo regreso a México, a la hija la encontró casada y embarazada; Margarita Sánchez, su esposa, de la que ya estaba separado, se había ido a trabajar a Estados Unidos hacía más de un año; entonces buscó relacionarse con los hijos de Margarita a los que adoptó como propios los nueve años que hicieron vida marital. También se acercó a los yernos.

Fue uno de éstos, Tío, quien lo fue a recibir al aeropuerto el 2 de octubre de 2002. Con la familia de él convivió unos días, en el Distrito Federal. Antes de buscar a la María Cristina para pedirle que lo aceptara a vivir un tiempo en la casa de La Venta, en Acapulco, que asegura él compró, le pidió a Tío que le acompañara a Veracruz –dónde más– a recoger unas cajas:

–Eran cuatro cajas grandes, de madera, como de dos metros por cincuenta centímetros. Eran armas, por lo que supe las había comprado legalmente en España, pero en México no son legales y no las pudo sacar de la aduana. Vi la lista, eran pistolas 9 milímetros, rifles 22, escopetas deportivas y una AK306, de las que se usan para cazar elefantes. También muchas balas.

Y es que él decía que en Barcelona, donde vivía, era aficionado a la caza deportiva. En México al catalán no se le vio practicar este deporte. Con las manos vacías regresó al Distrito Federal, y luego miró para Acapulco, con la intención de residir y trabajar. Entró al país con el permiso FM1, de turista, y este año esperaba obtener el FM2 para trabajar en lo suyo que, dice, es el negocio de bienes raíces. En España, dijo, trabajó y se jubiló en una empresa de bienes raíces (Bienes Durán) y en México esperaba volver a lo mismo, “aunque ya estoy jubilado, no debía trabajar”, cuenta al reportero el martes 9, en pláticas en la rejilla del juzgado quinto de lo penal, donde se lleva su caso.

“¿Cómo lo conocí? Como turista, él vino como turista”, recuerda doña Margarita Sánchez. Originaria de Tlapehuala, en el corazón de la Tierra Caliente, cerca del río Balsas, vivía entonces en el Distrito Federal, con tres de sus hijos.

“Ella era mi cocinera. Cuando la conocí contaba con cuatro hijos. Al verla en esa situación la hice mi esposa”, revela Argemi.

Comenzaron a vivir juntos, se embarazó de María Cristina, y él, como una forma de adquirir la radicación temporal, aceptó la tutoría de los menores, aunque no nacionalizarse.

Hace 14 años vinieron a Acapulco, a La Venta, porque un familiar de ella le habló de un terreno en venta.

Después vinieron los problemas, los pleitos conyugales. “El es una persona violenta, inestable”, dice doña Margarita. Por ello, en dos ocasiones acudió ante Migración para denunciarlo por actos de violencia, lo que implicaría su extradición, según contó. La primera vez lo perdonó, a ruego de él. Prometió buen trato, pero años después reincidió, agravada la relación “porque andaba con otra mujer”. Esa vez, ante el funcionario de Migración, él dijo que prefería el rompimiento de la relación conyugal. “¿Y también de la tutoría de los niños?”, le preguntaron. “También”. “Pero entonces tendrá que salir del país, porque no está nacionalizado”. “No, yo quiero quedarme”, pero no pudo, y tuvo que regresar a España.

“Esa mujer me hacía la vida un infierno, es una mujer rara, como era su hija, siempre con miedo de todo”, cuenta ahora.

En los 14 años que estuvo entonces fuera de México –María Cristina tenía nueve cuando él salió– “él nunca vio por ella, nunca se comunicó con ella”, dice la esposa.

“Yo solamente mantenía comunicación con mi hija”, dice él.

La gota que derramó el vaso

La tensión en la casa con el suegro, quien llegó ya consumado el matrimonio, era insostenible:

–Si se siguen metiendo conmigo los mato, los desaparezco –les había dicho él apenas el 28 de febrero, luego de que María Cristina había corrido de la casa a la niña A. de once años, quien había llegado a buscar a Miguel Argemi con un pastel en la mano. Este se encontraba bañando y alcanzó a oír:

–Ya no quiero que vengas a la casa a pedirle dinero a mi papá.

–Vamos, a su casa –le ordenó David Enrique. La niña se fue. En ese momento se encontraba de visita con el matrimonio la abuela del yerno.

Los problemas, contó María Cristina en la demanda que levantó contra su padre el viernes 5 de febrero, comenzaron en octubre, cuando ella le empezó a reclamar por la amistad que tenía con niñas de la colonia, y en especial con A.

–Tú no te metas. Es mi vida.

Así que el problema del Golf 1998 fue, efectivamente, la gota que derramó el vaso. El auto estaba a nombre de María Cristina, pero se había comprado con dinero de su padre; la compostura a que lo llevaron días antes al servicio de la Volkswagen Farallón, al parecer la iban a pagar entre ambos (ella con ayuda de la madre), aunque el primer pago lo depositó el catalán.

El viernes, ya con la tensión de por medio, el joven matrimonio se presentó a la agencia –eran las diez de la mañana– según explica María Cristina en su demanda ante la agencia de Delitos Sexuales, a conocer el presupuesto para la reparación, que era de unos 30 mil pesos. Dijeron que en dado caso, preferían cancelar el contrato y retirar la unidad. De la agencia le hablaron al padre, el cual había amarrado el contrato y quien llegó minutos después. El matrimonio lo esperó en la agencia.

El catalán llegó enfurecido:

–El auto sólo lo puedo sacar yo –les reclamó.

–Pero papá, el presupuesto es carísimo.

–Entonces lo saco yo.

Según el encargado de servicio de la agencia, el diálogo fue tranquilo. En la denuncia de María Cristina, ésta aduce que su padre le dijo al encargado: “Mi hija es un monstruo, no me importa decirlo en voz alta”. Preso el padre por asesinar esa misma tarde al matrimonio, la gerencia se negaba a devolver el auto y el importe a los albaceas del único sobreviviente de la familia, el nieto Edwin de Jesús. “Si quieren nos vamos a juicio”, cuentan que les dijo el gerente de la VW Jaime Cortez el miércoles 10 de marzo. “Que traigan todos los recibos y órdenes del juez”, les pidió el asesor jurídico de la agencia, Miguel Angel Ocampo Oliveros, ex secretario de Protección y Vialidad de Acapulco.

¿No me creen que los maté?

 –Sergio, te hablo a tu móvil (celular), para contarte que he privado de la vida a dos personas aquí en mi casa, que venga la ambulancia o la policía para levantarlos o ver qué se hace.

Veinte minutos después, Miguel Argemi volvió a llamar a su amigo policía:

–Sergio, que lo que te digo es verdad, he matado a dos personas, manda a alguien.

El amigo policía habló entonces a la comandancia de la Policía Preventiva en Ciudad Renacimiento. Media hora después llegaron policías municipales y        la ambulancia. El catalán estaba en la entrada cargando a su nieto, Edwin de Jesús Correa Argemi, según describe el parte policiaco levantado ese día. No se resistió al arresto. Su amigo, el que le había dado el teléfono de su móvil, iba en el grupo de los policías.

–¿Es su amigo el policía?

–Amigo lo que se dice amigo… conocido, me tenía confianza, me veía todos los días ahí en mi casa, barriendo, regando y me dio su móvil, como le dicen ustedes al celular, por si se ofrecía alguna cosa por la noche.

En el interior de la casa, en el suelo, yacían los cuerpos de María Cristina y David Enrique. Ella, de costado; él, de espaldas, sobre un charco de sangre.

–¿La pistola? –preguntó el policía.

–En la estufa, sobre la parrilla.

Era una 38 especial Smith & Wesson de ocho cartuchos, con tres no percutidos. El sonido de la sirena de la ambulancia y la presencia de los vecinos atrae a los vecinos. Ven cómo suben en una patrulla a “el español” y su nieto.

–Ya me tenían harto, se metían en todo lo mío –declaraba después al llegar a la oficina del Ministerio Público. Eran las 6 de la tarde de ese viernes 5 de marzo. Su nieto de un año dos meses y con estrabismo, trataba de reconocer el nuevo entorno, que ya no era el familiar.

Ya había advertido a su hija y a su yerno que los mataría, dice el ciudadano español

 * Desiste el homicida de ampliar su declaración

 * Su hija ya había interpuesto una demanda contra él por violencia intrafamiliar

 Aurelio Peláez * El ciudadano español Miguel Argemi Quesada ratificó ayer, ante el juzgado quinto de lo penal, haber sido él quien asesinó –el pasado viernes 5 de febrero– a su hija María Cristina Argemi Sánchez, de 22 años, así como su yerno David Enrique Correa Rivera.

En su presentación ante el juzgado, Miguel Argemi, originario de Barcelona, desistió de ampliar o modificar la declaración realizada ante Ministerio Público, en la que dijo que asesinó a sus familiares porque “ya me tenían harto, se metían en todo lo mío”, y reconoció que ya se les había advertido que los podría matar de continuar metiéndose con él.

El crimen se cometió en el poblado de La Venta. En su primera declaración ante el Ministerio Público y ante reporteros, Argemi señaló como la causa de su reacción ese viernes, el que su hija y su yerno acudieran el viernes a la agencia Volkswagen a intentar recoger su vehículo modelo Sedan, la cual llevó a reparar días antes. Esa fue “la gota que derramó el vaso de agua”, dijo.

No obstante, ayer en su declaración, respondió a la acusación pública que le hizo su esposa, de la que ya estaba separado, Cristina Sánchez, de que el origen del problema es que él pretendía apoderarse de la casa –que está a su nombre– para casarse con una menor de once años de edad: “En ningún momento abusé de las niñas, yo soy músico, toco el piano, porque yo las quería recomendar para Televisa”.

Y es que a los cargos contra el ciudadano español se podría agregar el de pederastía, toda vez que el mismo viernes del crimen, María Cristina había acudido a la Agencia del Ministerio Público Especializada en Delitos Sexuales, a interponer una demanda por “violencia intrafamiliar”, en donde aseguraba que los problemas entre ella y su padre se debían a que censuró su relación con menores, y en especial con una con la que se quería casar. Esta demanda se incorporó al proceso penal, además de que en ella María Cristina también menciona que su padre la había amenazado de muerte.

Miguel Argemi también rectificó su declaración de estadía en el país, que había dicho, era de 23 años. Ante el juez comentó que regresó al país apenas hace un año y tres meses.

Informó que con su hija tenía una mala relación, y que ambos “éramos totalmente incompatibles”.

Al ciudadano español se le juzgará por homicidio calificado, y podría alcanzar una sentencia de 50 años de prisión. Cuenta con 67 años de edad.

Consignan ante el juez al español que mató a su hija y a su yerno

* Podría ser condenado a 50 años de prisión

Jorge Nava * El agente determinador del Ministerio Público (MP) adscrito a Ciudad Renacimiento, Esteban Maldonado Sierra, consignó ayer al ciudadano español, Miguel Argemi Quesada, por el delito de homicidio en agravio de su yerno y de su hija.

El viernes en la tarde, Argemi Quesada mató de dos disparos a su hija María Cristina Argeni Sánchez de 22 años de edad, y a su yerno David Enrique Correa Rivera porque “ya me tenían harto, se metían en todo lo mío”, argumentó; para ese cometido usó una pistola calibre 38 súper. Lo detuvieron policías preventivos ubicados en el sector de Ciudad Renacimiento, quienes lo entregaron al MP.

En el MP, el personal en turno informó que por ese delito el detenido podría alcanzar una pena de 50 años de prisión de acuerdo con los artículos 103 y 108 del Código de Procedimientos Penales del estado. Argemi Quesada quedó a disposición del juez décimo del ramo penal donde se le procesará por el doble homicidio.

Por su parte, su aún esposa, Margarita Sánchez Quiterio,  declaró a reporteros que el motivo que tuvo Argemi Quesada para matar a su hija y a su yerno, fue que se quería quedar con su casa para poder contraer matrimonio con la menor de 11 años de edad, de nombre Ariana, que vive en la colonia Insurgentes.

Sobre esta versión, aclaró que desconoce los nombres y apellidos de la familia de la menor, pero afirmó que la mamá de la menor fue quien le propuso a su esposo que le diera la casa a cambio de darle a su hija para contraer nupcias.

Narró que hace tres años se fue a Estados Unidos para trabajar y que precisamente la semana pasada Argemi Quesada se comunicó por teléfono para decirle que le diera el divorcio porque se casaría con otra persona.

Dijo que su respuesta fue que lo hiciera siempre y cuando se fuera de su casa, por eso señaló que esto irritó a Argemi Quesada, quien por rencor se desquitó con su hija.