24 septiembre,2020 5:18 am

Insultos y difamación como respuesta

Humberto Musacchio

 

Para Jaime Cárdenas.

 

Ante la publicación del documento que ya se conoce como el “Manifiesto de los 650”, la respuesta del Presidente y de sus incondicionales ha sido ofensiva. En las “mañaneras” se acusa a los firmantes de haberse quedado callados “cuando se saqueó al país”, lo que es indemostrable, porque muchos de los suscriptores del texto a debate condenaron (condenamos) una y otra vez las políticas neoliberales.

Los incondicionales afirman que en los 21 meses del presente sexenio “nadie ha sido presionado al silencio (sic) por el Ejecutivo Federal, ningún informador u opinador ha sido hostigado, despedido, detenido, procesado, torturado, desaparecido o asesinado por consigna de la Presidencia”.

¿No? ¿Acaso las cotidianas diatribas contra informadores, analistas y medios de comunicación no son una forma de presión, de amedrentamiento? ¿Y los cientos de periodistas despedidos en estos 21 meses no son consecuencia de una desastrosa política de medios que, como en el viejo régimen, enriquece a los amigos en tanto que margina y hostiga a quienes piensan diferente? En el colmo, se pretende ignorar el secuestro, la desaparición y asesinato de colegas victimados porque este gobierno ha sido incapaz de proteger la labor de los informadores y ahora, como por casualidad, se abre el expediente de la cooperativa Excélsior, disuelta en el sexenio de Fox. ¿Otro amago?

Los seguidores del mandatario acusan a los firmantes de denostar al jefe de Estado “por despreciar la lucha de las mujeres y el feminismo y el dolor de las víctimas por (de) la violencia”, lo que ocurrió ante la manifestación feminista de noviembre y ahora al reírse de que Reforma lleve la cuenta de 43 masacres. Denostar es “injuriar gravemente”, algo que no aparece en el documento de los 650. El verbo también significa “infamar de palabra”, y a su vez el verbo infamar es “quitar la fama, honra y estimación a alguien”, a lo que se arriesga todo personaje público cuando periódicos y periodistas informan y analizan. Nada más.

A los autores del antimanifiesto les parece plausible la brutal reducción presupuestal a los organismos autónomos y a las instituciones culturales, científicas y académicas, mientras que al proyecto faraónico del nuevo Chapultepec se le destinan tres mil 500 millones de pesos.

Más lamentable es la acusación que lanzó AMLO contra los firmantes del Manifiesto de los 650, quienes según él integran “un corporativo… un agrupamiento conservador”, porque afirma que “se dedicaron a aplaudir, a quemarle incienso a los gobiernos neoliberales”. Por supuesto, al que le venga el saco que se lo ponga, pero ni siquiera eso quita valor a la defensa de la libertad de expresión, en la que están personajes de la cultura nacional que no merecen ese trato denigrante del jefe de Estado.

Con muchos de los firmantes puede el gobernante tener discrepancias y las hay incluso entre ellos mismos. Pero lo que defienden es el derecho a la diferencia, desde luego no con fines de exclusión, lo que sí supone la falsa disyuntiva entre estar con la cuarta transformación o en contra de ella, sin matices, sin fisuras, sin dudas.

Los autores del antimanifiesto se atreven a escribir que los 650 quieren suprimir el debate “¡Para reinstaurar el monólogo y la verdad única!”, cuando eso, precisamente eso es lo que combaten. Peor todavía es la acusación de que se pretende “amordazar” al Presidente, porque dice el mismo Ejecutivo: “no me van a quitar el derecho a la palabra, a decir lo que siento”. Ante eso, simplemente cabe recordar por enésima vez que el Presidente, en tanto funcionario público, tiene atribuciones, no derechos, y en el caso que nos ocupa es un abuso de poder el empleo de todos los medios del Estado para sus ataques verbales, que tienen un efecto disuasivo, pues algunas de sus acusaciones son llamados al linchamiento público, a la violencia.

Los aplaudidores del mandatario dicen que todo lo que dice es legítimo porque representa “la mayoría absoluta de los ciudadanos”. Olvidan que fue elegido para gobernar a todos los mexicanos y trabajar por la concordia, no para atizar los odios.