
Adán Ramírez Serret
Uno de los placeres más grandes en el mundo de la literatura, en el mundo de la lectura, es robarse ideas: leer algo en algún lugar, prendarse de esa frase, decirla muchas veces citando a quien la escribió, hasta que un buen día, ya se dice como propia de tanto haberla dicho una y otra vez. Una de mis favoritas, entre muchas que me han gustado de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), es la que dice “es una frase que suena muy bien, pero que es falsa”. Así, para comenzar la reseña de su más reciente libro, El loco de Dios en el fin del mundo, se me ocurre que esta mezcla extraña de ensayo, crónica de viajes, teosofía o novela –por tan sólo citar unos géneros– trata sobre las preguntas más importantes del mundo –aquí está la frase–, pero que nunca nos atrevemos a preguntar; ¿hay vida después de la muerte? ¿Existe la resurrección? y si es así, ¿en qué forma sucede? Otra de las frases que me encantan es que la literatura responde a todo aquello que no te enseñan en la escuela: ¿qué es el sexo? ¿Qué es el amor, la justicia, la verdad, la muerte…? Claro, y la filosofía también busca responder estas preguntas. Y, como una rama un tanto antigua de la filosofía, la religión está, qué duda cabe, para resolver todas estas dudas que nos queman los labios, pero que es imposible hablar de ellas, o si acaso no imposible, sí muy difícil en nuestro mundo actual.
Volviendo a su estilo que le ha valido la fama y quizá en días no lejanos el Nobel, luego de una polémica incursión en novelas policiacas, Cercas retoma la autoficción; aquella de Anatomía de un instante, El impostor o Soldados de Salamina, para adentrarse en un tema por demás polémico, actual y antiguo: el Papa y por si esto fuera poco, la religión.
La obra comienza cuando invitan al autor a un evento en el Vaticano, el papa Francisco estará en la Capilla Sixtina en donde dará un discurso para artistas y escritores. Cercas confiesa que no es católico y que no sabe muy bien si aceptar o no. ¿Para qué? ¿Qué importancia puede tener para alguien que no tiene fe, ir a un evento en donde estará uno de los más grandes líderes de fe en el mundo? Sin embargo, el asunto es complejo, pues el autor creció en una España de la segunda parte del siglo XX, franquista y profundamente católica, por lo tanto, su vida está constreñida de manera irremediable por el catolicismo. Y más aún, Cercas cuenta que su madre ya entrados los noventa años, es católica hasta los huesos y que su vida, el motivo de ella, es saber que cuando muera encontrará a su compañero de toda la vida, el padre de Cercas. Por lo cual, ahora que estará cerca del Papa, el autor se pregunta si será posible hacerle esta pregunta: ¿encontrará su madre a su padre después de la muerte? Es extraño, se dice Cercas y cada que puede se lo pregunta a alguno de los miembros del Vaticano: ¿por qué el papa, que es un vicario de Dios, cuando hace apariciones públicas y toma la palabra, habla sobre todo de política? Pues, como político no tiene poder factual, y sí como emisario de Dios.
Esta es la duda que mueve el libro, que, cada vez, se va inmiscuyendo de manera más profunda en el Vaticano, en el Papa y en la religión; pues luego de aquél evento en la Capilla Sixtina, le preguntan a Cercas si está interesado en viajar con el Papa a Mongolia, a ese fin del mundo para Occidente en donde la Iglesia católica es apenas una minoría, por lo que Francisco quiere ir allá, fiel a su ideología que busca que vuelva a ser Cristo quien esté al centro de la Iglesia, y que, lejos de prohibir, de regañar a los fieles, se dedica a hacer sentir parte a quienes se sienten más lejos.
El loco de Dios en el fin del mundo se involucra en discusiones religiosas desde el laicismo, con el peligro, con la tentación de convertirse en la búsqueda de aquella pregunta que funda a la humanidad: ¿hay vida después de la muerte?
Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo, Ciudad de México, Random House, 2025. 485 páginas.