14 agosto,2020 5:36 am

Jesús Silva-Herzog Márquez y la alegría de leer

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Adán Ramírez Serret

 

En estos días de encierro no sólo es duro el hecho mismo de habitar la casa como una jaula y no relacionarse con amigos de manera física; también es muy difícil enfrentarse cada mañana a las noticias llenas de incertidumbre y augurios negativos. A veces uno se siente cerca de perder la razón porque parece que el mundo entero la ha perdido.

Le literatura, el cine y el arte son grandes alicientes para trascender la cotidianidad y poder vislumbrar el mundo desde otra perspectiva que no sea las ventanas de nuestras casas. Pero, en el último mes he tenido una compañía que ha hecho más suaves las horas y más jugosos los libros, se trata de Por la tangente, de Jesús Silva-Herzog Márquez (Ciudad de México, 1965). Un brillante conjunto de ensayos que funciona como un diálogo en donde he encontrado lecturas de autores que me encantan, como Jean-Jacques Rousseau o George Steiner y he descubierto también autores como William Hazlitt o Charles Lamb, a quienes me muero por leer.

Me acerco a Silva-Herzog con el mismo anhelo con que lo hago a Octavio Paz o Alfonso Reyes, con la esperanza que se me pegue algo de su erudición e inteligencia, pues Por la tangente no es cualquier libro de ensayos, en las palabras del autor está la poética, “todos mis ensayos son en realidad prólogos”.

Me parece muy certero pensar así el ensayo literario, no como una forma cerrada de leer un texto sino como una llave para entrar a la literatura. Muy similar a la segunda acepción de la RAE a la palabra prólogo, que dice: “Aquello que sirve como de exordio o principio para ejecutar una cosa”.

La primera enseñanza de lectura que trae el libro es la célebre Virgina Woolf, quien decía que el consejo más importante que podía dar a los lectores es no escuchar nunca ningún consejo sobre la lectura. Así, Silva-Herzog comparte lecturas en donde no intenta demostrar nada, apenas mostrar.

El libro es un brillante ensayo que da la espalda a los especialistas y en donde va recorriendo su biblioteca como si diera un paseo a caballo, curiosea, brinca de un lado a otro y se detiene cuando se le antoja. Así, pasa por los ya mencionados más Simone Weil, Czeslaw Milosz, María Zambrano y Jonathan Swift, entre varios otros más.

Tiene como compañero durante todas las páginas a Michel de Montaigne, quien parece ser siempre el punto de consulta que responde con una actitud más que con un discurso, pues es definitiva la frase de Montaigne en la lectura en donde dice que no hace nada sin alegría. Cambia la historia de la literatura, pues antes de él, leer era un deleite, un acto refinado, culto, sacro a veces, pero nunca divertido, alegre. Samuel Johnson aconsejaba, “No leas para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar y reflexionar”.

Así, leer se trata aquí, tan sólo de llevar a cabo quizá uno de los más grandes placeres: curiosear y perder el tiempo. Por la tangente no sólo comparte lecturas sino que enseña a pensar, dice: “El hombre moderno piensa para pensar y no se siente obligado a llegar a una conclusión”; a reflexionar: “En una época en la que hacer el mal es tan común, limitarse a hacer algo inútil es casi loable”. No sólo sobre la literatura, también los temas filosóficos como la invención del Yo en San Agustín vista desde la precisa mirada de María Zambrano. “La dignidad humana no depende del género ni de la condición política, ni de la nacionalidad. Ese terremoto moral tiene una réplica literaria: la confesión”.

Por la tangente es una experiencia que cuando se termina de leer, se tiene la impresión de ser más ligero, de cargar con menos dogmas. Con la agradable sensación de poseer un poco de libertad.

Jesús Silva-Herzog Márquez, Por la tangente, Ciudad de México, Taurus, 2020.152 páginas.