13 abril,2024 8:55 am

Justicia, la deuda de AMLO con familiares de víctimas de la guerra sucia: Catarino Hernández

El hijo de los guerrilleros Carmelo Cortés y Aurora de la Paz fue dejado en una caja de huevos, con su hermano bebé, en la oficina donde trabajaba su abuela en Ciudad de México, días después de que su mamá fue detenida en el Edomex el 3 de febrero de 1976

Acapulco, Guerrero, 13 de abril de 2024. Catarino Hernández del Campo no tenía ni 2 años cuando fue dejado en una caja de huevos, con su hermano bebé, en la oficina donde trabajaba su abuela en Ciudad de México, días después de que su mamá, dirigenta de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Aurora de la Paz Navarro del Campo, fue detenida por militares en el Estado de México, el 3 de febrero de 1976, quien salvó así a sus hijos.

De 50 años, con una niñez y una juventud difícil a cuestas, el también hijo del fundador de las FAR y desaparecido, Carmelo Cortés Castro, plantea que se puede perdonar a los militares, pero “nunca quitando el dedo en la justicia, que es muy importante”, un asunto que va a quedar a deber el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El hijo de los guerrilleros lucha por reivindicar su vida y que sean considerados como héroes nacionales.

Catarino Hernández del Campo fue entrevistado por El Sur, un día antes del homenaje a los guerrilleros del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que se llevó a cabo el martes en el panteón de Las Cruces.

El acto comenzó con la música de tambor que tocó Hernández del Campo y los cantos que ofreció como parte de un ritual espiritual.

El hijo de los guerrilleros nació el 5 de abril de 1974, en plena actividad clandestina de las FAR, grupo armado urbano creado en Acapulco en 1973, cuyos fundadores tenían experiencia previa, Carmelo Cortés en el Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas, y Aurora de la Paz en el MAR. Fue en la sierra de Atoyac donde se conocieron.

De acuerdo con un documento de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), consultado en la página Archivos de la Represión, Carmelo Cortés murió la madrugada del 31 de agosto de 1975, cerca de la tienda Sears de la avenida Ejército Nacional, Ciudad de México, tras un enfrentamiento a balazos con elementos de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, que circulaban por ahí debido a una explosión en esa tienda un día antes.

En tanto que Aurora de la Paz, de acuerdo con la organización I(dh)eas Litigio Estratégico en Derechos Humanos, que lleva su caso, fue detenida el 3 de febrero de 1976, por elementos de la policía militar en su casa de Chiconautla, Estado de México.

Un testimonio, que aparece en el informe final de la Comisión de la Verdad de Guerrero (Comverdad), precisa que la guerrillera fue capturada junto con su cuñado Sotero Cortés Castro, también desaparecido desde entonces.

Días después, sus dos hijos bebés, el hermano de Catarino Hernández nació el 25 de julio de 1975, aparecieron en las oficinas de la Asociación Jurídica Automovilística, que se ubicaban en la avenida Insurgentes de la capital del país.

Una carta señaló: “Entréguese a la señora Mercedes del Campo Clifton”, quien era la mamá de Aurora y trabajaba en este bufete jurídico vendiendo seguros.

“Yo creo que estuvo detenida y tuvo que hablar sobre dónde estábamos nosotros”, dice su hijo Catarino Hernández, quien reivindica que su mamá fue muy hábil para negociar que los dejaran vivos, “a lo mejor nos hubieran desaparecido en ese momento”.

Los dos hijos de Aurora de la Paz y Carmelo Cortés crecieron con su abuela materna de nacionalidad americana. Era “muy rígida, muy fuerte, muy militarizada”, la recuerda Catarino Hernández, quien reconoce, sin embargo, que ya era una persona de edad avanzada para criar a ambos bebés, “además de que éramos muy rebeldes también”.

“Nos toca una infancia muy difícil. Mi abuela no tenía paciencia con nosotros”, fue a los 10 años que Catarino Hernández le cuestionó a su abuela el porqué del maltrato contra ellos, si él veía que los papás de sus compañeros de escuela trataban bien a sus hijos.

Ella le contestó revelando que no era su mamá y que sus padres estaban muertos, sin decirle la razón. Fue en ese momento que salió de su casa, “empecé a irme a la calle, a juntarme con vagabundos, limpiaba parabrisas, etcétera. Todo lo que sufren los niños de la calle”.

“El fenómeno de la desaparición forzada es algo muy fuerte, es generacional”, señala Catarino Hernández y dice que la cultura mexicana está acostumbrada a dejar flores a sus ancestros, pero eso no existe para los hijos de las víctimas, los “destruye totalmente”.

Para conocer más de la historia de sus padres, la abuela de Catarino Hernández le recomendó hablar con una amiga de la familia, quien le enseñó unos periódicos. Uno de éstos tenía de titular la noticia de que Carmelo Cortés había muerto en un enfrentamiento, otro periódico mostraba a Aurora de la Paz, con armas, y señalaba que todavía era perseguida.

A los 14 años acudió a la hemeroteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para investigar más y saber qué significaba la palabra guerrillero, la cual define ahora como un luchador social que entrega su vida para cambiar el país y alcanzar una utopía.

Durante ese proceso de inmersión a la información, conoció a su abogado Sergio Méndez, quien le recomendó tomar la vía legal para alcanzar justicia.

Un amparo le permitió obtener más información de su madre y un expediente de 1986 menciona a Aurora de la Paz, “entonces, nosotros presumimos que la tuvieron 10 años presa y después la mataron”.

De su padre, encontró que el 31 de agosto de 1975 fue recluido en el Campo Militar Número 1 y “al día siguiente lo presentan como muerto. Lo detienen cuando supuestamente iba a colocar una bomba en la tienda departamental de Sears de Polanco”.

Catarino Hernández consiguió que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitiera, el 30 de octubre de 2019, una recomendación, la 30VG/2019 por la violación de derechos humanos en la detención y desaparición de sus padres, donde se pide la reparación de daños a las víctimas indirectas.

Pero el Estado no ha cumplido, “es frustrante para todas las víctimas, porque son procesos larguísimos. La justicia debe ser pronta y expedita, así lo marca la Constitución”, dice Catarino Hernández.

Respecto a la Comisión de la Verdad, creada por el presidente López Obrador, considera que no avanzó porque al mandatario “no le alcanzaba este acuerdo con los militares, porque sabemos que los militares están detrás de él. Digo, yo tampoco lo critico de manera enérgica, porque sé que es un hombre que ha hecho mucho, que ha estado con las manos atadas, pero, sin duda, la justicia es algo que nos va a quedar a deber a los familiares de la guerra sucia”.

“La justicia es algo muy importante para nosotros, no puede haber todo lo demás si no hay justicia. La justicia es lo primero”, insiste, pero también reflexiona sobre el ser víctima y para él esta palabra obstaculiza, “porque es no salir de esta parte de la amargura”.

Retoma la historia de cómo su mamá logró salvarlos a él y a su hermano, para decir que “la vida es magnífica, es tan hermosa. En ese sentido, yo creo que sí es importante que nosotros perdonemos, incluso a los militares. Este rollo es generacional, tenemos que entenderlo, yo no quiero ver a mi hijo odiando igual a los militares”, pero “no olvidar, porque olvidar lo que pasó sin duda no lo podemos hacer”.

Inmerso en la mexicanidad, movimiento espiritual que rescata los valores, las tradiciones y la cosmovisión indígena, declara: “Yo odiaba incluso hasta la vida, a mí me costó mucho sanarme, poder sanar mi espíritu, sanar mi alma, volverlo a dejar en libertad. El decretar que somos víctimas, ponernos en esa posición, no nos permite ser libres de espíritu, estamos atados”.

“A través de la mexicanidad, me encuentro que no necesito tener los restos de ellos en un solo lugar para dejarle flores, que lo puedo hacer en el mar, que lo puedo hacer en el desierto. Ellos están en todos lados, nada más es conectarnos con ellos, para poder hablar con ellos. Yo he hablado con mi mamá en los sueños, he hablado con mi papá, le regalé unas plumas de águila, el día que me llegaron las plumas, soñé con él por primera vez en casi 50 años”.

Declara que su lucha por sus papás es “una lucha de amor, una lucha de reivindicar su camino y exhibirlos como héroes nacionales. Yo lo quiero ver así, más romántico, más poético, nunca quitando el dedo en la justicia, que es muy importante, que haya memoria, que los recordemos de manera muy bella”.

En la actualidad, Catarino Hernández vive en Milpa Alta, corre temazcales, estudia náhuatl y la cosmovisión indígena, a lo que se dedica al 100 por ciento. También ha participado en el Colectivo de Esposas e Hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia, que encabeza Octaviano Gervasio Serrano, hijo de Octaviano Gervasio Benítez, detenido-desaparecido forzadamente el 26 de julio de 1974 en Atoyac.

Texto: Ramón Gracida Gómez

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