9 marzo,2021 5:06 am

La 1ª Gran Transformación. La consumación de la Independencia de México

Julio Moguel

(Tercera parte)

 

La 1ª Gran Transformación

La consumación de la Independencia de México, hoy  hace 200 años (1821-2021

 

Breve paréntesis: ¿Quién era Agustín de Iturbide?

En el artículo de la semana pasada iniciamos nuestra historia con la valoración del Plan de Iguala, hecho público por Iturbide el 24 de febrero de 1821. En torno a dicho Plan habrá en adelante aún muchas cosas que decir.

Y no siendo nuestro objetivo hacer o rehacer una historia de personalidades, creo conveniente identificar en un primer acercamiento al personaje que lo encabezó y lo condujo a buen puerto.

Empecemos por decir que fue un sujeto al que se le dio un reconocimiento llano de máxima heroicidad a lo largo de los años que siguieron a la proclamación de la Independencia, sin que se entrara demasiado a mencionar el papel principalísimo que tuvo durante 10 años en la lucha realista contra los ejércitos insurgentes. Dato curioso pero muy significativo: el espacio que vio nacer la Constitución de 1917, en Querétaro, llevaba justamente en nombre de Teatro Iturbide).

Y continuemos por señalar la opinión que Iturbide tenía de sí mismo, más significativa que cualquier otra connotación:

“Siempre fui feliz en la guerra: la victoria fue compañera inseparable de las tropas que mandé. No perdí una acción: batía cuantos enemigos se presentaron o encontré, muchas veces con fuerzas inferiores, en proporción de uno a diez o de ocho a veinte. Mandé, en jefe, sitios de puntos fortificados; de todos desalojé al enemigo y destruí aquellos asilos en que se refugiaba la discordia. No tuve otros contrarios que de los que eran de las causas que defendía, ni más rivales que los que en lo sucesivo me trajo la envidia por mi buena suerte”.

En su momento incorporaremos algunos de sus datos biográficos, pero no podemos ahora menos que darle dos o tres vueltecitas a esta tan increíble autopresentación. “Ser feliz en la guerra”: fórmula en la que cualquier psicólogo o persona con dos dedos de frente puede descubrir un rasgo característico de una simple y consistente megalomanía, quien no tiene reparo alguno frente a cualquier acto de criminalidad o de crueldad.

Pero, por si faltara, podemos decir que ese ritornelo del “yo”, en el que excluye de manera drástica la importancia y las capacidades de su(s) ejército(s), desnuda plenamente su condición egocéntrica, en un decir para la historia en el que cabe suponer que se piensa a sí mismo como un Dios o un semi-Dios.

De mentiras y de perros

 

Sin quitar ningún mérito a la gran inteligencia y a la “voluntad de poder” del personaje, y sin dejar de reconocer su liderazgo y capacidades pertinentes para abrir el cauce decisivo para hacer culminar la 1ª Transformación de México, hay que bajarlo en su momento del caballo para tener alguna idea, así sea primaria, del distinguido personaje.

Señalar primero, como lo hizo con pertinencia en su momento el historiador Julio Zárate, que Iturbide miente en el lienzo que pinta sobre sí mismo. Porque Iturbide sí fue derrotado, en marzo de 1815, en las fortificaciones de Cóporo. Sus vencedores: los hermanos Rayón, Ramón e Ignacio, a quienes aún no les damos el reconocimiento que realmente merecen.

No entraremos a relatar “el cómo” ni los detalles de este encuentro bélico, pero cabe hacer aquí un reconocimiento histórico a los perros. Sí: a los perros. No conozco una historia que los señale más que de pasada, lo que es una lástima porque no hay forma de entender las capacidades insurgentes de defensa, sea en El Veladero o en el Sitio de Cuautla con Morelos –para poner sólo dos conocidos ejemplos–, sin la presencia viva de estos animales que acompañaban en no pocas ocasiones la función del centinela.

Para el caso que nos ocupa: contando siempre con habilidades extraordinarias para operar desde el “factor sorpresa”, Iturbide y sus tropas decidieron atacar a los rebeldes insurgentes, fortificados en Cóporo, el día 4 de marzo de 1815 a las 4 de la mañana. Pues resulta que fueron los ladridos de un perro los que en este caso dieron a los atacados la “voz” de alerta.

El resultado del contrataque insurgente fue fatal para los realistas. Según los datos aportados por Bustamante en su Cuadro Histórico, los atacantes perdieron allí alrededor de 400 vidas, sin contabilizar a los heridos.

Fue así como un perro y sus amigos derrotaron en aquellos días de marzo de 1815 al “imbatible” Iturbide.

Algunos datos biográficos de “Don” Agustín de Iturbide 

No puede faltar aquí el dato duro: el nombre completo de nuestro “Don” era Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu. Lo más curioso del caso es que nació el 27 de septiembre de 1783, justo 38 años antes de que se promulgara la Independencia de México. ¿Su fallecimiento? El 19 de julio de 1824, a la edad de 41 años. Nació en Valladolid (hoy Morelia), y murió, fusilado, en el municipio de Padilla, Tamaulipas.

¿Alguna de sus máximas proezas? Seguramente la más importante en el curso de su carrera militar fue haber derrotado a Morelos, justo en el lugar de nacimiento del primero (en las Lomas de Santa María, sitio colindante con Valladolid). ¿Algunas de sus vilezas? Sería imposible aquí tratar de hacer un recuento. Pero se le conocía por su impiedad y su capacidad de lucha carnicera.

Pocos como él para armar la mejor estrategia, fuera en el marco de la guerra de posiciones como en el de la guerra de movimientos. Y no tenía ningún reparo en utilizar el engaño o la mentira para el cumplimiento de sus objetivos, incluso en casos en los que era necesario lanzar “ofensivas suicidas” y perder con ello, sin el menor reparo, a algunas de sus huestes.

No quiero dejar el tema con generalidades, pero el encuadre que he pretendido establecer nos podrá acercar a la comprensión de algo que en un momento a todos pareció una ecuación imposible de descifrar: la fuerza y capacidades o “barbaridades” militares y políticas de Iturbide le permitieron alcanzar el poder de armas que requería para hacer lo que nadie pensó entonces que haría, a saber, justo dar un viraje de 180 grados para que, proclamando el ya mencionado Plan de Iguala, se convirtiera en el líder máximo de la victoriosa insurrección nacional que logró la independencia de España en 1821, justo hace 200 años.