4 noviembre,2023 4:55 am

La cohesión social en una rapiña

 

Héctor Manuel Popoca Boone

Jehová castigó a Sodoma y Gomorra por pecadoras. La naturaleza castigó a Acapulco. ¿Por qué?

Saqueo, rapiña o robo masivo colectivo, descarado, es la sustracción ilegal y forzada de bienes patrimoniales ajenos, realizada en forma subrepticia o abierta por un grupo, grande o pequeño, muchas veces en situaciones catastróficas extraordinarias, donde no existe, coyunturalmente, autoridad institucional alguna que lo impida.
Se le denomina cohesión social, al grado de compactación o aglutinamiento de un colectivo social, que se manifiesta a través de conductas socializadas en común, para lograr un determinado objetivo o propósito similar; ya sea en forma organizada o no, planeada, inducida o espontanea.
Me llamó la atención la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López, cuando dijo que: “Saqueo era cohesión social”. Se refería a la ladronería realizada en forma pública y social, a raíz de los estragos materiales causados por el paso del huracán Otis en la tantas veces querida y sufrida ciudad de Acapulco.
A mi juicio, quedó trunca su definición, por soslayar varios aspectos ineludibles en el acto del saqueo o latrocinio colectivo protagonizado por un segmento de la ciudadanía y también por vulgares delincuentes, simples u organizados, que arrasaron con toda clase de mercancías, abarrotes, líquidos, ropa, aparatos electrodomésticos y muebles, de casi todos los establecimientos comerciales, grandes y pequeños, localizados a lo largo y ancho de las avenidas: Costera, Cuauhtémoc y bulevar de Las Naciones, entre otras.
Ciertamente, hubo cohesión social desorganizada hasta cierto punto, para realizarlo. Motivado por la brutal desigualdad social imperante en Acapulco. Incubada y desarrollada desde décadas atrás; y, por otro lado, debido a la memoria individual y colectiva de los sufrimientos padecidos en desastres naturales anteriores de la misma naturaleza, que dan por resultado inmediato la carencia de lo más básico para subsistir: víveres, agua, techo y medicinas, fundamentalmente (recordemos los meteoros Paulina, Ingrid, Manuel, et al).
Otra cosa muy distinta fue el auténtico vandalismo de la delincuencia organizada y común, que participo en Il Saco di Acapulco. Realizado incluso con vehículos de redilas preparados exprofeso para llevarse en grandes cantidades toda clase de bienes para después revenderlos. La fuerza pública, como siempre, brilló por su ausencia en esas horas interminables donde privó el desorden y orfandad de ley. De tal suerte que lo vandálico en Guerrero, no es privativo de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa; si bien ellos lo hacen con frecuencia.
En el puerto habitan o vacacionan familias de tres estratos sociales claramente diferenciados: 1) Pocas familias poseedoras de gran riqueza material, cuyas mansiones y condominios de lujo, para su descanso y solaz, están ubicadas cuasi amuralladas, en las zonas de Las Brisas, Diamante o en la Costera Dorada, por ejemplo; 2) Una importante clase media asentada en colonias populares de la planicie costera y 3) Una inmensa mayoría (setenta y cinco por ciento) de familias que sobreviven, en situación de pobreza o extrema pobreza, localizadas en algunos polígonos urbanos del anfiteatro; así como de Ciudad Renacimiento, la colonia Emiliano Zapata, La Sabana y Llano Largo, entre otras. De acuerdo a los últimos datos oficiales del Inegi y Coneval, en estos polígonos están ubicados varias de las colonias urbanas de extrema pobreza del país.
La cohesión social para el saqueo proviene fundamentalmente de la extrema precariedad material y también por el resentimiento social, históricamente acumulado, que, en un plano estructural, es sostenido y consolidado por la aguda injusticia social; propia de una sociedad individualista, egoísta y deshumanizada, donde el único fetiche valido es el dinero y la motivación principal la obtención de la máxima ganancia económica; generalmente expoliando al prójimo o depredando la naturaleza.
Es así como las ancestrales carencias materiales vitales, encarnadas en la necesidad límite de alimentos, agua o cobijo de las familias pobres, las empujan a proceder de esa manera, al saberse impotentes para su acceso, ante el colapso del empleo formal e informal en una economía que gira principalmente en torno a una sola actividad económica: el turismo; súbitamente truncado por el magno y catastrófico huracán Otis.
El huracán vino a remover en forma brusca las costras sociales y salieron a relucir los forúnculos purulentos contenidos dentro de ellas. De los que siempre sabíamos que estaban ahí latentes y acumulando putrefacción constante que nadie de los que han detentado el poder político y económico han hecho lo mínimo para aminorarla y reducirla a su casi nula expresión, con sus excepciones de rigor.
Dicho lo anterior, de ninguna manera justifico el saqueo, pero lo entiendo. Máxime cuando, además, hay inexistencia de autoridad institucional que lo frene o desmotive, por el contrario, por conducta omisa, corrupta e impune, lo alecciona permanentemente.
Es imperativo recomponer a fondo el tejido social semi destruido. Necesario es cambiarlo por uno más justo y equitativo; transformando de raíz los estilos de gobernar y diversificando la economía estatal con mayor equidad. De lo contrario, la desgracia social perene seguirá siendo nuestro distintivo.
PD. Compartir, compartir/ Es la llave para abrir/ Un tesoro de verdad:/ El amor y la amistad. / Compartir, compartir/ Con amigos soy feliz./ Creceremos, crecerás,/ Serás grande de verdad. (Guillermo Pino).

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