30 diciembre,2023 4:59 am

La familia

Héctor Manuel Popoca Boone

 

Hay tres fechas en el año que son propicias, por antonomasia, para que se reúnan festivamente las familias mexicanas. Estas son el Día de la Madre, el Día de los Muertos y las festividades navideñas y de fin de año. (Aparte de los días de cumpleaños, bautizos o casamientos).

La valoración grande que le damos los latinos al núcleo familiar es muy diferente al que le otorgan los anglosajones. Mientras que en ellos, la familia tiende a dispersarse en forma individual y definitiva al entrar los hijos en la adolescencia; en los latinos, la unidad familiar la preservamos el máximo de tiempo posible; gracias a los valores, virtudes, afectos y fortalezas que de ella sentimos, abrevamos y cultivamos a lo largo de nuestra existencia.

Desde las clases de civismo que nos impartían (hoy canceladas por la educación utilitarista e individualista imperante), aprendimos que la familia es la célula básica de la sociedad. Cosa importante en nuestra conformación, porque sin el núcleo familiar las tendencias a la quiebra y desmoronamiento social serían altos, al no existir mayor valladar ante lo disruptivo circundante. Además, la familia es elemento importante de cohesión social, frente a las acechanzas de una individualidad egoísta disgregante y de una ambición voraz y desmedida, que solo se da en sociedades deshumanizadas, mercantilizadas, delincuenciales, violentas y rapaces como en las que vivimos.

También la familia tiene la virtud de ser una zona de refugio sentimental y bastión afectivo, para resistir o tomar tregua, ante los impactos emocionales negativos, rupturas sentimentales, amistosas o fracasos eventuales. No se diga de factores destructivos, como son las drogas y la delincuencia en los jóvenes, o aquellos de complicación vital, como los embarazos indeseados de desorientadas víctimas juveniles, que encuentran en el núcleo familiar un apoyo para sobrellevar las obligaciones monoparentales de temprana edad.

La familia sigue siendo también, hoy en día, zona de defensa frente al avasallamiento de la inseguridad pública y la violencia social, generada por la delincuencia organizada, hasta ahora incontenible. También se convierte en dique contra los abusos de fuerza de los poderes institucionales o políticos que dominan la sociedad, donde la familia actúa para su propia supervivencia en forma solidaria, amorosa y por demás desinteresada.

Ante las pérdidas y robos económicos de tipo catastróficos, la familia nos auxilia como dique para no hundirnos en la pobreza. Qué decir de la familia como bálsamo confrontador de las tendencias a los trastornos mentales temporales o permanentes, así como al aislamiento social, depresión, enajenación o al automatismo conductual, en una sociedad que somete a las personas a un estrés y tensión constante, por motivos de faena laboral, salud quebrantada, o carga pesada existencial en el contexto de un páramo colectivo.

El núcleo familiar mexicano es fuente de gozo, alegría y felicidad, donde la calidez humana da cobijo y techo, a los que, por su edad, enfermedad o discapacidad, ya no pueden seguir contribuyendo, con dinero, energía e ímpetu, a la subsistencia de la familia. Afortunadamente en estas familias, los vulnerables no tienen el mísero destino de pasar sus últimos años en las soledades arrinconadas o en la indefensión física temprana con falta de alimentos, que aísla y margina.

El núcleo familiar se ve fortalecido cuando festina y se da a la recreación sana y salva; para olvidarse, aun cuando sea con fugacidad, de los trajines y preocupaciones del día a día; y así convivir en forma solaz y alegre las experiencias vitales, las anécdotas familiares, las gratas remembranzas, los cantos preferidos, las buenas ilusiones y esperanzas delineadas hacia el futuro, mientras los infantes conviven y juguetean con sus pares y los jóvenes platican sus cuitas, aventuras e ilusiones. Todo eso, adosado con deleitosa música, viandas y bebidas, por modestas que sean.

Cuando lamentablemente ya no tenemos familia con la cual reunirnos, las buenas amistades y vecindades, los ilustres libros, la reconfortante música, los atrayentes documentales, las películas interesantes y las fotos con los agradables recuerdos, nos hacen pasar una noche navideña y de año nuevo sumamente placenteros, máxime si tenemos a nuestros pies una cariñosa mascota.

Deseo a todos y a todas, en estos los nuevos tiempos de incertidumbre social, sigamos cultivando los lazos de renovada solidaridad, fraternidad familiar, a pesar de que algunos seamos resultantes de familias disfuncionales, desintegradas, truncas o forzadamente desintegradas.

Por unos días o momentos de Navidad o de Año Nuevo, vale la pena darnos esa maravillosa oportunidad.

 

  1. Reedición de mi artículo de opinión de El Sur (26/12/2015), por su vigencia.