27 julio,2020 4:26 am

La pandemia ha exacerbado la desigualdad que hay en el acceso a internet, dicen maestros de normales

La enseñanza virtual representa –además del desafío de estudiar a ritmo de fichas de 20 pesos–, una limitación para la comunidad normalista, cuyo aprendizaje se basa en la práctica y la convivencia con los niños

Ciudad de México, 27 de julio de 2020. “Maestra, permítame ir a la cabecera municipal. De ahí le mando un mensaje”. Peticiones como ésta le llegaron constantemente durante el pasado semestre a Ana Isabel Jorge Alarcón, docente de la Centenaria Escuela Normal del Estado Ignacio Manuel Altamirano (CENEIMA) de Chilpancingo, una de las nueve normales públicas que existen en Guerrero.

De sus 52 alumnas, 70 por ciento pertenecen a localidades de la Costa Grande, de la Costa Chica y de la Montaña.

El 30 por ciento de ellas son originarias de municipios cercanos a Chilpancingo, como Tixtla o Chichihualco.

Durante el semestre pasado, la comunicación con las alumnas se dio sobre todo por medio del correo electrónico, WhatsApp y la plataforma Zoom. Sin embargo, de un grupo de 17 alumnas, se lograban conectar entre 10 y 12 por sesión.

El no lograr conectarse para enviar la tarea a tiempo, o el hecho de desplazarse a sus cabeceras municipales para conseguir fichas de conexión a internet, son elementos que afectaron la salud emocional de muchas de sus alumnas que “se deprimían, estaban muy nerviosas y con angustia”.

La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), indica que Guerrero ocupa el segundo lugar entre las entidades con el porcentaje de usuarios de teléfono celular más bajo: 59.8 por ciento de la población.

También es la segunda entidad federativa que presentó los valores más bajos en la proporción de usuarios de internet en áreas rurales, con sólo 30.4 por ciento de la población encuestada.

La pandemia de Covid-19 ha evidenciado en la región de la Montaña “la enorme desigualdad y asimetría que existe respecto a la cuestión de la conectividad”, remarca Víctor Echeverría, cuyos estudiantes son en su mayoría originarios de los municipios de Malinaltepec, Metlatónoc y Copanatoyac.

Para tener acceso a internet tienen que comprar fichas de 20 pesos que duran una hora; a este gasto, hay que añadir los viajes a las cabeceras municipales para adquirir las fichas. A largo plazo, entregar los trabajos a los maestros de esta forma es demasiado dispendioso.

“Trabajamos por WhatsApp y por correo electrónico. Pensar en reuniones por plataformas como Zoom o Google Meet no era posible: significaba mandar a los estudiantes a Tlapa, en donde el contagio es tremendo, y exponerlos en el viaje”, cuenta Echeverría.

Todo esto muestra la “realidad descarnada” de la formación de los maestros en la Montaña. Al otro extremo del país, desde la Escuela Normal Rural Ricardo Flores Magón de Saucillo, Chihuahua, la maestra Yazmina Araiza relata una situación muy parecida.

La cuarta parte de las cerca de 460 alumnas es oriunda de regiones serranas del estado o zonas rurales de Sonora, Durango y Coahuila, lugares remotos en donde no hay señal telefónica, y a menudo ni siquiera electricidad.

“Una chica me comentaba que para llamar a los maestros tenía que subir a un cerro, caminaba cuatro horas para llegar a donde hay señal.

A pesar de que podía ser peligroso, lo hacía sola porque su familia no podía acompañarla. Arriesgó su integridad con tal de no perder el semestre”, dice Araiza vía telefónica a El Sur.

Estas carencias también mermaron el cumplimiento de los exámenes profesionales.

La docente menciona el caso de una estudiante que no pudo conectarse con sus maestras porque las lluvias intensas afectaron el servicio de internet de la comunidad a donde había acudido y que tuvo que viajar tres horas más para llegar a otro poblado donde hubiera señal.

Como tampoco ahí pudo conectarse, presentó su examen por teléfono.

Hacer más con cada vez menos

Por otra parte, la falta de plataformas virtuales propias de las normales ha resultado una grave limitante para impartir clases remotas de manera más incluyente.

“Las escuelas normales de Guerrero, y creo que varias del país, no tienen una buena infraestructura de conectividad. Las universidades privadas tienen plataforma de enseñanza virtual, correos personalizados. Pero la gran mayoría –de escuela públicas– no tenemos eso: se necesita dinero”, enfatiza Víctor Echeverría.

En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2020 se asignaron 271 millones 390 mil 728 pesos a la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación, instancia responsable de las normales.

Respecto a 2019, cuando el presupuesto destinado rondó los 447 millones y medio de pesos, se registró una reducción de 40 por ciento.

“Necesitamos un plan específico para la conectividad para no dejar al maestro solo, y esto requiere de una inversión inmediata en las normales”, señala Echeverría. Yazmina Araiza recuerda que hubo casos de maestros que dieron clases por WhatsApp y pagaron hasta 4 mil pesos por servicios telefónicos.

Deserción en ascenso

Aunque la mayoría de los estudiantes se han ido adaptando a las nuevas circunstancias, existe una porción que ha terminado por abandonar la escuela.

En el caso de las proyecciones en la deserción escolar en la CENEIMA, Ana Isabel Jorge Alarcón comenta que el promedio de alumnas que abandonaron los estudios durante el pasado semestre fue de 3 por ciento.

En la carrera de formación docente para preescolar se observaron más casos.

“Muchas ya son mamás, a veces madres solteras, y ante la situación económica de que no hay una ayuda para ellas por parte de la familia, muchas veces deciden: o es mi niño o soy yo”, explica.

La Encuesta Nacional de Hogares (ENH) 2017 del Inegi reporta que 44.9 por ciento de la población guerrerense de 15 años en adelante enfrenta rezago educativo, es decir que no ha terminado la primaria o la secundaria.

El valor de las clases presenciales

Pero el problema principal de las clases a distancia para futuros docentes no es económico o tecnológico, sino social: la relación entre alumnos y mentores, o estudiantes y sus próximos alumnos.

Observación y práctica son parte de los pilares fundamentales en la formación inicial que se imparte en las 264 escuelas normales del país.

Es durante las horas y semanas transcurridas en las escuelas y conviviendo con las comunidades en donde realizan su práctica profesional, que jóvenes de todo el país comienzan a convertirse en maestros y maestras de preescolares, primarias, telesecundarias y educación especial.

Con la pandemia de Covid-19 y la instauración de la modalidad de educación a distancia, este aprendizaje se congeló.

Y, con ello, se anuló una serie de elementos educativos profundamente relacionados con la relación presencial y el contacto humano.

“Los saberes docentes se construyen a partir de observar cómo se trabaja, de hacer los primeros diagnósticos sobre la relación del maestro con el alumno.

Esa relación directa es lo que los va a nutrir para desarrollar el ejercicio de manera profesional y ahora está interrumpida” dice en entrevista con El Sur Víctor Echeverría Valenzuela, profesor de la Escuela Normal Regional de la Montaña José Vasconcelos.

El 22 de julio, el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Esteban Moctezuma, se reunió virtualmente con integrantes del Consejo Nacional de Autoridades Educativas.

En el encuentro anunció que, al continuar la pandemia, quedaba descartado el regreso a clases presenciales en agosto.

La actual generación de estudiantes, resalta Echeverría Valenzuela, enfrenta un estancamiento en su proceso de formación: “todavía no lo llamo retroceso, aunque podría convertirse en eso”.

De acuerdo con la SEP, el ciclo escolar 2020-2021 para educación básica seguirá el semáforo epidemiológico y sólo en las entidades que establezcan el color verde se considerará la posibilidad de reanudar el regreso presencial en septiembre.

“La diferencia con otras escuelas que ofrecen carreras de pedagogía, es que éstas no tienen tanto acercamiento a la práctica como se tiene en las normales: su formación es mas bien teórica”, comenta Jorge Cázares, profesor de la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán.

En entrevista telefónica con El Sur, coincide en que el pasado semestre estuvo complicado porque las prácticas intensivas –el momento en donde, explica, los estudiantes “le agarran cariño y aprecio a los niños, a las escuelas y a las comunidades”– se tuvieron que suspender.

Reconstruir la relación docente-alumnos

En contextos como las normales rurales de Tiripetío y de Saucillo, que mantienen el sistema de internado –como en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en Guerrero–, la separación entre docentes y estudiantes provocó un cambio abrupto.

“Para nosotros la relación pedagógica es el encuentro, el diálogo, la mirada. Si no hay la posibilidad de verse todos los días, de preguntar a los estudiantes cómo están, escuchar sus relatos, sus problemas, se pierde algo que la tecnología no logra sustituir”, apunta Jorge Cázares desde Michoacán. A principios de mayo, dice, su preocupación aumentó.

Ocho estudiantes de su normal fueron encarcelados en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Mil Cumbres, Morelia, tras manifestarse en contra de la decisión del gobierno estatal de reducir la matrícula de las normales públicas del estado.

Acusados del delito de ataque a las vías generales de comunicación,  para obtener su libertad los normalistas tendrían que pagar la fianza de 373 mil pesos solicitada por la empresa Kansas City Southern y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. En Chihuahua, estar lejos de sus alumnas hizo que Yazmina Araiza se enterara de los problemas que ellas viven al abandonar el internado, por ejemplo, los retos de la economía doméstica.

“Esta situación fuera de lo común nos hizo dar cuenta de que habíamos sido omisos en muchas ocasiones”, admite.Uno de los puntos esenciales que Araiza y sus colegas prevén trabajar durante los cursos remediales establecidos por la SEP, es el impacto socioemocional provocado por la pandemia.

“No conocemos las condiciones tan críticas que pueden haber pasado nuestras estudiantes y las queremos atender”.

El regreso de los estudiantes a sus comunidades, también expuso la necesidad de construir conocimiento a partir de ellas y vincularlo con las transformaciones sociales actuales, a fin de que los futuros maestros sepan explicarlas a las nuevas generaciones.

“Para el proceso de formación docente es importante tomar como centro pedagógico la pandemia y la comunidad. Si no hay una reconstrucción de la relación de los maestros con las comunidades para que empecemos a desarrollar economías locales, otro tipo de mentalidad y de relación, estamos condenados a que llegue otro virus”, reflexiona Echeverría, quien forma parte de la Red de Investigadoras/es Educativos en México (Redieem), la cual se enfoca desde más de 25 años en la descolonización del proceso pedagógico y en la construcción de una nueva relación pedagógica con el estudiante.

“Necesitamos una reconstrucción de las relaciones sociales comunitarias en la Montaña. Y el maestro tiene que regresar ahí, ser el pivote. Tiene que ser lo que fue la escuela rural mexicana de los años veinte y treinta: el centro operativo de otro paradigma de pensamiento y formación”, concluye.

Texto: Caterina Morbiato / Foto: Carlos Alberto Carbajal