6 julio,2020 4:49 am

La República de las Letras

Humberto Musacchio

 

Plan de rescate de la cultura

Hace unos días, Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, dio a conocer un plan de rescate de la cultura, “sector” seriamente golpeado tanto por la actual crisis sanitaria como por el desprecio que le merece a Ya Saben Quién, a quien debemos una reducción de 9 por ciento “para gastos de operación y promoción” en 2020 y una caída de 44 por ciento en el “subsidio a actividades culturales, como ferias y festivales”. De ahí que la Universidad Nacional proponga un rescate de emergencia, así como cambios legales, institucionales y presupuestarios, lo que implica destinar una suma extraordinaria “para acciones y casos de emergencia”, la creación de un fondo de ayuda para la reapertura de espacios culturales, exenciones de impuestos, estímulos fiscales para la participación de la iniciativa privada o moratorias retroactivas, créditos a industrias creativas, subsidios temporales a librerías, “cupones” para propiciar el consumo de bienes culturales y facilitar el acceso a actividades de la misma índole, así como la condonación parcial o total de impuestos a los trabajadores de la cultura.

Crisis, dineros y leyes

Como es sabido, entre los mayores damnificados por la crisis están los museos, no sólo por el cierre obligado y la escasa asistencia prevista para los meses próximos, sino por el golpazo que significó quitarles 75 por ciento de lo que tienen destinado a gastos operativos, lo que augura el cierre definitivo de algunos de estos repositorios. Como el actual gobierno federal ha dejado al INAH en la miseria, el documento de la UNAM propone reformar la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, lo que tradicionalmente ha sido tentador para gobiernos que, como el de hoy, consideran la cultura como algo superfluo, prescindible, despreciable. Reformar la citada ley sería dejar en una mayor indefensión nuestro patrimonio cultural. En cambio, resulta plausible la propuesta de suspender o de plano cancelar proyectos faraónicos como el de la cuarta sección de Chapultepec o el parque que se quiere hacer en terrenos del cancelado aeropuerto de Texcoco. Esos miles de millones de pesos deben servir para crear un seguro de desempleo para los trabajadores de la cultura, aunque hacerlo no resulte tan espectacular como los proyectos anteriores.

Las lecciones de la UNAM

El proyecto de rescate en favor de los trabajadores de la cultura ya se lo presentó la UNAM a la secretaría que encabeza Alejandra Frausto. Más útil sería proponerle un plan de empleo masivo como el que aplica Jorge Volpi en la Revista de la UNAM, que cuenta con un consejo asesor con cinco personajes, un consejo editorial con 22 integrantes y un consejo editorial internacional con otros 14 individuos que probablemente no tienen sueldo, pero que de alguna manera deben ser recompensados por su ardua tarea. Luego vienen los que sí cobran, como son la directora general, la coordinadora editorial, la coordinadora “de revista digital y medios”, la jefa de redacción, la encargada de cuidado editorial, la directora de arte, el responsable de diseño y composición tipográfica, tres personas (¡tres!) que atienden lo referente a derechos de autor, otra en investigación y archivos, una más en distribución, otra en “comunicación y relaciones públicas” (¿en una revista?), por supuesto otra funcionaria que está al frente de “vinculación y proyectos para jóvenes”, una más en “edición web”, por si algo faltara una asistente editorial y dos de diseño, uno en fotografía, dos en “diseño de la nueva época”, que seguramente se cambia cada mes, y dos más en “servidores, bases de datos y web”. En suma, 22 personas para hacer una revista mensual, sí, mensual, que se integra con artículos de colaboradores externos, mexicanos y extranjeros, que también cobran. ¡Que no se note la crisis!

La FIL debe preservarse

La incertidumbre marca hoy por hoy la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, importantísimo encuentro de autores, editores, libreros, bibliotecarios, traductores y, en general, gente que trabaja en torno a la letra impresa. En estos tiempos de emergencia sanitaria, representan un inmenso peligro las multitudes que suelen asistir a la FIL, de ahí que actualmente se analicen las medidas más convenientes para celebrar la feria sin poner en riesgo a expositores, conferencistas y, en general, a los asistentes. Se habla de limitar el ingreso a cierta cantidad de visitantes, de imponer un solo sentido a la circulación por los pasillos, de realizar una parte de la feria de forma virtual o de repartir las actividades en diversos escenarios. Quizá convendría recordar que la Feria del Libro de Madrid se celebra en el parque del Retiro, donde los puestos son de madera y están distribuidos a lo largo de los andadores, con la gran ventaja, en las actuales condiciones, de que las personas circulan al aire libre. ¿No podría hacerse algo parecido en el parque Agua Azul o en otro lugar? La FIL es uno de los mayores logros de la Universidad de Guadalajara y el más grande de Raúl Padilla López. También es un orgullo para México, por eso hay que preservarla.