4 agosto,2022 12:21 am

Manuel Meza Andraca (Acapulco 1915)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Un último adiós para el querido amigo Jaime Radilla; para los suyos nuestro cariño solidario.

Acapulco, villorrio
incomunicado

El general Emiliano Zapata inicia al frente de un poderoso ejército el sitio de Chilpancingo, cuya defensa está compuesta por más de 2 mil soldados federales armados con cañones, ametralladoras y parque suficiente para soportar un largo asedio (14 de marzo de 1914). No obstante, 10 días más tarde, una carga de las fuerzas zapatistas, al mando de los jefes Heliodoro Castillo y Encarnación Chon Díaz, obligan al confuso general Luis G. Cartón a ordenar la retirada. La toma de la ciudad capital se consuma el 24 del mismo mes, provocando un éxodo masivo de sus habitantes.
La familia del joven chilapeño Manuel Meza Andraca, como muchas otras, encontrará paz y tranquilidad en Acapulco. Él es un veinteañero estudiante de ingeniería en la Escuela Nacional de Agricultura, reconocido entre sus pares por su gran capacidad de observación. Sobre aquellos días turbulentos escribirá a mano sus experiencias que años más tarde imprimirá como libro: Mi encuentro con la Revolución (1969). Así describe en sus páginas al Acapulco de 1915: “Un villorrio de no más de seis mil habitantes con calles angostas, sinuosas, lodosas y sólo algunas empedradas. Sus casas son de adobe con techumbre de tejas de dos aguas, todas con corredores adornados con macetas de plantas de sombra. Los crotos de colores encendidos, los helechos de largas y flexibles hojas y los ixpoxquelites con sus grandes hojas acorazonadas.
“Un Acapulco totalmente incomunicado –subraya– sin servicios de correos ni telégrafos. Los barcos extranjeros no entran al puerto, quien sabe por qué, sino que desembarcan pasajeros y mercancías en alta mar. La vida social y la actividad económica transcurre casi normalmente y sólo es interrumpida por los grupos armados que se disputaban la ciudad como botín. El comercio es dominado de mucho tiempo atrás por tres grandes casas españolas: B. Fernández y Cía. Alzuyeta Hnos y Uruñuela, Fernández y Cía. Las autoridades municipales se sostienen casi por inercia, luego de que han desaparecido los poderes estatales”.

Huyendo de la guerra

Recuerda Meza Andraca que en su casa de Acapulco recibieron albergue varias familias de Chilpancingo y cita entre ellas a los Calvo –Cornelio, uno de los varones, con sus hermanas y tres amigas más–; los Monteforte, el licenciado, su esposa y cuatro hijos chiquitos, y de Tixtla don Natalio Nava con su hija Elena. Una hermosa chiquilla sobre la que pesaba una cruel amenaza del temible coronel coahuilense Simón Chon Díaz: “no te me vas a ir viva, doncellita”. Interminable desfile de chilpancingueños.
“Los recuerdo como si los estuviera viendo ahora mismo, vestidos de catrines: Don Bernardo Enríquez, con sombrero de paja; Teófilo Castañón, con bombín y Felipe Olivera con un morrongo. Atravesaban una situación lastimosa, que aquí amainó la paisanada”.

“Pinches catrines”

“Si Chilpancingo era el infierno, Acapulco no era precisamente la gloria. Las fuerzas revolucionarias de los generales Silvestre Mariscal, de Atoyac, y Tomás Gómez , de Los Arenales, entraban y salían del puerto a tiro limpio, provocando pánico y zozobra en la población. Los espacios de tranquilidad eran aprovechados por la autoridad local para organizar serenatas en el jardín central, muy concurridas por no haber ni teatro ni cine”.
El futuro ingeniero agrónomo presume a sus muchos amigos acapulqueños y entre ellos a los Batani, Enoch Tabares, Alfonso Sáyago y Julio Adams. Cuenta que acompañado por uno de ellos, El Güero Batani, asistió a unos billares para aligerar el calor con unas cervezas. Apenas las habían ordenado cuando entra al local un soldado “mariscaleño”, completamente borracho, pidiendo un vaso de mezcal. Detecta la presencia de ambos, saca la pistola y suelta con voz de trueno: “¡Me están dando ganas de echarme a un par de pinches catrines!”. Obvio decir que salieron despavoridos para nunca más pisar ese lugar.

Las puestas del sol

Nuestros paseos, rememora Manuel Meza Andraca, “serán a partir de entonces diurnos a las playas de la bahía. No acostumbrábamos usar traje de baño ni ropa alguna sin ser por ello sujetos de escándalo. Las mujeres veían aquello con naturalidad por tratarse de un ámbito de feliz primitivismo. Ora que por las noches acostumbrábamos bogar en la bahía para deleitarnos con la fosforescencia marina. Los remos de nuestra pequeña barca movían el agua, dejando en la popa una estela y salpicando los remos de gotas luminosas”. Otro paseo del grupo era subir al cerro de La Mira, “para allá extasiarnos con las puestas de sol, sin faltar nunca un comentario fantasioso como el de ‘está amaneciendo en China’. Al respecto, Meza sostiene que las puestas de sol en La Mira y en La Quebrada han sido siempre un espectáculo de maravilla, algo inenarrable, que cambia cada día, siendo las puestas de octubre las más hermosas. “El sol va bajando lentamente hasta tocar la nítida línea horizontal del inmenso océano, como un globo de lava delicuescente que al tocar las aguas pareciera alargarse y deformarse. Se trata de una explosión y eclosión de luces iridiscentes que ningún pintor ha podido imitar, incluso Diego Rivera”.
Sobre el muralista mexicano recuerda que radicó en Acapulco durante los últimos días de su existencia y que dejó una docena de paisajes bellísimos de las puestas del sol sin lograr en ninguno de ellos la sensación de colores. Esa que deslumbra la vista iluminando la atmósfera y las nubes con tonalidades radiantes”.

Caleta remota

Cuenta: “Un domingo fuimos con varios amigos a La Roqueta, cada quien con su curricán. La pesca fue copiosa: curvinas, pargos y otras especies que fueron a dar a la sartén colmada con aceite de oliva cargado con ajos. Era un deleite comer así los pescados después de pasar al sol toda la mañana en la playa de Caleta, tan remota y solitaria que sólo se llegaba a ella por mar. Se contaba que una vez un extranjero se aventuró a pie por la maleza para llegar a la playa y que más tarde fue encontrado su cadáver devorado por los animales”.

Domingo de Carnaval

“La noche del domingo de Carnaval de 1915 se celebraba una serenata en la plaza Álvarez, la diversión de chicos y grandes consistía en tronarse en la cabeza cascarones llenos de ‘agasajo’ (confeti menudito) y polvo de oro. Una diversión ingenua que permitía a los muchachos acercarse a las muchachas de su interés y viceversa. Yo estaba con Domingo Guevara Alarcón, sentados en una banca frente a la Aduana (hoy edificio Nick), cuando de pronto escuchamos el grito de ‘¿¡quien vive?!’, seguido de varias descargas de fusilería. Domingo y yo corrimos en medio de la balacera y el tropel de centenares de hombres mujeres y niños hasta ponemos a salvo en la parroquia de La Soledad. La plaza Álvarez se despejó en un minuto quedando en ella únicamente los soldados beligerantes de las fuerzas de Mariscal y Gómez”.
“Fue después de abandonar nuestro escondite cuando nos enteramos de la muerte de una niña de Chilpancingo. Era hijita de Don Alberto Catalán y cuyo sepelio, la tarde del día siguiente, concentró a una multitud compuesta por porteños y todos los refugiados de Chilpancingo y Tixtla. El cortejo fue encabezado por el general Silvestre Mariscal quien, en una breve alocución, condenó los sucesos responsabilizando de ellos a los hombres del general Tomás Gómez. Fue esta una desgracia que nos llenó de consternación cuando apenas empezábamos a digerir los horrores del asalto zapatista a la capital del estado”.

Una versión acapulqueña

El carnaval sangriento de Acapulco es abordado tangencialmente por Faustino y Eleuteria Liquidano en Memoria de Acapulco: “Aquel domingo de Carnaval hubo en el Zócalo una tirotera grandísima y una confusión espantosa. Murió una niña de Chilpancingo, hubo multitud de heridos y entre ellos varias señoritas. A una de ellas, de apellido Condés de la Torre, le sacaron las tripas. En fin, fue una cosa horrible.”

La primera alcaldesa de América

Manuel Meza Andraca podrá abandonar Acapulco sólo por mar y lo hará un año más tarde acompañado por tías y hermanas. Una de ellas, Aurorita, gobernará provisionalmente Chilpancingo (1936-1937), convirtiéndose en la primera presidenta municipal de México y de América Latina.

Mariscal, sanguinario

El joven ingeniero agrónomo no estará en Acapulco para conocer las muertes del gobernador zapatista Julián Blanco y su hijo Bonifacio, asesinados en una celda del fuerte de San Diego. El primero recibirá tres balazos (cabeza y tórax) y dos el segundo (cabeza y tetilla). Las detonaciones fueron escuchadas por el alcalde Miguel Suástegui, el agente del Ministerio Público y otros funcionarios que esperaban en el exterior de la fortaleza. Acudían a tomar las declaraciones de Blanco en un juicio abierto en su contra por rebelión. El propio Mariscal ofrecerá la versión de lo ocurrido:
–Me informan, y no tengo por qué dudarlo, que el señor general Julián Blanco mató primero a su hijo y luego se suicidó.

Chon Díaz

Manuel Meza Andraca no podrá testiguar la designación como gobernador provisional de Guerrero del coronel Chon Díaz, ordenada por el presidente Carranza. El mismo de la amenaza contra Elenita Nava, de Tixtla, quien para entonces ya estará muy lejos. ¡Dios bendito!, se proclamará.
Y tampoco se enterará de primera mano de los fusilamientos ordenados por Mariscal en el Fuerte de San Diego. Los sacrificados fueron el general Tomás Gómez, junto con sus hermanos Julián, Manuel y Francisco, de 15, 16 y 17 años respectivamente (padre y tíos del futuro gobernador Alejandro Gómez Maganda (1951-1954) Junto con ellos Victorio Salinas, Miguel Serrano, Juan Organes, Perfecto Juárez, Leonel López, Canuto Neri, Margarito y Cecilio Gómez Cisneros. Este último se lanzará a los riscos antes de recibir la descarga.
Director de Chapingo

El ingeniero agrónomo de Tixtla ocupó diversos cargos relacionados con su especialidad y entre ellos el de director de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Fue agregado agrónomo en la embajada de México en Estados Unidos; jefe de la sección latinoamericana de Desarrollo de la ONU y representante mexicano en diversos foros agrarios celebrados en Bolivia, Brasil, Italia, Ginebra, India, Australia, Moscú y China. En México fue colaborador cercano de Narciso Bassols.
Autor de varios estudios relacionados con su especialidad y entre ellos La situación de la reforma agraria en México, para el Colegio de México y La producción de fibras duras en México, para Banamex, así como La situación de la agricultura en México, para el Banco Internacional de Fomento.
En el terreno político, Meza Andraca está catalogado entre los teóricos del radicalismo mexicano. Fue fundador del Partido Popular y su candidato a una diputación federal por Guerrero, militante más tarde del Partido Mexicano de los Trabajadores. Falleció en la Ciudad de México, en 1985, y está sepultado en Chilpancingo.

General Silvestre Mariscal

Profesor normalista nacido en Atoyac de Alvarez que se incorpora al maderismo tomando a sangre y fuego ese poblado al frente de un grupo de campesinos. Hará lo mismo con San Jerónimo, Tecpan, Coyuca y finalmente Acapulco. Acciones que le valdrán el grado de coronel del ejército revolucionario.
Al término de la revolución maderista, Mariscal se disputará el mando de Guerrero con Julián Blanco a quien asesinará cuando éste ocupe la gubernatura provisional de Guerrero nombrado por el zapatismo. Antes fusilará al mayor maderista Prefecto Juárez, cuando éste investigue sus abusos y latrocinios. Por ese hecho será encerrado en un presidio de Manzanillo para ser trasladado más tarde al fuerte de San Diego. De aquí saldrá por órdenes de Victoriano Huerta a quien le impresiona su crueldad haciéndolo su testaferro. Venustiano Carranza se hace del poder y oye hablar de “Mariscal, el de Guerrero” y, fascinado por sus hazañas, lo nombra jefe interino de operaciones militares en la entidad. Lugo lo designa gobernador provisional, del 8 de noviembre de 1916 y constitucional del 1 de abril al 11 de diciembre de 1917. Mandato durante el cual Acapulco fue la sede del poder ejecutivo. El monta a caballo mientras que su esposa pasea por las calles a bordo de un enorme auto Studebaker, traído por mar.
Mariscal es aprehendido en 1918 por soldados del Ejército acusado de usurpación, extralimitación de mando e insubordinación. Permanece dos años en la prisión militar de Tlatelolco y en 1920 es exonerado de todos los cargos por propio presidente Carranza. Es asesinado en ese mismo año camino a Guerrero decidido a recuperar su imperio.