1 septiembre,2022 4:59 am

Masacre en La Coprera. 20 de agosto de 1967

Anituy Rebolledo Ayerdi 

(Segunda y última parte)

 

Nomás milando

La nueva dirigencia de la Unión Regional de Productores de Copra (URPC) encabezada por Jesús Flores Guerrero, sin reconocimiento por parte de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), se entrevista  con el gobernador Raymundo Abarca Alarcón. Le solicitan la presencia de la fuerza pública durante su primera asamblea en su sede oficial, Ejido y Calle 9. Le exponen sus temores sobre actos de violencia, toda vez que un grupo de socios disidentes,  encabezados por Julio Berdeja Guzmán, ha programado una reunión en esa misma sede,  mismo día y hora.

–Se los digo una vez más, señores, –responde el mandatario–. Mi órden es irrevocable: ni policía ni Ejército. Lucido estaría yo gestionando ante la Zona Militar custodia  militar para una vil borrachera, que es a lo que ustedes están convocando. Me apoyo en la recomendación que sobre el asunto me hizo el titular de Gobernación, don Luis Echeverría, con quien hablé apenas ayer. El me dio la razón con estas palabras: “hace usted bien señor gobernador en actuar como el chinito, ‘nomás milando’.

¿Pa’ cuando son los amigos?

Apenado por no poder servir a la gente que le mantiene tranquilas las agitadas costas guerrerenses, Abarca Alarcón invoca a la amistad para salvaguardar la reunión en Acapulco. Los amigos de ambas regiones  darían al evento una mejor protección incluso que la policía, subraya el gobernante. Y termina preguntando: “¿pos pa’ cuándo son los amigos, sino cuando uno tiene problemas graves?”.

Aludía el mandatario a sus propios amigos, a quienes su gobierno había dotado con credenciales policíacas autorizando la portación de armas. No otra que la famosa  “hermandad del gatillo”, conocida como La gamba” en la Costa Grande y “La broza” en la Costa Chica. Con socios eméritos como El Animal, La Pimienta, El Zanatón y una veintena más. Todos venerando como santo laico al costagrandino Chante Luna, un asesino despiadado autor de un centenar de homicidios y entre ellos el del padre de este  columnista. No ha habido hasta la fecha un Mario Puzo mexicano que recree tales episodios criminales para dejar al El Padrino como una cinta de Walt Disney.

Llega el día

Los copreros opositores de la Costa Grande , encabezados por su dirigente Julio Berdeja Guzmán, llegan en autobuses al entronque de las avenidas Ejido y Pie de la Cuesta. Los espera Óscar Figueroa, agente de Gobernación, acompañado por policías judiciales encargados de verificar que aquellos no porten armas, cortas o largas e incluso el glorioso “machete suriano”.

Mientras se desarrolla ese trámite, una comisión de 60 copreros se acerca a la puerta de la Coprera para tramitar su acceso a la sala donde pretenden reunirse. La encabeza  Berdeja, su asesor César del Ángel, diputado federal por el estado de Veracruz, acompañado por su secretario Alberto Véjar González y representantes de copreros de cada municipio, entre ellos varias damas.

La puerta de la Copera es de cristal de más de media pulgada y su custodia ha sido encargada, como si fuera discoteca de moda, a uno de los más conspicuos amigos de los que hablaba Abarca Alarcón. Constancio Hernández El Zanatón, quien 10 años atrás, en compañía de El Animal, habían diezmado  a una partida militar en La Caridad, San Marcos.

–“Aquí no pasa ningún hijo de la chingada por muy diputadito que sea, responde El Zanatón cuando César del Ángel le exige paso en el mismo lenguaje.

–Sólo muerto te dejo pasar diputadito de mierda –reitera el vociferante portero.

–¡También es nuestra casa!, clama Berdeja secundado por Del Ángel quien lanza un sonoro ¡“ábremos, negro hijo de tu puta madre o rompemos la puerta!,”  coreado por sus seguidores.

Alberto Véjar toma el lugar de su jefe a quien entrega un portafolios negro del que ha sustraído una pistola escuadra. Asumiendo la delantera se dirige a El Zanatón para amenazarlo con romper la puerta si no la abre inmediatamente. Y diciendo y haciendo. Dos patadas bastan para que el grueso cristal vuele en pedazos. No habrá tiempo para el festejo de los acompañantes…

Simultáneo con el estrépito del cristal se escucha una descarga de arma de fuego. La 38 súper de El Zanatón vaciada sobre la humanidad de Véjar. Este lanza un estentóreo sonido gutural para caer de espaldas  disparando la pistola en un último reflejo muscular. La bala rozará la cabeza de El Zanatón quien cae con el ojo izquierdo vaciado. Será en adelante El Zanate tuerto. Junto con Véjar muere el coprero Cornelio Carranza.

Prisciliano Peña, joven campesino de Tenexpa, intenta apoderarse de la pistola que aún mantiene empuñada el caído Véjar. Antes  de conseguirlo será abatido por la espalda por  agentes de la Policía Judicial que han tomado el lugar de El Zanatón.

El líder Julio Berdeja, sus hermanas y damas  acompañantes logran alcanzar la calle 6, pero no más allá. Son barridos por la intensa metralla disparada ahora desde la azotea de La Coprera. Muere una hermana de Berdeja y él sobrevive a las balas pero quedará paralítico. Muy cerca de ellos queda el chamaco vendedor de paletas. El chiquillo se había guarecido tras de una camioneta pickup estacionada en la calle 6, a la que más tarde se le contarán 140 impactos de bala.

La balacera se generaliza, siempre a partir de La Coprera. Un gran número de bocas de fuego, introducidas al edificio durante la madrugada, ejecutan una sinfonía de muerte y dolor.

Cubierto por un grupo de copreros, César del Ángel logra abandonar por un baldío el escenario de la refriega.

La agresión intensa durará varios minutos para continuar luego con una cacería a partir de la azotea del edificio de la sede. Se disparan armas largas contra todo lo que se mueva en una alfombra de cuerpos tendidos sobre el quemante pavimento de la avenida Ejido. Varios muertos pero la mayoría pareciéndolo. Estos últimos tomarán la vertical a la llegada de las fuerzas armadas. ¡Y hasta no verte, Jesús mío!

La toma de La Coprera

Los tres desbalagados reporteros de Trópico –Andrés, Enrique y el de la pluma–, se reúnen finalmente en el interior de La Coprera. Son amigos del general Salvador del Toro Morán, comandante de la 27 Zona Militar, lo que les permite libre movilidad sobre el área acordonada. La toma del edificio por parte del Ejército había sido una auténtica acción guerrera.

–¡Nadie sale, todos pecho a tierra y las manos en la nuca, ordena un militar a los ocupantes del edificio. Todos obedecen. Gritos y llanto de mujeres y niños. ¿Niños? Estos formaban parte de una banda de música juvenil, aportada al festejo por el Rey Lopitos. Estos salen primero. Luego las damas invitadas y las encargadas de la cocina. Al final vendrá el desfile de los matones. No faltan los que mariconamente clamen inocencia jurando nunca haber accionado una arma de fuego. El jefe militar los mira con desprecio.

Del Toro Morán

Al comandante de la 27 Zona Militar, Salvador del Toro Morán  –robusto, rostro infantiloide, rubicundo y una bondad que no le cabía en el pecho–, los reporteros de la “fuente federal” lo apodamos Toby, el de la caricatura de La Pequeña Lulú, en su papel misterioso de La Araña. Con un guiño nos apartaba lejos de cualquier mirada, como si temiera algún regaño, para ofrecernos la información exclusiva que nunca podría emitir como jefe militar. Un caso similar había ocurrido apenas en mayo de este mismo año en Atoyac de Alvarez, luego de la matanza de campesinos por la que Lucio Cabañas tendrá que remontarse a la sierra. –––¡Cómo han podido estas bestias cometer tal carnicería? ¡Dios! … estalla en un aparte el militar con el rostro congestionado. ¡No me  lo van a creer, pero algunos hijos de puta se sentaron a comer barbacoa después de haber matado a tanta gente! ¡Bestias! ¡Todos, sin excepción, portan credenciales de policías  estatales o municipales! ¿Cómo puede ser posible, digo yo, que el propio gobernador del estado esté interviniendo a favor de tales carniceros? ¡Allá que los jueces se los entreguen, yo en este momento, ni madres! Indigna al militar el ofrecimiento de los hermanos Gallardo de 100 mil pesos a cambio de la libertad ¡Pinches gallinas!, ¿no que muy machos los matones hijos de la chingada?

Él mismo ordena la detención de los líderes de La Coprera encabezados por Jesús Flores Guerrero, Eligio Serna Maciel, Amador Campos y Severiano Rivera, trasladados a la comandancia de la 27 Zona Militar. Ciento 70 sujetos entre matones y trabajadores irán a la cárcel municipal, serán liberados en cuanto sean puestos a disposición del Ministerio Publico.

Sentencias

César del Ángel permanecerá preso dos años en Chilpancingo mientras que algunos ejecutores de la matanza cumplirán sentencias breves. Ente ellos el El Zanatón a quien, la muerte agradecida por sus amplios servicios, se lo llevará sin violencia. Morirá en su cama confortado con todos los auxilios espirituales y sin faltar la bendición papal.

El arsenal

El arsenal incautado por el Ejército en La Coprera era superior al usado en cualquier golpe de estado africano o caribeño: 50 rifles M-1, 35 M-2,  40 pistolas, 43 escopetas, seis máuseres y 27 puñales.

Las víctimas

El número de víctimas alcanzó una cifra superior a 200, 30 muertos y 186 lesionados . Se ignoró el número de decesos de hombres y mujeres que lesionados hayan logrado llegar a sus lugares de origen. En realidad, jamás se conocerá el número real de caídos en la cruel matanza.

Corona, fotógrafo

Amador Corona, fotógrafo del diario La Verdad, fue sin duda el reportero estrella de la dolorosa jornada, Sus gráficas oportunísimas, todas de primera plana, lograrán  reconocimiento internacional. Una de ellas, distribuida por la United Press International (UPI) mostraba en primer plano varios  cuerpos caídos y en el fondo el repliegue  empavorecido de una multitud. Será declarada como una de las imágenes más dramáticas de la prensa mundial en 1967.

Abarca Alarcón 

Raymundo Abarca Alarcón fue el oscuro médico pueblerino de quien se valió Donato Miranda Fonseca para humillar a la vieja clase política guerrerense, la misma que nunca aceptó su liderazgo. El secretario de la Presidencia estaba seguro de que sería el sucesor del presidente López Mateos y con esa seguridad diseñó un Guerrero nomás para él. Entonces el repliegue de los clanes históricos no se hizo esperar. Arrastrando adargas y cobijas marcharon Los Maldonado Pérez, Los Román Lugo, Los Figueroa Figueroa, Los Román Celis, Los Urióstegui, Los Osorio Marbán, Los Ochoa Campos, Los Fuentes Díaz y otros de menor nombradía.

Todos ellos, en su momento, con una plegaria guadalupana: ¡Que no llegue a la presidencia de la República tamaño hijo de Chilapa. ¡Y no llegó!

Los periodistas

Ya en la redacción de Trópico vendrán las aclaraciones.

–¿Por qué Andrés, el desesperado vocero de  France Presse, France Presse?

 –¡No sean pendejos, porque si hubiera gritado ¡periodistas, somos periodistas!, ¡entonces sí nos hubieran acribillado!