20 abril,2023 4:59 am

Mujeres de todos los tiempos

Anituy Rebolledo Ayerdi

(Segunda parte)

 

¿Tú también, María?

Terrible para el presidente Álvaro Obregón fue aquél mes de diciembre de 1923 cuando, temerariamente, varios generales se le voltean. Se le habían subido a las barbas, pues, y eso que no las usaba al estilo del jefe Carranza.

El primer volteado fue el general Adolfo de la Huerta y su rebelión contra los Tratados de Bucareli. Vendrán después las volteretas no menos espectaculares de los también divisionarios Fortunato Maycotte, Manuel M. Diéguez, Francisco R. Serrano y el guerrerense Rómulo Figueroa.

Una de esas noches de duro cierzo invernal –como luego las cantará maese Lara– Obregón llega a la residencia presidencial y su único pensamiento es dormir, dormir. Ese día había sido particularmente pesado y por si fuera poco había hecho una “entrega” de esas que le daban fama de garañón.

La señora de Obregón, sin embargo, tiene otros planes. Lo espera enfundada en el negligé negro que tanto le gusta al general  (particularmente cuando despoja de uno igual a la bella cupletista Celia Montalbán) Así, tan pronto el hombre se acurruca bajo las sábanas del tálamo presidencial, la señora pone en juego sus probadas dotes de seducción:

–Álvaro… Alvarito… ¿ya te dormiste?

–¡Eso pretendo, mujer, eso pretendo!

–Álvaro… Alvarito.. ¿Me volteo?

–¿Tú también, María? ¡Con una chingada, ahora todo mundo se ha conjurado para volteárseme!

Tawakkul Karman

Periodista yemeni, es una revolucionaria surgida a la lucha en la llamada “primavera árabe”. Fue una de las principales dirigentes de las manifestaciones estudiantiles que iniciaron la sublevación contra el régimen de Alí Abdullah Saleh. Fundadora en 2005 del grupo Mujeres sin cadenas y personalidad del partido islámico Congregación Yemeni por la Reforma.

Tawakkul Karman es madre de tres hijos, diplomada en ciencia política por la Universidad de Saná. Forma parte del Consejo de la Shura del partido islamita de oposición y lidera el grupo Mujeres periodistas sin fronteras. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 2011, junto con las liberianas Leymah Roberta Gbowee y Ellen Johnson Sirleaf, “por sus batallas no violenta a favor de la seguridad de las mujeres y de su pleno derecho en la plena participación de la obra constructiva de la paz”

Thorbjorn Jagland, presidente del Nobel, celebró la triple nominación con estas palabras: “No podemos lograr democracia y paz duradera en el mundo a menos que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres e influyan en todos los niveles de la sociedad”.

La vara de López

Cuando el presidente Luis Echeverría decide entregar la vara de tlatoani a su compañero de correrías juveniles, José López Portillo, surge en el seno familiar una oposición que, por férrea y determinante, hará peligrar seriamente la sucesión. La enarbola doña María Ester Zuno de Echeverría, conocida popularmente como la “Compañera María Esther”:

–Sólo te recuerdo, Echeverría, (así solía dirigirse a su compañero) que Pepe tiene años separado de Carmen y que este país, profundamente católico y por ello de elevada moralidad, no aceptará ser gobernado por alguien que no ha sabido preservar la sacrosanta institución de la familia… bla, bla, bla.

La advertencia de la matriarca que ha dirigido con mano firme un hogar anclado en los más sólidos valores morales y fiel como pocos a las tradiciones y costumbres de la mexicanidad, cala hondo en el ánimo del  receptor. Y cómo no, si desde novios la mujer es la que ha dicho la última palabra.

Informado por su amigo y jefe de aquella inesperada reacción, Pepe actualizará aquello de que “París bien vale una misa”, adaptando la sentencia a su caso personal: “México bien vale incluso dormir con el enemigo”. Entonces, los López Portillo-Romano simularán formar un núcleo lo más cercano posible a la Sagrada Familia: bien avenida, de fidelidad insospechada, pero sobre todo muy feliz (tanto que al cómico Pompín Iglesias se inspirará en ella para su reiterativo pregón: ¡qué bonita familia!, ¡qué bonita familia!).

Lola Montez

Lola Montez, la legendaria bailarina y actriz nace a principios del siglo XIX en Irlanda y es bautizada como María Dolores Eliza Rosana Gilbert. Sus padres la llevan a la India y de ahí la envían a estudiar a Inglaterra. A los 16 se escapa de la escuela con un teniente del ejército inglés, al que abandona para viajar a París donde culminará su preparación dancística.

En la capital francesa Lola tendrá queveres con el pianista y compositor Franz Liszt (Rapodia húngara) y con Alejandro Dumas, padre, (Los tres mosqueteros). Entre ambos amoríos contrae matrimonio con Alexander Dujarier, quien pronto morirá en un duelo defendiendo el honor de su mujercita. Todo porque el ofensor la llamó tré grand chienne o, dicho como Dios manda: ¡grandísima puta!

Lola decide echarse al propio rey Luis I de Bavaria y diciendo y haciendo. Para llegar a él se enfrenta a la guardia real hasta llegar a las manos. Más bien a los senos, expuestos en todo su glorioso esplendor cuando un guarura le rompe la blusa apenas cubriéndolos. Al verriondo monarca se le hace agua la boca con tan jugoso espectáculo y entonces concede a la mujer una audiencia privada.

Jaque al rey

Lola Montez saldrá de aquél encuentro con un jugoso contrato para el mejor escenario bávaro y poco más tarde obtiene el título de condesa. Convencida la nobleza bávara de que aquella diabólica mujer ha sorbido el seso del otrora recatado Luis I, le pierde el respeto, le da la espalda. Aunque el monarca reacciona echando del país a la devoradora, será demasiado tarde. A los pocos meses se verá obligado a abdicar. La ex condesa bávara regresa a Inglaterra donde se casa con un joven heredero, oficial del ejército, al que deja con una mano atrás y otra adelante además de repudiado por los suyos.

Para 1853, Lola Montez aparece como residente de San Francisco, California, felizmente casada con el periodista Pat Hull, a quien le pondrá los cuernos una y otra vez. La decepción hunde a Hull en el alcoholismo hasta encontrar la muerte. Las lenguas de doble filo adjudicarán el deceso a la sífilis portada por la mujer. De ser ello cierto, habría regado el mal en dos continentes.

La célebre Lola Montez morirá en las calles de Nueva York, su hogar, en calidad de indigente. Ninguno de sus dos hijos reclamarán su cuerpo, uno porque estaba preso y el otro porque tenía cosas más importantes que hacer. La actriz francesa Martin Caroll la interpretará en el cine.

Mariana de la Cruz

Antonio Hernández y Mariana de la Cruz deciden acallar con el matrimonio las condenas parroquiales y las hablillas del vecindario, todo por un año de amancebamiento. Se casan en la parroquia de Nuestra Señora de los Reyes (hoy de la Soledad) pero con tan mala suerte que obligado “el hasta que la muerte los separe” se cumplirá demasiado pronto.

(Mariana de la Cruz, aquí entre nos, semejaba una estatuílla de ébano esculpida por el propio Praxiteles, de ahí que cualquier mortal hubiera ofrecido un dedo de la mano derecha por un minuto de su amor).

Sucederá que cuando la pareja se disponga a disfrutar de una bendecida luna de miel, la novia será arrestada por los alguaciles del Santo Oficio. Alguien la ha acusado anónimamente de bigamia. En efecto, Mariana había contraído matrimonio en Michoacán con un esclavo de la familia Altamirano, lo que aceptará ella misma. Imposible la anulación.

Cabizbaja, llorando su desgracia y su vergüenza, Maríana arrastra penosamente los grilletes por las calles de Acapulco. Va con rumbo al inclemente tribunal para recibir la sentencia a su osadía. Ni lo dramático y sobrecogedor de aquél cuadro será suficiente para domeñar la lujuria que despiertan aquellas formas rotundas con sus breves ropas untadas al cuerpo ¡Ay, Mariana!

¿Qué estaría haciendo el cronista que se olvidó reseñar el final del drama?

La mujer, calumniada

–Reportera: Se dice, doctora Rosa Luz Alegría, que las pocas mujeres que alcanzan posiciones destacadas en el gobierno mexicano, no lo logran por méritos propios sino por la generosidad de amigos poderosos. ¿Es este su caso?

–Rosa Luz Alegría: “¡No, señorita, su pregunta no me ofende porque lo mismo se dice de toda mujer que, sin ser anciana y horrible, logra triunfar en cualquier espacio, desde el arte hasta las finanzas. Es parte de los celos, envidias y atavismos que debemos superar. El día que ya no se calumnie a una mujer de éxito, ya no será necesario luchar por la liberación femenina; ello significará que las mujeres estamos liberadas. ¡Gracias, no diré más!

El chorro del Morro

(Entrevista de una sola pregunta realizada por una reportera local a la doctora Rosa Luz Alegría, subsecretaria de Evaluación de la Secretaría de Programación y Presupuesto en el gabinete del presidente José López Portillo (1979) con quien se le ligó sentimentalmente.

La señora Alegría ocupará más tarde la Secretaría de Turismo y en Acapulco será autora de un novedoso espectáculo nocturno teniendo como escenario El Morro. Un poderoso chorro de agua surgía del centro del montículo, como volcán en erupción, iluminado y con fondo musical. Lo inauguran el presidente López Portillo y Rosa Luz con la voz de Armando Manzanero cantando Somos novios. El Chorro del Morro no logrará fama pues será pronto eliminado por afectar la vegetación del promontorio.