21 junio,2021 5:49 am

Que cese la discriminación

Silvestre Pacheco León

 

Es posible hablar de un problema generacional que impide a muchos jóvenes entender los avances democráticos de los que gozamos hoy, con plena libertad para organizarse y debatir públicamente sobre los temas diversos que enriquecen la vida social, igualitaria y respetuosa de la libertad de expresión de las ideas.

Pocos se imaginan la vida de los jóvenes de antes, rebeldes por naturaleza, sujeta a la visión conservadora y represora de un sistema asfixiante en el que solo una tendencia del pensamiento era respetada.

Imposible en el sistema del que venimos plantear el problema del acoso sexual, la violencia intrafamiliar y el racismo frente a la visión conservadora e hipócrita que pretendía inexistentes con solo ignorarlos.

Ahora, en un nuevo ambiente democrático, construido entre todos y enriquecido por la existencia de las redes sociales que trasparenta la vida nacional, cada quien está en la posibilidad de conocer lo que sucede en nuestro entorno para ocuparnos de ello en el nivel que nos afecte.

En esta nueva realidad resulta inaceptable que sucedan hechos como los que cuenta el subcomandante Galeano del EZLN de que sus compañeros comisionados para visitar Europa no pudieron viajar como lo tenían programado porque les rechazaron su trámite de pasaportes en la oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la Ciudad de México.

El subcomandante cuenta en detalle que los burócratas que atienden la oficina de los pasaportes rechazaron la solicitud de los indígenas chiapanecos en una clara actitud de racismo, por su color, forma de hablar y de vestir. Contó que a una señora de 40 años la empleada le pidió que trajera un certificado de secundaria como comprobante de que no era centroamericana.

A otro señor mayor de 60 años le dijeron que si quería tramitar su pasaporte con el propósito de viajar a Estados Unidos seguramente era para quedarse a trabajar de ilegal. Cuando les respondió que en realidad iba a Europa repusieron que eso estaba más lejos y que se necesitaba mucho dinero para viajar, que para ello debería mostrar el estado de cuenta de una tarjeta de crédito.

Los hechos se hicieron públicos como una actitud racista de parte de los empleados contra los indígenas porque los ven diferentes.

Gracias a la relevancia que tiene la organización a la que pertenecen y al manejo de las redes sociales del EZLN se pudo conocer ampliamente lo sucedido que, aparte de su connotación racista, denota una profunda ignorancia de esos servidores públicos acerca del perfil mayoritario de los habitantes de México que somos más bien trigueños.

El hecho pudo pasar inadvertido, pero gracias a que fue contado y difundido la reacción fue inmediata. Eso demuestra que la realidad que nos disgusta puede cambiar si todos ponemos algo de nuestra parte convencidos de que somos ricos porque nos conocemos y respetamos en nuestras diferencias.

Pero en todo caso resulta menester que se pongan correctivos a quienes desde una función pública hacen distingos y actúan con superioridad frente a las personas que no son como ellos.

César Núñez Ramos

Conocí a Cesar Núñez a través del también maestro normalista de Ayotzinapa Eligio Pérez Sánchez quien ingresó a la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM después de terminar la carrera de maestro en la escuela rural. Eligio Pérez es originario de Nuxco en la Costa Grande de Guerrero (supongo que ha sobrevivido al Covid-19).

Eligio vivía con varios paisanos estudiantes en una vieja y aristócrata vecindad de la calle de Bucareli en la Ciudad de México.

En la Facultad nos hicimos amigos como alumnos de Raúl Olmedo en su Seminario del Capital y después en la militancia política. Él era miembro del Movimiento Revolucionario del Magisterio que en Guerrero dirigían militantes del Partido Comunista.

Después supe que trabajaba en la ciudad de México en el gobierno de López Obrador formando equipo con César Núñez.

Nos volvimos a encontrar en la costa trabajando con César en la formación de Morena. Ambos contactaban a los maestros normalistas que conocieron en tiempos del MRM. En una de esas giras conocí personalmente a César y después en Chilpancingo nos encontramos con cierta frecuencia en la calle Emiliano Zapata cuando funcionaban ahí las oficinas de Morena.

En el 2014 lo invité a mi tierra a la presentación de uno de mis libros y entonces me hizo favor de enviar en su representación al ahora diputado federal Rubén Cayetano a quien conocí como empeñoso representante de Morena en el Consejo Local del INE en Chilpancingo.

La última vez que nos saludamos con César Núñez  ya había triunfado López Obrador como presidente de la República. Viajaba al puerto de Acapulco y platicamos sobre la reacción orquestada desde la oposición neoliberal como reclamo contra el cierre de las estancias infantiles.

Él sostenía con aplomo que las protestas, además de infundadas, eran insignificantes, que la razón era muy clara de limpiar la corrupción en el gobierno con el nuevo método de hacer llegar los apoyos oficiales directamente a los beneficiarios.

Ahora que se cumplen 78 años de su nacimiento me sumo al homenaje que le rindió el gobierno federal en Acapulco donde se reunieron sus compañeros para reconocerle su trayectoria como organizador revolucionario y su papel por la transformación social que ahora estamos viviendo.

César Núñez se me figuraba al bolchevique de la revolución rusa O. Piatninski. No lo comparaba en lo físico con el activista eslavo, aunque tampoco se parecía mucho con la mayoría de los guerrerenses, pero lo digo por su entrega a la causa rebelde parecida a la de aquel activista por la Revolución de Octubre. Siempre lo vi caminar solo, cumpliendo el manual de los revolucionarios tratando de pasar desapercibido, sin aspavientos, siempre cumpliendo una tarea.

Me entristeció la noticia de su muerte en los momentos en que estaba próximo el veredicto popular sobre el relevo de gobierno en el estado porque, como decía Bertolt Brecht, César era de los imprescindibles.