5 marzo,2019 5:21 pm

Rememora el pintor Melchor Peredo el arribo de Cortés

 
Ciudad de México, 5 de marzo de 2019. El pintor Melchor Peredo alista un mural transportable que presenta, por primera vez en la plástica mexicana, al conquistador Hernán Cortés ataviado con el atuendo mexica que le obsequiaron emisarios del Emperador Moctezuma cuando desembarcó en Veracruz, cinco siglos atrás.
“Nunca se ha pintado esa escena: siempre se plasma el momento en que los enviados entregan las prendas a Cortés”, señala en entrevista el artista de 92 años, uno de los últimos exponentes del movimiento muralista mexicano.
La pieza, de seis paneles de 50 kilos, cada uno elaborado en durok -material ligero y perdurable de concreto con fibra de vidrio-, se exhibirá este año en el Puerto de Veracruz, donde recaló el conquistador el 21 de abril de 1519 con 11 buques, hace medio milenio.
Los presentes que los sacerdotes mexicas obsequiaron entonces al capitán español, por ejemplo una máscara de turquesa, aluden al dios Quetzalcóatl, detalla el muralista.
Si Cortés aceptaba los ornamentos, recuerda, entonces Moctezuma comprobaría que el recién llegado era, en realidad, la deidad mesoamericana: estaba regresando a tomar posesión de su reino tolteca, como había escrito el arqueólogo y antropólogo Alfonso Caso.
Las únicas imágenes que refieren este momento, explica Peredo, pertenecen al antiguo Lienzo de Tlaxcala, donde los sacerdotes también personificaron, con su atuendo, a Quetzalcóatl.
El artista, quien se dio a la tarea de estudiar códices y crónicas históricas e involucró a historiadores en su proyecto pictórico, presenta al conquistador sentado -la silla como un trono-, mientras los emisarios le colocan las referidas prendas y la máscara.
Peredo ha pretendido una representación apegada a la historia, distante de la glorificación en la que incurren los pintores españoles, y lejos también de las satanizaciones.
“A Cortés se le ha representado iconográficamente de una manera falsa; la versión conservadora española es la de un hombre hermoso, barbado, y, según los datos que da Bernal Díaz del Castillo, era lampiño, cetrino el rostro, mentón hundido, los ojos alegres, cazcorvo y chaparrito.
“De manera opuesta, Diego Rivera, en Palacio Nacional, lo pinta feo, con base en la descripción de cronista español”, señala Peredo.
En su obra, el artista ha perpetuado el enfado de Cortés, patente en su puño colérico, cuando aceptó la máscara.
“Estaba aguantándose el coraje. Las crónicas dicen que después de que le entregan los presentes, ordena encadenar a los enviados y hace disparar sus cañones para espantarlos”, relata el creador radicado en Xalapa, donde también arraigó el movimiento muralista con exponentes como Mario Orozco Rivera y el propio Peredo.
Su propuesta, apoyada por el Fonca, implica reconocer ambas culturas que forjaron una nueva identidad, reflexiona el artista, quien de no haberse dedicado a la pintura, dice, sería historiador, o músico.
“Los colores suenan, y cuando una pintura no suena, el color está muerto. En la composición hay ritmo, melodía, que es un dibujo largo: oigo las pinceladas. Creo que la música es la madre de todas las artes”.
Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma / Foto: Saúl Pérez / Agencia Reforma
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