31 julio,2021 5:34 am

René

Héctor Manuel Popoca Boone

 

Con desgarre en mi alma, recuerdo que conocí al joven René Juárez Cisneros durante el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa (1978), cuando tenía yo un año de haber llegado por primera vez a trabajar a Guerrero, junto con Jesús Velarde García (él como delegado federal y yo como jefe de la unidad de Programación y Proyectos), en la acabada de establecer delegación federal de la extinta Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP), cuyo secretario era Carlos Tello Macías.

Tanto Velarde García como yo no éramos guerrerenses de nacimiento (él era de Sonora; yo de la Cdmx). La política del secretario de la SPP era no nombrar como delegados federales en las entidades de la república a profesionistas oriundos de las mismas; con la finalidad de que no se distrajeran de sus responsabilidades técnicas y no usaran de trampolín político a la delegación federal, a los programas y al presupuesto público federal que operaban.

Cierto día, hicieron acto de presencia en mi oficina dos jóvenes, René Juárez Cisneros y Abraham Manrique Abarca, pasantes de economía, deseosos de incorporarse en forma definitiva a la SPP-Guerrero, por el buen nivel técnico que le imprimíamos a nuestro desempeño laboral. “¿En dónde estudiaron ustedes la carrera?” fue la primera pregunta que les hice. Me contestaron que, en Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Guerrero, entonces de reciente creación. “Ah, entonces apenas saben leer y escribir sobre temas económicos”, les exclamé sarcásticamente; llenándolos de estupor y asombro a la vez, sin saber qué responderme. “Pero no se agüiten, les dije. No quiero frustrarlos con una negativa, …tan rápido. Les propongo un trato”.

El pacto era que participarían en un curso intensivo sobre Programación de Inversiones y Evaluación de Proyectos que el extinto Centro Nacional de Capacitación para el Desarrollo (Cecade) impartiría en la ciudad de Toluca; con una duración de seis meses y asistencia de tiempo completo. La SPP-Guerrero, les dije, sufragaría los viáticos para su viaje y estancia en aquella ciudad. Les advertí que de terminar el curso y obtener una calificación final menor a 8.5 ya no sería necesario que se presentaran conmigo otra vez; tan sólo le reconocieran a la SPP la oportunidad brindada para consolidar sus conocimientos en la materia. De obtener una calificación superior, entonces podríamos analizar su incorporación laboral en el área de Promoción de Proyectos que estaba a cargo del buen amigo Mario Montalvo Zaldívar.

Pasados los seis meses que duró el curso, se apersonaron en mi oficina muy orondos y con sus rostros henchidos de gran satisfacción, para informarme que no desertaron del curso; exhibiéndome su constancia de asistencia y sus calificaciones respectivas que, en ambos casos, eran superiores a nueve. René, con el sano atrevimiento que le caracterizaba, me señalaba un lugar del cuarto piso del palacio de gobierno estatal ubicado en el zócalo de Chilpancingo, donde deseaba tener su escritorio de analista. ¡Momento, mi estimado amigo! Le espeté. Yo voy a cumplir mi palabra; pero su residencia de trabajo en los próximos seis meses será la ciudad de Tlapa, en la región de la Montaña. Los jóvenes pasantes volvieron a quedar estupefactos.

El propósito de mandarlos a la Montaña durante ese tiempo, era para que analizaran y evaluaran el potencial de la región, para iniciar un programa de desarrollo apícola en los municipios y comunidades donde fuera factible. Trabajarían con el personal técnico de la residencia regional del Instituto Nacional Indigenista en la elaboración de los proyectos de viabilidad. Sobra decir que realizaron con buen desempeño técnico su cometido, por lo que al medio año se integraron plenamente a trabajar con nosotros en Chilpancingo, donde participaron en la elaboración del Plan Estatal de Desarrollo (1979) y en la atención de las microrregiones donde operaba el otrora Programa de Inversiones para el Desarrollo Rural (Pider).

Al finalizar el mandato gubernamental de Figueroa Figueroa, yo me trasladé a trabajar a Cuernavaca, a la coordinación estatal del Sistema Alimentario Mexicano. No fue sino después de un año que retorné a Chilpancingo a raíz de una invitación a una posada navideña de la SPP-Guerrero, en la que estaba también como invitado especial José Luís Mosqueda Noriega, a la sazón secretario de Planeación y Presupuesto (Seplap) en el gobierno de Don Alejandro Cervantes Delgado (ACD). En ese festejo platiqué extensamente con José Luis sobre los problemas regionales que enfrentaba Guerrero. Finalizado el convivio, me invitó a regresar a Guerrero e incorporarme a su equipo de trabajo, como director general de Programación, para lo cual –me comentó– ya contaba con la venia del gobernador. Acepté.

A la par, Mosqueda aceptó mi propuesta para que René Juárez nos auxiliara como coordinador operativo del Comité de Planeación para el Desarrollo de Guerrero (Copladeg). Poco después, a raíz de que Mosqueda fuera designado candidato del PRI a la Presidencia Municipal de José Azueta (Ixtapa-Zihuatanejo), el gobernador ACD me designa encargado de despacho y luego titular de la Seplap y Coordinador General del Copladeg. Así volvimos a formar una buena dupla de trabajo y amistad con René, en el contexto del desarrollo socioeconómico de las regiones de Guerrero.

A principios del último año de gobierno de ACD, tuve un quebranto de salud, por lo que el gobernador nombró a René como encargado de despacho de ambas unidades institucionales que estaban bajo mi responsabilidad. Recuperada que fue mi salud, retorné a la titularidad para preparar la entrega-recepción formal de la Seplap y el Copladeg, al gobierno entrante de José Francisco Ruiz Massieu, quien designó a René Juárez Cisneros como titular de la Seplap y a Ángel Pérez Palacios como coordinador general del Copladeg. (Continuará la remembranza, si la pandemia, hasta ahora ingobernable, nos lo permite).

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