20 enero,2019 5:57 pm

Repasan historia; visitan Tlatelolco

“Me encanta que todo el mundo cuando hago este paseo con mexicanos la aproximación siempre es de una sensación de respeto, de saber que están en un lugar distinto, no hay vez que no me digan: Tlatelolco está cargado”, explica el antropólogo Ignacio Lanzagorta.
Ciudad de México, 20 de enero de 2019. Hay lapsos en la historia del país en los que Tlatelolco es silente, casi invisible, pero cuando se juntan las circunstancias y el acontecer nacional decide asentarse en la antigua ciudad prehispánica, su huella es permanente.

En su primer recorrido histórico del año organizado a través de redes sociales, el antropólogo Ignacio Lanzagorta llevó a capitalinos y foráneos por puntos icónicos del que fue el proyecto de arquitectura funcional y vivienda social más importante del siglo pasado en la Ciudad de México.
Los asistentes al recorrido perciben algo que hace distinto al conjunto de 100 edificios ideado por el arquitecto funcionalista Mario Pani a finales de la década de 1950: algo que reclama solemnidad y respeto; algo que invoca muerte.
“Tiene que ver con su posición en la Ciudad, al final está en el margen de la Ciudad de México antigua, el simple hecho de estar ubicado a pocos kilómetros del centro y haber funcionado como centro prehispánico, nos generó un punto que sabes es importante”, señala Lanzagorta.
La historia de este antiguo pueblo independiente del imperio mexica exhibe en ocasiones una vocación vicaria de la tanatología nacional: desde su conquista por los mexicas a finales del siglo XV hasta el sismo de 1985.
“Me encanta que todo el mundo cuando hago este paseo con mexicanos la aproximación siempre es de una sensación de respeto, de saber que están en un lugar distinto, no hay vez que no me digan: Tlatelolco está cargado”, explica.
Aunque no todo es muerte y escatología: Tlatelolco es quizás, como explica Lanzagorta, sede del primer esfuerzo universitario del país (y probablemente de América Latina): el Colegio Imperial de Santa Cruz, en la Iglesia y convento de Santiago, orientado a la educación de los indígenas tras la conquista.
No obstante, la tragedia vuelve a salpicar el espacio debajo y entre los bloques de concreto: el sitio de Tlatelolco que terminó con los mexicas; la Decena Trágica que inició como una fuga de la Prisión de Santiago Tlatelolco; la masacre de 1968 y el colapso del edificio Nuevo León.
“Al final las cosas son lo que nosotros significamos que sean, los objetos de una manera reflejan o traen el orden social que los produjo. A medida que nosotros estemos recordando constantemente los eventos aquí, eso le va dando una aproximación distinta”, concede el antropólogo.
Una vez que el grupo cruza el Paseo de la Reforma y el sueño de Mario Pani queda a lo lejos, con réplica del Jardín de San Marcos incluida, se percibe el cambio de las respiraciones de la Ciudad: cuando es hora de separarse, nadie vuelve a meter un pie en Tlatelolco.
El siguiente recorrido con Lanzagorta será el sábado 26 de enero, el destino: La Merced y otros barrios del oriente de la Ciudad de México.
Texto: Víctor Juárez, Agencia Reforma / Foto: cortesía Humberto Aburto