3 marzo,2021 9:27 am

Tres nuevas víctimas relatan intentos de violación del conductor Andrés Roemer

 

Ciudad de México, 3 de marzo de 2021. Una secretaria que organizaba la cita. Un chofer que iba a buscar a la joven a su casa. Un mayordomo que daba la bienvenida y servía una copa de vino. Un entorno que miraba para otro lado cuando la puerta de la habitación se cerraba. Lo que pasaba allí dentro era un secreto a voces que estalló el pasado 15 de febrero con una serie de denuncias por abuso sexual contra el escritor y conductor de televisión Andrés Roemer.

El comunicador, que construyó una carrera sustentada en múltiples premiaciones y el apoyo de amigos poderosos, enfrenta ahora una investigación y una veintena de acusaciones que se remontan hasta tres décadas atrás.

Con relatos similares, las víctimas aseguran haber llegado a la casa engañadas bajo la promesa de una oferta de trabajo. Tres mujeres más se suman ahora a las denuncias y cuentan a El País las agresiones que sufrieron en manos del abanderado cultural de México.

Andrés Roemer (Ciudad de México, 57 años) ocupó cargos como funcionario en cuatro gobiernos, asesoró presidentes y llegó a formar parte de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

En 2007, fundó la Ciudad de las Ideas, el festival de conferencias más importante de México. Esa trayectoria era su mayor ostentación. Pero mientras se le aplaudía en público, por lo bajo se comentaba: si eres una chica joven, mantente alejada.

Una de las víctimas, Marina Magro, lo conoció en 2007, cuando tenía 21 años. Trabajaba en un evento cultural en la Ciudad de México cuando se lo cruzó. “Me preguntó a qué me dedicaba y me dijo que justo estaba buscando una chava como yo para la Ciudad de las Ideas”, cuenta por teléfono.

Magro, que ahora tiene 35 años, le dio su número de contacto y esperó “con ansias” el llamado. Trabajar para el gran festival cultural le hacía ilusión. Dos días después Roemer le invitó a su casa, donde vivía con su pareja. La imponente vivienda del comunicador en la colonia Roma la dejó “apantallada”.

Al entrar, recuerda, pasaron a la terraza donde le esperaba con una botella de vino y caviar. “Empezamos a platicar, me tomé una copa y cuando me sirvió más me di cuenta de que él no tomaba, pero insistía en que yo lo hiciera”, dice Magro, quien actualmente dirige la empresa cultural La Vaca Independiente.

“Era súper adulador, me decía: ‘Me encantas, eres perfecta para este trabajo’”, cuenta.

Su interés por el cine hizo que Roemer la invitara a visitar el sótano, donde tenía su propia sala cinematográfica montada, y a una biblioteca llena de libros sobre el séptimo arte. Según recuerda Magro, mientras ella registraba la biblioteca, el escritor comenzó a hablarle de lo mucho que le gustaba bañarse en una tina, con vino, un libro y unos masajes.

“En eso dejó de hablar y yo escuché un jaleo. Me di vuelta y estaba detrás de mí, con el pantalón desabrochado y masturbándose”. La mujer se defendió gritándole, pegándole y aventando cosas a la puerta para poder abrirla.

“Me puse muy loca, hasta le rompí los lentes”, relata, “creía que me iba a violar, no encontraba otra explicación lógica a lo que veía”.

Años después del episodio, Magro charlaba con una amiga cuando se dio cuenta de que ambas habían vivido situaciones similares con el mismo hombre. “Era su mecanismo: nos había invitado a su casa por una supuesta entrevista de trabajo y nos hizo lo mismo”, relata Jenny –nombre ficticio–. Esta mujer, que prefiere mantener el anonimato por miedo, lo conoció a través de amigos en común cuando tenía 26 años y estudiaba historia del arte.

En su caso, cuenta, Roemer se le echó encima y la manoseó en el sótano. “Yo estaba sentada en el brazo del sillón y se me empezó a insinuar, se me acercó y sentí su pene erecto en mis muslos: me quedé paralizada”, recuerda. “Se me vino encima a los besos hasta que me caí en el sillón, empecé como demente a quitármelo y me salí corriendo”.

El miedo a dar su nombre se debe al temor de que las denuncias acaben en la nada. Las terroríficas cifras de la justicia mexicana registran que solo el 1 por ciento de los delitos en el país son castigados.

Una historia parecida vivió J. C., una mujer de 39 años que sólo quiere dar sus iniciales, también por miedo. A ella el comunicador le sacó una cita en 2006 bajo la promesa de mover sus contactos dentro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para ayudarla a hacer una maestría.

Por aquel entonces J. C. tenía 24 años y era becaria de TV Azteca, donde Roemer trabaja como conductor.

Quedaron en verse en un restaurante, pero él canceló y le pidió que fuera a la casa. Una vez dentro de la biblioteca, él puso un libro sobre el regazo de la joven y por debajo deslizó una mano entre sus piernas, cuenta la mujer.

Le sacó los lentes, le soltó el pelo, le quitó el saco y se le abalanzó. “Se quitó los pantalones y se me puso encima. Me dije: ¿por qué está este señor encima de mí?”, recuerda. “Lo aventé y salí corriendo”.

Los testimonios de estas mujeres se suman ahora a otros tres que han dado la bailarina Itzel Schnaas, la periodista Monserrat Ortiz y la comunicadora Talia Margolis. Además de una veintena que lo ha hecho de manera anónima por las redes sociales.

Texto: Redacción

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