11 mayo,2023 9:17 am

El arte cambia a las personas, pero eso puede ser peligroso para el gobierno, afirma Alfaro

En entrevista en vísperas de su exposición en la UNAM, el escultor afincado en Acapulco considera que el gobierno federal no ha ejercido una censura a los creadores, algo que sí ocurre en los estados. Su trabajo tiene que ver con “las luchas de las comunidades, los desplazados, los asesinatos impunes, las desapariciones forzadas, las mujeres vendidas por su padre o por el crimen organizado en un asqueroso negocio altamente lucrativo”, resalta

Acapulco, Guerrero, 11 de mayo de 2023. Son las 12 del día y enmedio de una sensación térmica de más de 30 grados, el escultor Jorge Alfaro hace un alto a una larga y ajetreada sesión de trabajo que inició horas antes, incluso de que amaneciera: debe entregar una serie de piezas para una nueva exposición. Ésta, la más importante, su primera individual en la Ciudad de México.

Se asoma al balcón de su estudio ubicado en la colonia La Mira, y teniendo vista al mar, sólo suspira y atina a decir en medio del sudor: a ver hasta donde llego.

Es jueves, apenas unos cuantos días antes de la fecha de entrega, y las fachadas de casi todos los restaurantes sobre la Costera anuncian las infinitas variedades de pozole que puede haber así como los espectáculos que ofrecen. En La Mira, las casas, muchas a medio construir, pelean por precisamente ese pedacito de vista al mar que las refresque un poco aunque a ellas no llegue el agua, el drenaje, la calle.

Pareciera un día de canícula y tras de que Alfaro, que se define como un sujeto asocial –que no antisocial–, nos abre la puerta, surcamos los vericuetos de su estudio, esquivamos desniveles, materiales, mascotas, para platicar con él.

Nacido en la Ciudad de México hace cincuenta y nueve años, ha vivido en la colonia desde los tres, aunque lo dejó por tiempos para estudiar en la ciudad de México, en Taxco y hasta en Europa, donde a la vieja escuela estuvo de mochilero por un rato, de vago, como él mismo dice.

No obstante, acepta que si bien lo suyo no ha sido la disciplina o la constancia nunca ha dejado de trabajar la escultura, “siempre he buscado ratos en los que pueda experimentar con el arte”, asegura, porque la diversidad y lo ecléctico son algunas de las características de Jorge Alfaro cuyo trabajo –mucho desperdigado por todo Acapulco– ronda temas que van desde el miedo a la libertad, los conflictos personales y, por supuesto, la violencia.

Muestra de ello, su obra El Sur, un trabajo hecho en mármol tallado y que recrea la edición de El Sur del 27 de septiembre de 2014, cuando se perpetró la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.

Estudiar arte, acepta, “ya era parte de la historia familiar, hay muchos artistas en ella; mi papá pintaba, dibujaba, tocaba el piano, mi abuela materna escribía y una tía también pintaba así que era casi inevitable”.

Y sin más, nos muestra un adelanto de Des-armar, Desechar, Re-sanar. Ensayos para trasmutar el dolor, que anunciada por este diario hace semanas, inaugurará este viernes 12 en el Palacio de la Autonomía de la Ciudad de México, dentro de las actividades del Festival de Arte y Ciencia El Aleph, que organiza la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Armas reales, tales como bombas desactivadas o pedazos de fusiles, y otras obras talladas en piedra –entre ellas El Sur– son parte de esta exposición que busca mostrar su interpretación de la sociedad violenta en la que vivimos y en la que las autoridades no están respondiendo.

Una sociedad, lamenta el escultor en tono pausado, a veces triste y sin modular la voz, en la que las víctimas, los deudos, los sobrevivientes, intentan continuar.

Luego de una pausa y el silencio del lugar al que ya le llega un poco de aire desde el mar argumenta: “normalmente se dice que al arte no cambia nada porque a lo mejor lo que yo haga lo van a ver 300, 500 personas en una exposición en un centro cultural, pero la esperanza está en que esa gente poco a poco vaya contaminando a otra, por decir algo, de esta visión, mi visión sobre ciertas cosas, y eso es lo que lo hace trascender”.

Alfaro muestra un par de piezas en especial y presume que fueron intervenidas por el Colectivo Memoria, Verdad y Justicia, que agrupa, principalmente, a familiares de desaparecidos por la violencia en Acapulco.

Luego de ello, acepta que como creador va cambiando, lo mismo al trabajar que al dar entrevistas y opinar públicamente de estos temas pero confirmando lo que muchos sabemos: “el arte se tarda mucho en penetrar por lo que no es redituable a los gobiernos a pesar de ser útil a la sociedad.

“Sí, creo firmemente que el arte cambia a las personas que se acercan a él influyendo después en los demás pero si el gobierno siente que le va a afectar hasta te pone el pie encima”.

De hecho, recordó que a finales de 2012 su escultura Homo petus, exhibida en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, en el Estado de México, fue de alguna manera censurada.

La pieza, un gran ser de abdomen prominente elaborado con botellas de pet que miraba en una televisión una telenovela de la actriz Angélica Rivera, la esposa del entonces presidente Enrique Peña Nieto, detalle que fue cambiado por estática en el aparato.

Ahora, a la distancia, el escultor expresó que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido mucho cuidado de no meterse a nivel de censura, pero que esto, la censura, sigue ocurriendo a nivel de los estados donde señaló, la figura presidencial no ha tenido la fuerza suficiente para permear.

Es más, cuestionó que en el estado no haya muchos cambios a pesar del cambio de partido en el poder, “si bien me gusta el regreso del PECDA (Programa de Estímulos a la Creación Artística) en Guerrero no se ve mucha actividad; no han abierto programas más allá de los 20 o 25 beneficiaros de ese programa del que debería haber 10 o más.

“Libros sin publicar, premios que no se entregan, el cierre de proyectos como el de Serafín Aponte de danza contemporánea… Además, no hay premios para artes plásticas, por ejemplo, ni de muchas otras disciplinas y todo eso es deplorable, junto con lo que está pasando con la Orquesta Filarmónica (de Acapulco)”.

A pesar y en medio de todo ello, quien actualmente da clases en la Escuela de Iniciación Artística de Acapulco G65 celebra la posibilidad de ser tomado en cuenta –y en serio– por una institución como la UNAM, que entiende cosas como el arte contemporáneo, y sabedor de sus dificultades para promover su propia obra a pesar de su trayectoria, comenta: “prefiero decir que no me la creo a pensar en que este wey ya la hizo; siempre me pongo un pasito atrás que me permite seguir aprendiendo”, y añade que está enamorado del arte contemporáneo “a pesar de todos los detractores que pueda tener”, puntualizando que el rigor en el arte contemporáneo puede estar en encontrar los símbolos y los significados que proceden de los íconos que están en nuestro cotidiano.

Además, “a lo largo de la historia de la humanidad se han hecho millones de obras de arte y cuántas están en los museos, pues unas cuantas; actualmente, mucho de lo que se está haciendo va a pasar al olvido pero siempre habrá algo que en el futuro, dentro de treinta, cuarenta años, estará ahí”.

Tras una breve sesión de fotos añade: “en mi caso, veo mi camino por delante como siempre, incierto, sin embargo sí hay algunas certezas que me permiten sentir alguna confianza en que ese camino me puede llevar a algo; hoy para mí el arte no puede separarse de los conflictos humanos y sociales, me importa y me ocupo en mi trabajo del devenir de la sociedad, me importan las luchas de las comunidades, los desplazados, los asesinatos impunes, las desapariciones forzadas, las mujeres vendidas por su padre o por el crimen organizado en un asqueroso negocio altamente lucrativo, y en general la impunidad en dimensiones escandalosas.

“El poder absoluto de los corporativos, los medios masivos y su capacidad manipuladora, el narco y el gobierno solapador o cómplice me parecen insoslayables y deben ser tomados en cuenta a la hora de crear algo con pretensiones de trascendencia”.

En consecuencia, “ya no creo ni mínimamente en una obra que sirva para decorar; si se hace por dinero, lo cual es válido, sólo hay que saberlo y separarlo, pero la obra con corazón, para mí, ya no se puede separar del interés de la mayoría, de la comunidad”.

Y remata: “tomar en cuenta las prioridades del mundo actual, me hace actual, no hacerlo, me hace anacrónico. Por ahí voy, a ver hasta dónde llego”.

Texto: Óscar Ricardo Muñoz Cano

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