24 enero,2023 4:32 am

Hay un intento por borrar al Ejército del caso Mondragón, denuncia la familia

Antes de matarlo, a Julio César le rompieron 40 huesos, le mutilaron un ojo y le desprendieron la piel del rostro. La Covaj, que omitió en su informe evidencia relacionada con el Campo Militar 1 y el Cisen, considera suficientes dos declaraciones que no son de testigos presenciales pero mencionan “la personalidad violenta” de El Choky, para señalarlo como único homicida. “Le están quitando la responsabilidad al Estado. Ya sólo la están vinculando a un sicario”, alerta un hermano del normalista

Iván Ortiz y Fernando González* Corriente Alterna, Especial para El Sur

Ciudad de México, 24 de enero de 2023. A veces Melissa pregunta por su padre. Han pasado casi ocho años y medio desde la tortura y asesinato de Julio César Mondragón Fontes, de 22 años, la noche del 26 de septiembre de 2014 durante la cual también fueron desaparecidos otros 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.

Melissa tenía apenas dos meses de nacida. Su madre, Marisa Mendoza, es maestra rural en Tlaxcala. En las noches, al regresar del trabajo, ayuda a su hija con la tarea. Le preocupa la salud mental de la niña y cómo llegará a afectarle el crimen cometido contra su padre.

Desde agosto de 2022, Marisa ha solicitado a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) atención psicológica para la hija que tuvo con el normalista. Quedaron de darle una solución en menos de una semana pero al cierre de esta edición aún sigue esperando una respuesta.

En el sexenio pasado, la CEAV les proporcionó este servicio siete meses, que luego desapareció sin explicaciones de por medio. Frente al olvido y negligencia gubernamental en torno al crimen, el caso avanza a cuentagotas y sólo por la persistencia de la familia.

Su última denuncia es que el informe de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa (Covaj), presentado el 18 de agosto de 2022, evita tocar ciertos detalles de lo ocurrido a Julio César. En ninguna página se menciona, por ejemplo, que el celular del estudiante continuó activo meses después de “la noche de Iguala”, además de que mantuvo comunicaciones con personas dentro del Campo Militar número 1 y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).

Los familiares denuncian que existe un intento por no involucrar a miembros del Ejército y a otros agentes –policías municipales, por ejemplo– en el asesinato de Mondragón, a quien torturaron en vida: le rompieron 40 huesos, le mutilaron un ojo y le desprendieron la piel del rostro. La foto de su cadáver, encontrado en un camino de terracería el 27 de septiembre de 2014 marcó el inicio del terror que se conocería como el caso Ayotzinapa.

“No solamente torturaron a Julio César, torturaron a toda la familia, hay tortura psicológica que el Estado sigue haciendo”, afirma en entrevista Cuitláhuac Mondragón, profesor y tío del estudiante.

El desarrollo turbulento de la investigación judicial los ha llevado a un estado de ansiedad constante. Con el tiempo, lamentan, el caso fue perdiendo reflectores de la prensa, así como el acompañamiento de colectivos de derechos humanos y el apoyo gubernamental.

Hoy la familia Mondragón, de tradición normalista, resiste sola el desgaste emocional y el efecto postraumático de aquellos días. Cuitláhuac cuenta que, para proteger su salud mental, la madre de Julio César, Afrodita, ha decidido no dar más entrevistas. “A ella se le desarrolló ansiedad generalizada. Si le empiezas a dar detalles sobre la imagen (del cuerpo del joven con el rostro desollado) se tapa los oídos. Está muy afectada”.

Insistir en el caso a contracorriente

En un principio, la investigación del homicidio de Julio César se llevó en el fuero local de Guerrero. Se abrieron tres expedientes distintos para abordar el mismo crimen.

La primera autopsia concluyó que la fauna local había devorado piel y ojos del estudiante después de su muerte. Por ello, el caso se clasificó como un homicidio calificado, sin reconocer la tortura.

Inconformes con la conclusión, los Mondragón recaudaron casi 118 mil pesos durante un año para trámites y traslados. En 2016 lograron demostrar la tortura a Julio César con un segundo dictamen pericial elaborado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y la hoy desaparecida Procuraduría General de la República (PGR). Pese a ello, el delito de tortura no fue reconocido ese año. A la fecha, la familia desconoce si el caso sigue tipificado solamente como homicidio calificado, ya que no han podido acceder a los expedientes.

Fue hasta 2018 que el caso pasó al fuero federal, como la familia exigía. Pero el expediente fue enviado al Juzgado Primero de Distrito de Procesos Penales Federales en Matamoros, Tamaulipas. La mayoría de los Mondragón vive en el Estado de México, lo cual les dificultó aún más la situación: ellos no pueden pagar los traslados, tampoco un abogado que le dé seguimiento al caso.

La pareja de Julio César y madre de su hija Melissa, Marisa Mendoza, fue representada por Sayuri Herrera Román hasta marzo de 2020, cuando la abogada asumió un cargo público en la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México. Después le asignaron un defensor de oficio en Tamaulipas. Ni siquiera lo conoce. No puede costear el viaje ni permitirse desatender a su hija.

Crimen de un solo hombre, según la Covaj

Entre 2015 y 2017, Alejandro Encinas Rodríguez, entonces senador independiente y ahora subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, ayudó económicamente a los Mondragón para contar con representación legal. Aunque después dejó de brindar ese apoyo, cuando los Mondragón se enteraron, a fines de 2018, de que Encinas estaría al frente de la Comverdad para el caso Ayotzinapa, sus expectativas crecieron.

Pero el Informe de la Presidencia de la Comisión de la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa, que ha sustituido oficialmente la “verdad histórica” construida durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, dejó de lado datos importantes sobre el asesinato de Julio César Mondragón.

El documento presenta una nueva versión de los hechos e información sobre el celular robado al normalista con base en la “sábana de llamadas”. Sin embargo, omite las comunicaciones con personas dentro del Campo Militar número 1 y en el Cisen. En cambio, apunta a un solo posible responsable del asesinato de Mondragón: Eduardo N., El Choky.

–Le están quitando la responsabilidad al Estado. Ya sólo la están vinculando a un sicario – explica Lenin Mondragón, hermano de Julio César.

Esta versión se basa en una serie de capturas de pantalla de supuestas conversaciones vía WhatsApp entre miembros de Guerreros Unidos. Pero a finales de octubre pasado, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) concluyó que no era posible confirmar la autenticidad de esas imágenes, lo cual impide que puedan considerarse como pruebas en un proceso judicial.

De las 467 capturas de pantalla analizadas, el GIEI identificó in-consistencias en 181. A la fecha no se sabe cuántas de esas conver-saciones tocan el caso Mondragón.

Félix Santana, secretario técnico de la Covaj, reconoce en entrevista que muchas de estas capturas no pueden judicializarse como evidencia. No obstante, asegura que eso no significa que todo el trabajo de la Comisión para esclarecer el caso Ayotzinapa carezca de sustento.

–El 10 por ciento de la investigación está configurada por estas capturas de pantalla –argumenta Santana en entrevista–. El 90 por ciento restante son declaraciones, testimonios, información de la Sedena, informes específicos de la FGR.

Esto no sucede con el caso Mondragón. Al preguntar si la Covaj posee otros elementos para sostener la hipótesis de que Julio César fue asesinado por un solo hombre, Santana dice que la Covaj también cuenta con dos declaraciones ministeriales que mencionan la personalidad violenta de Eduardo N. “Si bien no estuvieron durante la agresión a Julio César –admite–, conocen la naturaleza de El Choky”.

La familia Mondragón no duda en expresar su decepción. Lenin advierte que el informe de la Covaj, más que ofrecer una versión de los hechos, adelanta una conclusión: “Están dando un veredicto de que sólo se tendría que sancionar a una sola persona, cuando nuestra exigencia es que caigan todos los actores materiales e intelectuales”.

Los ojos y el rostro de Julio César

El panorama es incierto. La familia de Julio César está convencida de que la pista del celular robado podría aportar información fundamental, aunque al día de hoy ni el aparato ni el chip han sido localizados y las comunicaciones más sospechosas han sido omitidas de la nueva versión oficial.

Incapacitados para darle un seguimiento al proceso judicial, sus familiares han emprendido una investigación para averiguar qué pasó realmente con Julio César. Su más reciente investigación es sobre la posible participación de más infiltrados del Ejército en la Normal Rural de Ayotzinapa. En esta búsqueda les acompaña el periodista Miguel Ángel Alvarado.

“De pronto (los familiares) se lanzan a todo y eso es muy peligroso, pero tienen razón –reconoce Alvarado–. Ellos dicen: ‘Bueno, si no atendemos esto, probablemente estemos dejando pasar algún tipo de pista’”.

Diana del Ángel, autora del libro Procesos de la noche (Almadía, 2017), que también documentó el caso, coincide con Alvarado: “Hay familiares que prefieren no ver ciertas fotos o no estar presentes en determinados procesos porque les lastima. Pero la familia de Julio no. Por el contrario, siempre han querido saber la verdad”.

Han pasado ocho años y a los Mondragón aún se les dificulta evocar el recuerdo del estudiante sin toparse con aquella fotografía que dio la vuelta al mundo, la del rostro sin piel, sin ojos. Les cuesta evitar que esa imagen aparezca en su mente. Por eso insisten en reconstruir una memoria distinta: la del estudiante cariñoso y crítico que no tenía reparo en decir lo que sentía o en denunciar injusticias. Eso lo llevó a ser expulsado de dos normales antes de Ayotzinapa.

–Nos preocupaba que era muy sobrado –acepta Lenin al referirse al carácter orgulloso de su hermano–. Aun así, no desistió en su sueño de convertirse en maestro y seguir los pasos de su familia.

Hoy los Mondragón buscan reconstruir, al menos simbólicamente, lo que al normalista le fue arrebatado la noche del 26 de septiembre de 2014. Por eso se agrupan bajo el colectivo Somos los Ojos y el Rostro de Julio César Mondragón Fontes.

“Lo que nos toca a nosotros como familiares es seguirlo recordando y luchar para que esto se esclarezca. Porque Julio César está presente, su caso está presente”, dice Marisa Mendoza, quien procura, por ejemplo, no dejar de hablar con Melissa acerca de él. “Ella se pone muy contenta de que no nos olvidamos de su papá. En ocasiones, lo dibuja y se imagina la familia completa de papá, mamá, ella y una hermanita; sabe que su papá nos protege desde el cielo”.

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