Es la impunidad el aliento de las conductas delictivas, señala el arzobispo de Acapulco

Daniel Velázquez

El arzobispo Leopoldo González González señaló que la impunidad es lo que alienta las conductas delictivas, pues quienes cometen esos actos esperan que no haya fuerzas de seguridad en el entorno inmediato y saben que no serán sancionados.
En su mensaje de este domingo el arzobispo convocó a los católicos a que la Semana de Pascua y en particular el Viernes de Dolores, en el que se conmemora el día de nuestra señora de La Soledad, sea motivo de reflexión sobre el impacto de la violencia, el rostro con lágrimas de la imagen es el mismo que puede verse en el prójimo, y puso como ejemplo los homicidios, el desplazamiento forzado y la extorsión.
También insistió en que mientras haya impunidad seguirán ocurriendo hechos violentos. “La impunidad disminuye mucho la seguridad, que la presencia de militares y policías puedan dar. Es imposible que nos vigilen a cada uno de los ciudadanos y que estén en cada rincón de los pueblos, ciudades, campos, carreteras… Si quien comete estos crímenes y delitos mira que lo más probable es que su delito quede impune, basta que vigile que policías y militares no lo vean al realizarlo, aunque estén ahí cerca”.
“Es necesario que quien cometió tales crímenes y delitos sea puesto, conforme a derecho, en condiciones de no poder seguir cometiéndolos, de recapacitar y reorientar su conducta, y de alguna manera resarcir el daño hecho a las víctimas”.
A manera de reflexión, monseñor dijo que el rostro de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, con lágrimas en sus mejillas es el mismo que se aprecia en las familias que sufren la pérdida de un familiar que ha sido ejecutado. “Aunque por desgracia los asesinatos y ejecuciones estén siendo cosa casi diaria, no nos acostumbremos a ello. Nos duela e indigne el crimen que sufrieron estos hermanos nuestros. Al mirar la noticia, siempre pidamos por su eterno descanso y, si podemos, expresemos nuestra cercanía a su familia, en la escucha, en el dolor que compartimos con ellos, en una palabra de consuelo y esperanza”.
“El rostro de aquellas familias que han tenido que dejar sus comunidades o están a punto de hacerlo, por la desprotección en que se miran ante las amenazas de grupos criminales. Para regresar a sus hogares, para permanecer en ellos, necesitan condiciones fiables de seguridad. No es posible vivir con la zozobra de la cercanía de un peligro al ir a sembrar o a cosechar, al llevar las vacas a pastar, al ir a comprar… Junto con las condiciones fiables de seguridad es necesario que, primero, tengan las condiciones básicas para subsistir y luego, la posibilidad de conseguir con su trabajo lo necesario para vivir dignamente. No es posible volver o permanecer si desvalijaron la tienda del poblado, si se robaron hasta la despensa”.
“El rostro de tantas familias extorsionadas: el cobro de cuota o de piso, el ‘impuesto’ que exigen algunos grupos criminales por caja de mango o en la compra de algunos productos de abarrote o de subsistencia diaria o de materiales de construcción… son una grave sangría a la economía familiar, dejan un doloroso sentimiento de impotencia y de enojo en las personas que lo sufren y hacen muy frágil el sentimiento de seguridad en la sociedad”.