No es un camino para que transiten personas, dicen los manifestantes

 Hay una banda de música acompañándolos. De vez en cuando desempolvan sus instrumentos y los hacen sonar para su gente, entre carteles que aluden tanto al Poder Ejecutivo federal como al estatal y en los que se leen distintas leyendas: “basta de engaños”, “la Montaña en lucha”, “qué viva la Montaña”, “unidos ganaremos”, entre otras no menos firmes.

Ortiz Montealegre prosigue y menciona la necesidad de que “los comisarios y el Comité tengan presencia y una activa participación” en la pavimentación para evitar “que se despilfarren los recursos”. Pero también “para que se haga una buena obra. No queremos que pase lo que está pasando en la carretera Tlapa-Marquelia. Todos sabemos que se ha inaugurado dos o tres veces por los presidentes de la República, y más tardan en terminar que ya están los baches nuevamente. Queremos que haya calidad, que se cumplan los procedimientos técnicos”.

Un promotor de Derechos Humanos de la comunidad de Atzompa, municipio de Metlatónoc, Félix Rivera Chávez, sintetiza en tres palabras lo que es vivir del otro lado del camino de terracería: “sufrimos el camino”, dice. Y un habitante de la comunidad de Francisco Madero, también de Metlatónoc, refuerza el sentido de esa frase cuando cuenta que “ha habido muchos accidentes” y que “como está el camino ahorita, no es para que transiten personas, sobre todo las señoras que traen niños o que están enfermas, que tienen que viajar durante cuatro horas en temporada seca” para llegar al hospital más cercano, el de Tlapa. O muchas más horas si es época de lluvias, las cuales vuelven aún más crueles las distancias y la falta de obras públicas para los indígenas.

Por otra parte, este mismo hombre destaca que es “lógico” que deseen “tener una carretera digna” porque con frecuencia deben venir a Tlapa a comercializar sus productos, por lo cual les urgen “mejores vías de comunicación”. Asimismo, todo tipo de abarrotes en Metlatónoc

cuesta el doble que en Tlapa debido a que “el camino está feísimo”. Quienes se perjudican con esto estiman que si la carretera estuviera en condiciones, los precios de los productos básicos serían más baratos.

Sánchez Barrios, se ve agotado, con ganas de dejar el micrófono y sentarse

 

 –Ta’ cabrón ¿Se le entiende, verdad?

–Más o menos.

En silencio –después de la bulla en su recepción– unos 300 simpatizantes escuchan a Carlos Sánchez Barrios, precandidato desde hace un mes a gobernador del estado. Frente a ellos, Sánchez Barrios, como con más carrera en la administración pública que en política-política, se esfuerza por hacerse entender.

Por el breve mitin se cerró la calle Galeana, en el centro de Acapulco, y parcialmente la 5 de Mayo. El maestro de ceremonias, el ex delegado de la Procuraduría Agraria, Joaquín Andrade, advierte que el de la tarde de ayer no es un mitin de precampaña, que es apenas el acto de apertura de la Casa de Campaña, una pequeña oficina cedida por el abogado Fidel Lagarza. E insiste: Sánchez Barrios será quien ocupe Casa Guerrero.

El diputado local con permiso, quien por un accidente abandonó la Presidencia de la Comisión de Gobierno, y la punta de los precandidatos priístas al gobierno del estado, se esfuerza por regresar. Ahí se ve con él a líderes como Luz María Aguilar, como Margarito Larrumbe y Migdalia Soberanis. Dentro, en las oficinas, reaparecerían desactualizados dirigentes opositores como Guadalupe Fuentes, José Luis Iglesias y Jorge Way.

Hasta hace ocho meses, antes de su accidente, Sánchez Barrios era la carta, el delfín del gobernador René Juárez en la liza priísta por la candidatura. Esto, cuando al cierre de su sexenio el gobernador descubre tener un equipo político minimizado. Con él al final de su mandato sólo llegaban Sánchez Barrios y el secretario de Educación, Daniel Pano. A los lados, en las secretarías, sólo aliados, impredecibles, de los cuales puede esperar lo mismo lealtad que una puñalada.

En el camino se le quedaron el ex titular de Educación, Miguel Mayrén, aún tocado por la derrota en su búsqueda de la candidatura priísta a la alcaldía de Acapulco, y luego también como candidato a diputado local. Otros, como Juan Farill, su secretario de Obras Públicas, decidió quedarse en la comodidad de la empresa pública. Uno más, el ex contralor Juan Manuel Armenta, fue asesinado hace tres años.

Entre los asistentes se ven ganas de creer que tienen un candidato, la carta del gobernador, la cual precisamente esta semana parece haber sacrificado. Una carta sin antecedentes de político-político, que creció a la sombra y tras René Juárez desde que éste comenzó hace 25 años su carrera administrativa en la Secretaría de Planeación del gobierno del estado, subiendo casi todos los escalafones hasta ocupar la titularidad y de ahí pasar en 1989 al ayuntamiento de Acapulco. Y Sánchez Barrios con él.

Después René es diputado federal, presidente del PRI y de nuevo secretario de Planeación, y Carlos con él, aunque por un tiempo fue promovido por René a alcalde de Zumpango del Río.

Por eso el contraste: Sánchez Barrios no fue hombre de mítines ni de discursos; no se adiestró en las asambleas ni en las convenciones priístas. No tiene el fogueo de las campañas. Su trabajo fue otro, dicen, el de los amarres en corto, el puente de Juárez Cisneros con los mismos de su partido. Aún en el Congreso local, al llegar como diputado plurinominal, se le atribuye el “convencimiento” a los diputados del PAN, de Convergencia, el del PT y el del PRS, para que lo votaran como presidente de la Comisión de Gobierno y abandonaran la nueva mayoría opositora, negociación en la que se dice, hubo prebendas para éstos. La negociación también se atribuye a Rene Juárez.

Por eso cuesta trabajo asumirlo ahora como candidato, sobre todo cuando libra una lid interna por su recuperación. Arriba, hablando de su programa de gobierno, de sus proyectos de apoyo a la educación y a la salud, de pronto se detiene, “carbura” las ideas y de pronto como que se le ve agotado, con ganas de dejar el micrófono y sentarse y descansar. Pero tras él los aplausos, las porras de sus impulsores, no cesan.

Cuando el destape millonario de las taparroscas de Pepsi es un fraude

* El caso de un indígena estafado por una empresa poderosa

 Tlachinollan * Félix Galena Neri es un indígena tlapaneco de 51 años. Tiene seis hijos y vive en la comunidad de Tilapa, municipio de Malinaltepec. De ahí partió, la madrugada del miércoles 18 de febrero, rumbo a Acapulco. En el bolsillo de la camisa llevaba una ilusión con forma de taparrosca de Pepsi. Días atrás, al destapar una botella de esa bebida de cola, le había tocado el premio mayor de la promoción destape millonario: un millón de pesos.

Antes del mediodía llegó a la planta embotelladora de dicha empresa en Acapulco. Allá por el rumbo de Puerto Marqués. Su sorpresa fue grande cuando, sin siquiera permitirle el ingreso al establecimiento, los empleados encargados de la seguridad del lugar, sin el menor tacto, le informaron que su taparrosca era falsa. Rechazaron su pedido de entrevistarse con la persona encargada de recibir a los poseedores de taparroscas ganadoras y, en un intento de convencerlo, le mostraron una taparrosca que, según ellos, era auténtica.

Además de los policías, en la entrada de la embotelladora se encontraba un supuesto vendedor de libros, que abordaba a los clientes que llegaban a reclamar sus premios y trataba de desanimarlos afirmando, él también, que esas taparroscas no eran legítimas.

En la misma situación que Félix Galena Neri, estaban cinco personas más. Tres de ellas ostentaban taparroscas ganadoras con valor de un millón de pesos; las 2 restantes, de menor cantidad. Luego de esperar y de mantenerse firmes en su decisión de exigir ser atendidos por personal competente, lograron que un empleado de la embotelladora, Hugo Palacios, se acercara a la puerta para notificarles que los recibiría, pero de uno en uno.

Una vez reunido con Palacios, Galeana Neri escuchó por tercera vez, en lo que iba de esa mañana, que su taparrosca era hechiza. Para hacerlo desistir de su exigencia de recibir el premio, otra vez le mostraron una taparrosca verdadera. Nuevamente era una con la inscripción paupérrima del premio menor de dos pesos. Igual a la que habían usado en la puerta para que se le fueran las ganas de entrar a reclamar. Lo novedoso del argumento de este empleado fue que incluyó una alusión a los “vivos que están falseando” los productos de Pepsi. Además de una justificación basada en el hecho de que, según él, no es tan difícil tomar los envases vacíos de esta marca de refresco, llenarlos con la bebida y ponerles una taparrosca alterada.

Si esto fuese posible, ¿entonces qué confianza se puede tener en el control de calidad de la bebida Pepsi Cola? ¿qué garantías tienen los clientes de que el refresco que consumen es el que creen y no uno cualquiera, puesto en una botella vacía que ya fue usada con anterioridad? ¿cómo pueden estar plenamente seguros de que el envase de Pepsi que están abriendo para darle de beber a sus hijos no fue antes abierto y alterado por uno de esos vivos que andan por ahí?

Palacios también le comentó a Neri que la empresa ya está difundiendo a nivel nacional un comercial televisivo en el que le avisan al público de estas taparroscas falsas, el cual le aconsejó que viera. Esos fueron todos los argumentos que recibió Galeana Neri, en lugar del millón de pesos que presume su taparrosca gris, obtenida de una botella de Pepsi comprada en la tienda de abarrotes de su pequeña comunidad tlapaneca, lugar en donde no hay posibilidades de falsificar taparroscas por el simple hecho de que no se encuentran allí los materiales necesarios para tal fin.

A la salida del edificio, un vecino del lugar le dijo a Galeana Neri que tuvo suerte, porque a la mayoría de los dueños de taparroscas los policías ni siquiera los dejan ingresar a entrevistarse con el funcionario competente (por llamarlo de algún modo) en el tema.

La excursión a la ciudad playera fue un fracaso. Galeana Neri, que es miembro del Comité de Enlace de la Policía Comunitaria de Laguna Tres Marías de Malinatepec, regresó a su comunidad con las manos vacías. El “Atrévete a más” no funcionó para este indígena tlapaneco que gastó 800 pesos en un viaje que no le redituó nada.

Sin almorzar, con el calor a cuestas y con la tristeza de sentirse estafado por alguien más grande, más rico y más poderoso que él buscó el camión urbano que lo llevara a Las Cruces, para volver a su casa a contarle a su familia, amigos y comunidad que no le dieron ni un peso. Mientras tanto, esta empresa transnacional probablemente continuará celebrando sus altas ventas en este país, aprovechándose de las ilusiones colectivas y de la necesidad de su gente.

La plana mayor del ayuntamiento, en el regreso de las peleas de box

* El Boris, lejos de los campeones de antes

* Va el alcalde López Rosas con el medallista olímpico Bernardo Segura, a quien el anunciante presenta como “el corredor”

Aurelio Peláez * ¡Pelearán…¡ Después de dos años de sequía, por fin el box. Arriba no importa quién camina, quién se desplaza sobre el entarimado del ring. Abajo lo que importa es el reencuentro, el de los que se emocionan mirando cómo se desplazan los guantes creando una armonía del arte de golpear y de evadirse de los golpes. Aunque el reencuentro haya sido más de ganas que de buen box, con decisiones localistas y las mismas trampas de siempre. Lo que importa son las ganas de ver y de emocionarse: “El box es una terapia, nos quita el estrés, nos quita todo; luego del box salimos como del confesionario, bien limpiecitos”, nos receta don Armando García, el anunciador, ahora el Señor y un don nadie quizá debajo de la duela.

–¡Mamacita!

–¡Fiu fiu! –se les silba a las edecanes.

El Boris es el único ídolo en los últimos cuatro años que tiene el box porteño. El primero y el único. Es un peso gallo que agarró muchas mañas en estos dos años que no lo vimos, en los que por falta de arena local tuvo que andar recorriendo el país, buscando lana y rivales. O al revés. Los de abajo tenemos ganas de creer en él, tras años de sequía de no tener un porteño en los primeros lugares de la cartelera. El antepenúltimo fue el Negro Avendaño. Más atrás Marcos Villasana, el siempre antesalista de los campeonatos mundiales, y mucho antes Alberto El Costeñito Morales y Erubey El Chango Carmona (de paso, también el Changuito, de Puerto Marqués).

El Boris (Julio César Avila), es fuerte y rápido. Ahora muy mañosón y ducho en el golpeo en corto. Va en la pelea principal contra el chilango –así le gritan– Juan García. Abajo se le apoya más con ganas de que los empresarios que apostaron algo de lana a este evento no se desanimen y sigan abriendo la cartera, aunque sea para pagar salarios de 200 a 500 pesos a los de las peleas menores, con todo y que queden medio tarolas después.

“¡Pelearán cuatro rounds!”. El presidente municipal Alberto López Rosas entra al escenario –Centro Social de los Electricistas– a la tercera pelea de los teloneros. La neta, nadie lo recuerda haber visto antes en una función de box. Se le sabe más bien cercano a la lucha libre, y últimamente a las corridas de toros. Pero últimamente el alcalde va a todas, cual si anduviera en campaña. Con él entran una veintena de acompañantes. Todos de a gorrita café. Van el síndico Marcial Rodríguez Saldaña y el coordinador de asesores, Ramiro Solorio. Ya antes entraron su compadre, el subdirector de Catastro Francisco Luna, y el director de Gobernación municipal, el ex priísta Alfonso Calderón Andrade. A ellos se les ubica en una zona preferencial, casi a nivel del ring, con mesas. Toman coca cola y yolis. Abajo circulan las chelas, pero si el alcalde no toma, nadie de los suyos lo hace.

A López Rosas la emoción se le ve fuera de ahí, como extrañando lo suyo, los costalazos y la doble Nelson, las máscaras y el teatro de la lucha libre. Se le ve que lo suyo es otra cosa. Más aún, le acompaña Bernardo Segura, el ex diputado federal del PRD, ex director del Deporte en el DF con Cuauhtémoc Cárdenas y ex medallista olímpico en caminata, a quien el anunciador presenta como “corredor”. También el mexiquense se ve fuera de lugar. Al alcalde le dan además un reconocimiento por su labor de “promoción” al deporte, que será al de las luchas o al futbol, porque el box no es lo suyo.

En la dos peleas principales, la del Boris y la de César Cayetano, el de Puerto Marqués contra otro chilango. Los referis apuran decisiones para dos nocauts técnicos, medidas que se antojan como muy localistas. En la primera, el Boris llevaba ventaja sobre Juan García, quien tenía cuerda como para dos rounds más, pero se dejó caer en el cuarto para respirar, y en la de César Cayetano, su oponente, más alto y con mayor alcance de brazos, quedó abrumado por el calor y daba la impresión de que podría resolver a su favor con una andanada de un dos-tres en cualquier momento, pero en el cuarto round se la pararon cuando se tiró un sentón.

Abajo se disfrutaba el reencuentro. Entre el toma y daca se le buscaba lo positivo a algo que se veía como una función mediana:

–¡Se tienen miedo o qué, chingada madre¡ –le gritaban a Héctor Solano, el gallo de Cumbres de Llano Largo, al que de última hora le cambiaron de rival, y en lugar de un chilango, le pusieron a Marco Villalba, un paisano de Puerto Marqués. Y es que desesperaron sus dos primeros rounds de estudio, de una pelea que se decidió en KOT en tres.

–Tírale a su pancita, a su pancita , le decían a otro en una pelea previa a las estelares, y es que uno realmente subió pasadísimo de peso, un vicio de los promotores regionales, dejar pasar esos detalles. Anuncian peleadores de peso gallo que suben casi en welter.

El anunciador Armando García aprovecha y nos recuerda a todos, asidos a un vaso de cerveza, que por fin nos reencontramos, qué ojalá y los promotores –quienes sean– repitan con otra función –a esta van unos trescientos– y que recuerden que un ex promotor, Abel Alvarez –un molinero que por entrar a este bisnes quebró sus negocios– alguna vez organizó 53 funciones en un solo año.

En tanto, va el campanazo y a otra pelea. Y va el grito de jubiló, el “jiiii”, cuanto alguien es tocado por un volado fulminante, de ese que sólo concluye su tarea mirando al rival tenido sobre la lona, o como cantaría Rodrigo González, “si alguna vez has mirado el mundo al revés, sabrás muy bien a qué huelen tus pies”.