Mueren dos jornaleros y 10 más resultan heridos en una volcadura cerca de Altamirano

El accidente que ocurrió alrededor de las 5 de la mañana de jornaleros que iban a trabajar a los campos de chile de Michoacán Foto: Israel Flores

La madrugada de este miércoles dos jornaleros perdieron la vida y 10 más resultaron heridos, cuando la camioneta en la que viajaban se volcó a unos 4 kilómetros de Ciudad Altamirano, en la carretera que va hacia Iguala, en el punto conocido como Curvas de las Lomas de Santa Bárbara.
Los hechos ocurrieron alrededor de las 5 de la mañana, cuando desde diferentes pueblos salían los jornaleros a trabajar a Michoacán, a los campos de chile. A esa hora, camionetas pick up y otras con tubulares o redilas, pasan a los pueblos a recoger a los trabajadores y en esas son trasladadas en grupos grandes.
Los que sufrieron el accidente viajaban en una camioneta Ranger de tubulares, cuando al salir de Lomas de Santa Bárbara, sobre la carretera federal que va hacia Iguala, por motivos desconocidos se volcaron.
Los jornaleros salieron disparados desde la camioneta en diferentes direcciones y todos quedaron sobre la cinta asfáltica. En el lugar falleció un hombre. Se pudo conocer que la persona fallecida era originario del pueblo San Gerónimo El Grande, municipio de Tlapehuala.
Mientras que una mujer de 30 años de edad y de nombre Adela, originaria de Chacamerito y avecindada en Tanganhuato, del municipio de Pungarabato, falleció cuando era trasladada a un hospital.
Personal de rescate y urgencias acudió en apoyo y trasladó a nueve lesionados más, a diferentes clínicas en Ciudad Altamirano.
El accidente ocurrió alrededor de a las 5 de la mañana, pero el Ministerio Público y el personal policiaco para la investigación correspondiente llegó cerca de las 8 de la mañana, para realizar el levantamiento del cadáver.
Los lesionados son originarios de Tanganhuato y Sinahua, poblaciones cercanas a Ciudad Altamirano. Al menos cuatro de ellos estaban graves.
Desde el mediodía, la gente del pueblo ha estado buscando apoyo para los heridos. Dos de ellos tuvieron cirugías con costo por encima de los 100 mil pesos. Los familiares se quejan de que nadie de la empresa se ha acercado a los jornaleros, para pagar gastos médicos, y tampoco les han brindado apoyo. Se reportó un detenido como responsable. (Israel Flores / Ciudad Altamirano).

Los vecinos de Ayotzinapa, Tlapa, son jornaleros desde hace décadas porque no hay trabajo, relatan

Una mujer nahua de la comunidad migrante de Ayotzinapa, municipio de Tlapa, en sus actividades cotidianas como ir a comprar o al molino para hacer sus tortillas Foto: Antonia Ramírez

Carmen González Benicio (primera parte)

Ayotzinapa, Tlapa

Desde lo alto en una de las curvas de la carretera de terracería se ven los rayos del sol reflejándose en las láminas de metal que cubren las viviendas de la comunidad jornalera de Ayotzinapa, municipio de Tlapa, enclavada en las faldas de montañas que antes tuvieron encinos y pinos.
Conforme se desciende se escuchan los sonidos de gallos, puercos y burros. Hay personas que recogen el zacate en sus parcelas donde sembraron maíz.
Ayotzinapa es una comunidad jornalera de varias generaciones, algunos vecinos resumen los años diciendo que desde que abrieron los ojos ya se iban a Culiacán, en el estado de Sinaloa.
Al paso de los años salieron a otros estados del norte y centro del país que requieren mano de obra.
Actualmente un buen número de familias se va a Guanajuato, como el caso de una familia que vino a la comunidad a pasar las fiestas de diciembre, y ya usan placas en la camioneta en que se trasladan de otro estado.
Aunque el grueso de la población salió en noviembre luego de celebrar a los Fieles Difuntos, la vida transcurre de manera cotidiana para quienes se quedaron.
Entre las personas obligadas a quedarse están las autoridades municipales, la saliente y la entrante y las adultas mayores porque en los campos ya no las aceptan, otras porque trabajan en los programas federales, además hay quienes decidieron no ir esta vez.
El comisario Cruz Salgado Paris contó que durante un año dio su servicio para encargarse de las gestiones de servicios, apoyos, atender casos particulares y las festividades religiosas que en la comunidad tres son las más grandes: el Sábado de Gloria, la Semana Santa, el 22 de mayo, la Virgen de Juquila y el 4 de octubre, y de ahí cerca de una veintena de festejos que hacen los mayordomos que tampoco migran.
Cruz Salgado ahora espera la toma de protesta del nuevo comisario que ya eligieron en noviembre, El Día de Muertos, y será Lucas Díaz.
Se le preguntó si las mujeres participan en el cambio de la autoridad y respondió que no lo tenían prohibido, “se les deja, no se rechazan”, pero no acuden porque ese día están ocupadas haciendo la comida o lo que se necesita en las ofrendas. Participan los hombres y de ahí sale la propuesta por usos y costumbres.

La migración no se detiene

El comisario ha sido jornalero, sus hijos siguen sus pasos aunque buscando diversas formas, uno está en el extranjero dentro de un programa de contrato de mano de obra de la Secretaría del Trabajo.
A sus 69 años dice que la migración no la van a detener mientras no haya empleos suficientes y bien pagados, “está duro que la detengan mientras no haya trabajo para todos”.
Para la autoridad la migración aumentó en la comunidad. Esto se ve más después de noviembre en que se va más del 80 por ciento de la población, y pasando diciembre se van otros “hace unos días se fueron cuatro familias”.
Mencionó que por eso se ven casas cerradas, que así como las dejan así las encuentran porque todos saben que se fueron a trabajar.
Aunque algunos se van y otros vienen a pasar diciembre y en ese tiempo aprovechan para hacer mejoras a sus casas, levantan paredes de concreto, le ponen las láminas a los techos inconclusos o le ponen losa con los ahorros de su trabajo en los campos.
Para él las personas salen a buscar la vida, y por eso la migración no va a parar porque algunos jóvenes que salen por primera vez al ver que ganan dinero deciden seguir, “como cada semana reciben dinero, eso les gusta”.

Un pueblo casi abandonado

La población de Ayotzinapa es de aproximadamente mil 300 personas.
En la temporada alta de migración jornalera, de acuerdo al registro que tiene el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan del 2022, salieron del poblado 23 autobuses, llevándose consigo un aproximado de 40 pasajeros cada vehículo, lo que representaría 920 mujeres y hombres, entre adultos, jóvenes y niños, sin contar los que migran por su cuenta, sin enganchadores.
El grueso de los jornaleros y jornaleras salió el 6 de noviembre en 14 autobuses contratados por la empresa Agrícola Golden Fields (antes Buen Año) para trasladarlos a la comunidad de Costa Rica, municipio de Culiacán en el estado de Sinaloa, antes salieron dos y el resto en el transcurso de noviembre y diciembre.
Es por eso que las calles están vacías, uno que otro niño se asoma. Las viviendas tienen las puertas cerradas y sus corrales cercados.
Ante su vocación jornalera dice el comisario que la mayoría de la gente mejor no cría animales porque luego no tiene con quién dejarlos para su cuidado.
Los que han dejado de hacerlo tienen unos cuantos chivos, vacas, burros que llevan al campo diariamente para su alimentación o bien para traer leña.
De esa ruta salieron otros 11 camiones entre las comunidades de Chiepetepec, municpio de Tlapa, Cacahuatepec, de Copanatoyac y Tlatlauquitepec de Atlixtac, ambas comunidades nahuas, llevándose a unas 440 personas.

Las actividades del campo son las que prevalecen

El trabajo para las familias nahuas no cesa, quienes se quedaron son los encargados de desgranar la mazorca para sacar el maíz que usarán para su consumo durante el año, y algunos lo venderán.
El periodo de desgrane es de noviembre a febrero, después de recoger la mazorca en sus parcelas y llevarlas a sus casas para secarlas en los techos, quienes tienen casa de concreto en el patio, para los que no en el cuescomatl, una especie de caja construida con varas o tablas en lo alto, para evitar que alguna lluvia imprevista la moje.
“Le estamos echando ganas porque siempre llueve a finales del año o los primeros días de enero”, dijo Rocío Ramírez Domínguez.
El desgrane es uno de los trabajos que tendrán los integrantes de la familia, pero recaerá más en las mujeres que se quedan en casa para sacar lo que cosecharon.
Rocío, jornalera desde niña, no salió a trabajar a los campos, “aquí también tenemos mucho trabajo aunque no recibimos paga, ahorita hay que desgranar, sacar las semillas de la calabaza, ir por el zacate, los quehaceres de la casa”.
“Aunque muchos dirán que los flojos nos quedamos ahora”, dice mientras se ríe y amamanta a su hijo Ernesto.
Rocío, sentada en medio de granos de maíz y mazorca blanca contó que eso no era suyo sino de su tío quien le encargó hacerlo y le va a pagar por ello, porque él se fue con su familia a trabajar a Sinaloa. Se encarga de cuidar que se seque, no se moje y cuando se desgrane quede limpio el maíz por si quiere venderlo.
Es por eso que para sacarlo usan piedras donde liman la mazorca, así le quitan los granos podridos y pequeños que van a usar para comer, y con ayuda del aire le soplan para que se limpie y quede listo para guardarlo, “ya llenamos un rotoplas y vamos a ver cuánto más sale”.
Bajo la sombra de una lona, Rocío platicó que desgranar la mazorca es un empleo temporal en la localidad, porque algunas familias las alquilan para hacerlo y terminar pronto, se pagan 100 pesos y les dan comida y un refresco. “Ahorita ya me voy a ganar unos mil pesos por todo”, dijo.
Se dijo floja porque ya no salió como jornalera, aunque ahora tiene sus razones, sus tres hijas y su hijo varón que amamanta y porque su marido entró al programa Sembrando Vida, y le dan 5 mil pesos mensuales.
Sobre eso dice que es poco porque viaja, pero al menos están todos juntos.
Mencionó que extrañar irse, porque no va a tener un ahorro porque en la comunidad no hay forma de generar ingresos, pero está tranquila porque descansa de las duras y largas jornadas.
Por ejemplo, no se tiene que levantar a las 4:00 de la mañana a preparar los alimentos, las cosas para llevar a sus hijas a la guardería y luego irse al campo. Estar ahí hasta las 6:00 de la tarde para completar su jornada.
Además pasar por sus hijas y llegar a las galeras de lámina, hacer su cena, lavar los trastes, la ropa, bañar a sus hijas y cerrar el día “con mucho dolor en mi cuerpo”. Así los más seis meses que dura su contrato con la empresa.
Sus ingresos los completa con la beca Benito Juárez que recibe su niña, porque ahora aunque tiene dos estudiando, sólo le dan a una y es poco, dijo.